Esta frase quizás pueda parecer obvia para algunas personas, tal vez para esas que no suelen aceptar que en la vida todos cometemos errores y que, frecuentemente, nos enquistamos en ideas, posturas, opiniones, etc..., que nos limitan y condenan a perder más oportunidades de las que pensamos. Esas personas que asocian el éxito con la felicidad o al contrario, que lo mismo da. Otras personas, entre las que me incluyo, pensamos que el binomio éxito-felicidad está sobrevalorado y, por qué? se preguntarán. Bueno, porque no todos los "éxitos" se han conseguido por caminos rectos y honestos y porque, básicamente, el concepto de éxito me parece relativo.
En uno de mis cursos de Flores de Bach, hablando sobre la esencia Larch y las características de este estado emocional, donde el individuo se condena a priori al propio fracaso, filosofamos un poco sobre esta cosa del éxito y cómo nos afecta. Todos estamos de acuerdo en que una pequeña dosis de éxito es necesaria para cualquier persona, para afianzar su autoconfianza y mirar hacia el futuro con más optimismo. Pero quizás donde menos coincidimos es en el concepto, a qué llamamos éxito?
Muchos de los cuarentones que pululamos por el mundo, fuimos educados en la idea de que una vida exitosa consistía en un fantástico trabajo (y fijo, of course), una familia con mínimo dos hijos (y casados, of course), buena posición económica (que permita viajar, vacaciones, of course), carrera universitaria (y licenciatura, of course) etc, etc... Y con este panorama, quemamos los barcos sin salir de puerto, porque con tantos ingredientes externos... qué guiso podemos hacer!
La Filosofía nos enseña que el éxito depende de nosotros, pero no sólo por lo que conquistemos exteriormente, sino por las conquistas interiores. Lo que vale es el espíritu de superación, el querer derribar los obstáculos, el agrandar nuestros límites, el ser hoy mejores que ayer... Cada prueba superada es una conquista, un éxito que sumar a nuestro palmarés. No importa que no sea público, sus efectos lo serán. Seremos mejores hijos, mejores padres, mejores hermanos, mejores amigos, en definitiva, mejores personas. Y el camino del éxito lo recorreremos sin pisar a los demás, respetando su libertad tanto como apreciamos la nuestra.
No todos somos iguales, no aprendemos todos al mismo ritmo, no caminamos por la vida al compás. Cada uno tiene que encontrar su lugar en el mundo, el que le corresponde por derecho, pero no el que le quieren imponer los demás. Y en esa búsqueda habrá aciertos y errores, ambos elementos necesarios para aprender. Levantarse después de caer ya es un paso hacia la victoria... Se dice que las comparaciones son odiosas y es verdad; así como verdad es también el hecho de que muchos fracasos nacen de que nos comparamos con los otros, envidiando sus "posesiones", sin pensar -la mayoría de las veces- que ellos también tuvieron que luchar. Decía el Prof. Livraga, que la única comparación plausible es con nosotros mismos y no puedo estar más de acuerdo. Si el objetivo es la conquista de ti mismo, poco espacio habrá para el fracaso.
Tal vez sea el momento de dejar de medir nuestros éxitos o fracasos según los cánones de la sociedad y comenzar a establecer nuestras propias reglas. Nuestra alma, sin duda, lo agradecerá.
© Carmen Morales