Decía Azorín que "el cine tiene que producir sosiego" y yo no podría estar más de acuerdo con él. Claro que sobre gustos no hay nada escrito, como se suele decir, y cada uno tiene sus razones para ver según qué tipos de cine. A mí me gusta el cine que hace soñar, no en el sentido romántico del término, sino en un sentido bastante más práctico: vivir realidades que no están al alcance de tu mano y que sacan lo mejor de ti. Para violencia, degradación, miseria y decadencia moral ya tenemos las noticias diarias, no es necesario además pasarse dos horas delante del televisor expuesta a tanta negatividad. Habrá quien defienda la necesidad de conocer "lo que pasa en el mundo"... y yo respondo que en el mundo hay muchas realidades y siempre nos muestran el lado más negativo de las cosas. El miedo, las luchas, la degradación, en definitiva, lo peor de la sociedad. Que sí, que existe, pero también existen los valores, el respeto, la belleza, la amistad, el compañerismo, la solidaridad y tantas y tantas virtudes que se ignoran porque no interesa mostrarlas, porque es más fácil manejar una sociedad aterrorizada que una libre...
El caso es que el otro día vi una de esas películas que dejan en el ánimo un profundo deseo de aprender, de hacer cosas por los demás y por uno mismo, de transmutarse interiormente, de avanzar... Se trata de "El club de los Emperadores" (The Emperor"s Club) del año 2002, dirigida por Michael Hoffman y protagonizada por Kevin Kline. Un maravilloso hallazgo que comparto ahora con todos vosotros.
Una de las peores críticas que he leído sobre ella es su semejanza con "El club de los poetas muertos", aunque para mí están a años luz y eso que la cinta de Peter Weir fue durante muchos años un referente para los de mi generación. Pero hay algo que las diferencia y es el planteamiento que se hace en "El club de los emperadores" de la necesidad de aprender para conocer, conocernos y de ahí poder cambiar el mundo; siempre con la idea de que el mundo cambia cuando cambian las personas y no al contrario... No se trata sólo de romper las reglas y atrevernos a desear, sino de hacer lo mejor siendo mejores personas. Filosofía pura, actuar por deber y no por deseo. El Noble Octuple Sendero del que hablaba el Buda en el Sermón de Benarés adaptado a nuestra mentalidad y época. La cinta de Hoffman está repleta de valores morales y de la necesidad de cultivarlos y transmitirlos. No para ser perfectos, que no lo somos ni lo seremos, sino para querer ser mejores y lamentar, sincera y profundamente, el no serlo cuando nos damos cuenta de nuestros errores.
Otro de las perlas que encontré en esta película fue el valor que da al estudio de los filósofos clásicos, grandes hombres que cambiaron el mundo con su pensamiento y que conformaron los cimientos de nuestra actual sociedad moderna. Y ¿por qué? Porque como bien dice el protagonista de la película "la ambición y el deseo de conquista sin contribución al bien común no tienen ningún valor" y la Historia nos hará pagar nuestro egoísmo dejando caer sobre nosotros el velo del olvido... En cambio la contribución de estos "gigantes de la historia", como decía él, ha sido la transmisión de un sistema de enseñanzas que hace al hombre elevarse desde sus más bajos instintos y pasiones hacia la conquista de sí mismo para conquistar la virtud que, como decía Aristóteles "es la acción más apropiada a la naturaleza de cada ser". Y por eso son recordados, miles de años después de su muerte.
En nuestro mundo falta Filosofía que lejos de ser ese "conjunto de pensadores totalmente desgajado de la realidad" no es otra cosa que amor a la sabiduría. Es tener inquietud por saber cuál es la naturaleza del hombre y de las cosas, qué pensamos, cómo y por qué, buscar el sentido de la vida y conocer cuál es la verdadera naturaleza del hombre. Conocer la historia y sus motores, sentirla como un ser vivo que se construye paso a paso, día a día y sentir que formamos parte de ella, todos nosotros, en mayor o menor medida, pero sentir que juntos construimos, desde el hoy, el futuro de la humanidad. Todo eso y mucho más de lo que yo consigo, con mis torpes palabras expresar, es Filosofía. Y ya lo decían los antiguos "el hombre es filósofo por naturaleza".
Al final, me quedo con una frase que el profesor dedica a sus alumnos y que para mí adquiere un significado especial porque resume lo que yo pienso debe ser nuestra actitud ante la vida: "y ustedes, ¿con qué piensan contribuir, qué legado dejarán a la Historia?"