Roma es conocida como la ciudad eterna, no sabemos si por su longevidad (según las leyendas fue fundada hacia el siglo X y VII a. C.) o porque fue capital de uno de los mayores imperios de la Historia conocida. Por su extensión en el tiempo y en la geografía y por cómo influyó en el desarrollo de la humanidad, se podría decir que el Imperio Romano es verdaderamente eterno pues todavía usamos costumbres, nombres e incluso leyes que nacieron en su seno. Por usar, usamos hasta los idiomas, la mayoría de los cuales provienen del latín, esa especie de "lengua franca" de la época como lo podría ser hoy el inglés. Muchos de sus monumentos todavía están hoy en pie y muchas de sus esculturas se hallan en perfecto estado de conservación, repartidas por miles de museos del mundo. En la Roma de hoy conviven muchas romas: la fundacional, la latina, la medieval, la moderna... y entre todas ellas, destaca la presencia siempre viva, siempre eterna, de uno de los mayores filósofos de todos los tiempos: Giordano Bruno.
En el Campo di Fiori (campo de las flores), una céntrica plaza próxima a la homónima Navona donde se encuentran las fuentes-esculturas de Bernini y Giacomo della Porta, existe una estatua de este filósofo, matemático, astrónomo y poeta napolitano. Fue acusado de hereje y quemado vivo en la hoguera en el año 1600 d.c, después de haber pasado siete años en prisión. Toda su obra fue incluida en el índice de libros prohibidos del Santo Oficio... dicen que no exhaló ni un solo grito en su tortura y que no se sometió a besar el crucifijo que el sacerdote le ofrecía. En 1889 y por supscripción internacional, una estatua fue eregida en el lugar donde Giordano perdió la vida, convirtiéndose desde ese momento en una figura reivindicativa de la libertad de pensamiento.
En mi reciente viaje a Italia -acompañada por un grupo de amigos- pasé unos días en Roma y aproveché para visitar esta plaza, con la idea de rendir un discreto e íntimo homenaje al mártir filósofo. Campo de Fiori es hoy una plaza animada en la que se desarrolla diariamente un mercado pintoresco de especias, verduras, flores... Mi primera impresión no fue grata pues pensé que una figura del tamaño de Giordano merecía un lugar más elegante, con jardines, fuentes... pero luego cambié de opinión. Si Giordano escribía sobre el movimiento de los astros, entre otras cosas, y este movimiento no es sino una expresión material de la Vida, ¿no es vida el movimiento de los seres humanos al interactuar entre sí? ¿no es vida, acaso, el flujo constante de personas en sus quehaceres diarios? Llegué a la conclusión que sí, que tal vez, este lugar y el nombre de esta plaza fuesen los más adecuados para quien afirmaba que la tierra giraba alrededor del sol -¡qué herejía!- paradojicamente igual que todo en Campo di Fiori gira en torno a su estatua... ¡como si fuese un sol!
Decidimos rendir un pequeño homenaje a Giordano y para ello compramos unas rosas blancas, símbolo de pureza. Cuál no fue mi sorpresa cuando al aproximarnos descubrimos flores marchitas depositadas a los pies de la estatua, señal de que existen personas que no le olvidan. Y más. Justo antes de depositar nosotros nuestra ofrenda, un señor apareció con unas flores que dejó también junto a Giordano... reconozco que los ojos se me llenaron de lágrimas. No sólo por el gesto, precioso, sino por la sensación de que todavía hay justicia en el mundo; lo demuestra el hecho de que su estatua se ha convertido en centro de peregrinación para todos los que amamos y respetamos la filosofía.
Y alli, en medio de otras flores, quedaron nuestras rosas blancas como pequeño y sincero homenaje al hombre que supo luchar por sus ideas; mantenerlas y defenderlas aunque ello le costase la vida. Como conclusión pensé que en nuestra sociedad hacen falta más Giordanos y menos hogueras...