Más bello que el silencio?
?Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir?? al son de las guitarras de mi grupo musical favorito, esta frase impregnó el alma de mis tiernos quince años. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, nunca he olvidado la enseñanza que encierran estas pocas palabras. Y cuando soy testigo de la incontinencia verbal de algunas personas, que no callan ni para respirar, que no escuchan ni tienen interés más que en el sonido de su propia voz? me siento triste y abrumada por la extraña complejidad de nuestro mundo. Pues cuando más acusamos la soledad y cuando más necesitamos de la humana compañía, más hostil hacemos el medio. No escuchamos, no vemos, no comprendemos? y como la pescadilla que se muerde la cola, quedamos prisioneros en el círculo de nuestra propia ignorancia. Porque parece que lo importante es hablar, hablar, hablar. Opinar, opinar, opinar, aunque no se sepa de lo que se opina, no importa. Lo importante es hablar, aunque se digan palabras que no encuentran eco porque están vacías.
Ah, si pensásemos dos veces antes de hablar? si cuidásemos nuestras palabras como se cuida un preciado tesoro, con mimo, con atención, con dedicación? si nos importase más el acto generoso de compartir un diálogo que la mediocridad de un solitario monólogo, donde no hay más interés que oír la propia voz, tal vez habría menos enfermos de soledad en el mundo y no habría tanta violencia innecesaria. Tal vez así nuestras palabras y nuestros actos serían, si no tan bellos, tan dignos como el silencio.