Hoy en Lisboa el tiempo está en rebelión: ahora llueve, ahora hace sol, ahora cae granizo... intemperancias de la ya gastada primavera, que parece empeñada en demostrar que todavía sigue aquí y que es, por naturaleza, inestable e imprevisible. Tan imprevisible como nuestra propia existencia que no sigue la línea recta como patrón evolutivo, sino que va dando vueltas y más vueltas (quizás sería más apropiado decir tumbos) hasta dejarnos desorientados si es que no somos de aquellos que tienen clarísimo el sentido de su vida y por dónde deben caminar. Claro que yo me incluso en el grupo más numeroso, donde creo que estamos la mayoría de los mortales: en el pelotón de los "buscadoresatientas" de nuestra propia senda de realización.
Como toda búsqueda a ciegas (porque nacemos con un propósito del que nos olvidamos nada más poner los pinrrelitos fuera de nuestra mami) tiene sus luces y sus sombras, sus alegrías y sus tristezas, sus éxitos y sus fracasos. Y un camino sin señales de indicación en el que sólo nuestra buena voluntad y el deseo ardiente de llegar a buen puerto nos hará avanzar siempre que sepamos elegir cuidadosamente los atajos y oportunidades que se presentan. Y tal vez aquí es donde más probabilidades de perdernos tenemos porque, quién sabe leer las señales que la vida nos va poniendo a nuestro paso? Cómo hacer para que sea nuestra intuición quien nos guíe y no nuestros deseos? O nuestro miedo?
Porque esa es otra: la mayoría de oportunidades que perdemos lo hacemos por miedo! Pesa más sobre nosotros el temor a lo desconocido que la voz de nuestra intuición. Y suele pasar que cuando ya la oportunidad se aleja, reconocemos la validez de esa vocecita interior que nos decía "lánzate" pero que apagamos entre muchos "y si?... y si?"... y cuanto más crecemos, menos son los trenes que pasan por nuestro andén.
Nadie debería pensar que la mejor oportunidad está por llegar, sino que la mejor es la que tienes delante. Ésta y no otra es la mentalidad que nos hará aprovecharlas y quién sabe si reconocer en ellas esas perdidas señales que nos indiquen el verdadero sentido de nuestra vida. Esa vida que no debería ir dando tumbos, sino transcurriendo tan plácidamente como lo hacen las aguas del río que bajan de la montaña al mar.
Carmen Morales