Hoy quiero dedicarle esta entrada, la primera del año nuevo, a todas esas personas que están ligadas a mí (y yo a ellas, of course) por lazos invisibles de cariño y amor, pero que no forman parte directa de mi familia carnal. Son lo que yo llamo "la familia y uno más", como aquella antigua película española: es mi familia espiritual.
Yo he tenido la inmensa fortuna de nacer en una familia bien avenida, donde nos queremos sin llegar al empalago y nos respetamos sin llegar a la indiferencia. Pero viendo la cantidad de desastres afectivos que pululan por ahí, el altísimo índice de familias rotas y las muchas personas que viven en soledad, absoluta e indeseada, no puedo por menos que pensar que el concepto familia está muy sobrevalorado. No es que yo piense que la familia no tiene su valor, muy por el contrario, soy de las que piensan que es necesario dar a la familia su lugar, integrarla en nuestra vida dándole su valor justo en un perfecto equilibrio entre una independencia que se hace vital para madurar y la protección que brindan los lazos familiares... cuando reina la armonía, claro está. Porque la realidad es que vivimos tiempos en los que la familia, como pilar y soporte de la sociedad, se está desintegrando.
Sin embargo, no veo crisis alguna en la familia espiritual, que no es espiritual por ser religiosa, sino porque nace de la afinidad de almas, de la empatía o del feeling, si se prefiere llamar así. Sus vínculos son invisibles pero poderosos porque unen a los seres humanos desde lo más elevado de cada uno de ellos y sobre todo, porque nace de la voluntad de quererse unir. No importa el tiempo ni la distancia que nos separen, el reencuentro se produce con gran intensidad, alegría y uno tiene la sensación de que fluye la comunicación sin necesidad de pronunciar palabras algunas...
He oído muchas veces aquello de que la familia es lo más importante y he visto también cómo en muchas familias reina el desapego, las rencillas, el desencuentro... y me pregunto si de verdad es más importante la sangre que la afinidad de almas, porque constato que se da mucha importancia a lo primero y muy poca a lo segundo...
No pretenden estas líneas menospreciar el valor de los lazos familiares, sino reivindicar el valor de esa otra familia que vamos encontrando por la vida y que llena nuestros días de buenos momentos y felicidad. Una familia que no pide nada, ni siquiera un lugar destacado, pero que da muchas satisfacciones y alegrías sinceras. Por ello, para mi familia, la espiritual y la carnal,
¡Feliz Año 2015!