Alicia vio abrirse la ventana. Allí estaba Antonio llevando como único atuendo unos holgados pantalones azules, lo observó detenidamente mientras él se encendía un cigarrillo. Hacía mucho que no lo veía fumar, de hecho, pensaba que ya no fumaba. No podía apartar la vista de él. De su torso. Obviamente, en estos ocho años había cambiado mucho. Ya no era el chico delgado y sin músculos al que recordaba.¿Cómo podía ser tan increiblemente perfecto? Los trajes no le hacían justicia. Alicia sintió que se ruborizaba al ser descubierta por Antonio mientras lo observaba. Un sorprendido Antonio le dedicó una sonrisa al ver que tampoco ella podía dormir.
_Con nosotros Morfeo se va al paro._Comentó Antonio en baja voz mientras apagaba el cigarro arrancándole una sonrisa a Alicia con el comentario.
_Sí_rió Alicia_mejor será que vuelva a entrar a ver si le doy trabajo. No quiero que la cola del paro aumente por mi culpa.
_Yo también que en unas horas me sonará el despertador. Nos vemos mañana. Buenas noches._Dijo guiñándole un ojo.
_Buenas noches._Contestó descolocada por aquel guiño. ¿Qué estaba intentando Antonio? ¿Descolocarla? Tanto rollo de código ético para luego ir desarmándola con un guiño. Claro que en su defensa diremos que él no sabía el efecto producido en Alicia.
Alicia sintió un escalofrío y no era por el frío, que lo hacía, sino aquel encuentro, los pensamientos que le venían a la mente. Tenía ganas de bajar los veintidós escalones que los separaban y echarse en sus brazos. Alicia alucinaba con sus propios pensamientos. Cada vez entendía menos lo que le estaba pasando. ¿Cómo era posible que de pronto se sintiera atraída por Antonio? Se metió en la cama enchufándose el Ipod. Las canciones pasaban y pasaban y ella no lograba quedarse dormida. Finalmente a las cinco de la mañana Morfeo encontró el camino hasta su cama y Alicia cayó en sus brazos.
Eran las nueve y media de la mañana cuando Alicia se despertó. Abrió los ojos. No recordaba dónde estaba. Miró a su alrededor hasta recordar que estaba en su apartamento. Acto seguido la imagen de Antonio le vino a la mente.
_¡Qué calladito te lo tenías Antonio!_ Dijo riéndose de sus propias palabras al tiempo que se levantaba de la cama. Colocó el Ipod en la base con altavoces que había instalado en su mesita de noche y tras ponerlo en marcha se fue directa al baño. Necesitaba ducharse para despejarse. Apenas había dormido cuatro horas así que hoy necesitaba ayudarse de una buena ducha y café. Café en vena iba a necesitar para mantenerse en pie y colocar todas las cajas que invadían el salón.
La mañana se le pasó en un abrir y cerrar de ojos. Antes de comenzar a desmontar cajas y tras desayunar Alicia se metió en la cocina. Quería preparar el postre para la cena. Para que el Mousse de chocolate estuviera bueno tenía que hacerlo ya y ,así dejarlo reposar en la nevera hasta la noche. Un par de horas depués el salón comenzaba a tomar forma. Las cajas seguían estando en medio pero ya vacías. Los libros era algo fácil de colocar, les pasaba un trapo para quitarles el polvo de llevar años guardados en el trastero de sus padres y los iba ordenado en las estanterías. Ya no se veia ni un solo tramo de la pared blanca del despacho, las estanterías estaban repletas de libros y de su material fotográfico. El mac había ocupado su lugar sobre la mesa junto a un cubilete plateado con un par de bics y lápices. Debía comprar una nueva impresora, la que tenía en Nueva York se la había vendido a un amigo para no tener que traer otro trasto. Ya bastantes trastos había tenido que traerse para sumarle más cosas. Alicia abrió una carpeta de fotos, alguna de las cuales quería enmarcar y colocar por la casa. Entre ellas descubrió una foto de ella, una de las primeras que Brian le había hecho. Una foto en la que lucía una enorme sonrisa tumbada sobre la hierba de Central Park.
Alicia no pudo evitar sonreir al recordar el momento. Apenas hacía unos meses de su llegada a Nueva York cuando su exmarido le sacó aquella foto. Lo habían pasado tan bien juntos. Sí, verdaderamente, fueron felices hasta que cometieron la locura de casarse. Brian no estaba hecho para el matrimonio, se ahogaba dentro de una relación seria. Fue ella la que dio fin al matrimonio. Estaban mejor separados que juntos. Así que un día decidió volver al piso de una amiga mientras arreglaba todo para volver a España. Brian se sorprendió pero entendió perfectamente la decisión de Alicia. Quedaron como amigos, lo que tenían que haber sido desde el principio. Lo que no entendió Brian fue la otra decisión, la de volver a Madrid. Por mucho que Alicia le razonaba él intento convencerla para que se quedara allí pero Alicia hacía tiempo que echaba de menos a su familia, sus amigos, su ciudad.
_Si he logrado hacerme un nombre aquí. En Madrid no me será difícil seguir adelante si no te prometo que vuelvo._Fueron sus palabras para convencer a Brian que no era una locura su vuelta.
El sonido del móvil la devolvió a la realidad. Era Enrique para invitarla a cenar al día siguiente. Alicia aceptó. Le apetecía volver a ver a Beatriz, su amistad se había enfriado por una tontería, ¿tontería?, y le apetecía recuperarla. A la cena también iría Gonzalo. Al saberlo un gusanillo se apoderó de su barriga.
_Alicia, estás mal. ¡Muy mal! ¿Cómo es posible que te gusten dos hombres al mismo tiempo?_Dijo en voz alta tras colgar el teléfono._Claro que guapa ambos están como les da la gana. No, Alicia, no te compliques la vida. Céntrate en tus fotos que es lo que importa ahora mismo._Siguió sin poder evitar reírse de oírse hablar con ella misma. _¡Hala, sigue trabajando!
Alicia dejó la carpeta con las fotos sobre la mesa. Colocó los libros que quedaban y nada más terminar desmontó las quince cajas vacías ,que reinaban a sus anchas por el salón, tras unirlas con cinta de embalar las bajó arrastrándolas al contenedor de cartón que había en la esquina de su calle. Al regresar a su pequeña casa se quedó contemplando el salón ya por fin libre de trastos y le gustó lo que veía. Salvo las paredes vacías. Sabía que fotos quería colocar pero necesitaba un taladro que no tenía. Se lo pediría a Andrés, que seguro que tenía.
_Guapita no has terminado, has de quitar el polvo que ha dejado tanta caja y refrescar la casa.
***
Tenía los tallarines escurriéndose y ya tenía preparada la salsa a base de leche evaporada, cebolletas, ajos tiernos, gambas y setas. La cocina olía de maravilla. Esperaba a Antonio de un momento a otro. Se quitó el delantal. Lo colgó en el perchero que tenía detrás de la puerta de la cocina y entró a su habitación para mirarse de nuevo en el espejo. Unos vaqueros, camiseta blanca y bailarinas rojas era lo elegido para la ocasión. Era una cena informal así que no había querido arreglarse más. Llevaba el pelo recogido en una coleta y un ligero maquillaje. Se ponía unas gotas de su perfume cuando el timbre de la puerta sonó. Su corazón le dio un vuelco y notó las mariposas anidando en su estómago.
_¿Llego pronto?_Preguntó un sonriente Antonio al tiempo que le daba una botella de vino blanco y le dejaba un par de besos.
_No, no. De hecho, la cena estará en un par de minutos._Contestó Alicia notando que le faltaba el aire.
_Uau,¿has hecho un impresionante trabajo? ¿Dónde están todas las cajas que ayer acampaban a sus anchas por aquí?
_En el contenedor de reciclaje_dijo desde la cocina Alicia, notando que la respiración volvía a su normalidad_, ¿te apetece cenar en la terraza o hace frío?
_En la terraza me parece perfecto._Contestó Antonio desde la puerta de la cocina._Huele de maravilla..._comentó_y tú también._Continuó haciendo que las mariposas volvieran a agitar sus alas en el estómago de Alicia.
_Gracias_ acertó a decir.
_¿Hago algo?_Preguntó Antonio.
_Pues, ¿pones la mesa? Ya sabes donde están las copas, los platos no los saques que los llevaré servidos.
_Bien._Contestó pasando por detrás suya._ Como esté tan bueno como su olor me apunto a cenar cada noche.
_Cuando quieras._Dijo Alicia girándose y topándose con Antonio justo detrás suyo. Sus miradas se cruzaron y Alicia pensó que de un momento a otro su corazón iba a agujerearle el pecho y la camiseta y saltaría para estamparse contra la pared de la cocina. Claro que para eso tendría que esquivar el metro ochenta y cinco de Antonio.
_¿Las servilletas?_Preguntó Antonio.
_Ahí, en ese mueble._Señaló Alicia intentando recuperar la compostura.
Alicia sirvió los tallarines mientras Antonio abría la botella de vino blanco y servía las copas. Nada más dejar los platos en la mesa, Antonio propuso un brindis.
_Por tu nueva vida, por este nuevo comienzo y por muchas cenas como ésta._Concluyó mirándola fijamente a los ojos.
¿Qué te propones Antonio? se preguntaba Alicia mientras notaba los ojos de su amigo clavados en ella. Mucho código ético pero tú me estás lanzando señales ,¡y bien luminosas! pensaba Alicia mientras le dedicaba una sonrisa a Antonio invitándolo a probar los tallarines.
_¡Esto está buenísimo! No tenía ni idea de que cocinaras tan bien, ¿no te querrás casar conmigo que estoy aburrido de los congelados?
_¡Vaya eso es ser románticos!_Bromeó Alicia.
_Fuera de broma, esto está muy bueno. Ahora entiendo menos que el Brian ese te dejara escapar._Dijo enrollando otro bocado de tallarines en el tenedor.
_Quiero pensar que se enamoró de mí y no de mi manera de cocinar.
_Enamorarse de ti es fácil, no hace falta que cocines._Dijo mirándola a los ojos. Las chispas saltaban entre ellos._Lo difícil sería no hacerlo.
Alicia estaba paralizada. No salía de su asombro. Su estómago ya era un auténtico mariposario, miles de mariposas debían haber emigrado a él.
_Pensaba que habías dejado de fumar._Dijo cambiando radicalmente de tema.
_Bueno, medio lo había hecho pero llevo un par de semanas fumando más otra vez._Dijo divertido al darse cuenta del cambio de tema._¿Pudiste dormir anoche?
_Sí, cuatro horitas, algo es algo, ¿y tú?
_Algo menos pero sí.
_¿Postre?_ Preguntó Alicia levantándose.
_¿Has preparado postre? Realmente eres una joya._Dijo divertido al ver cómo se ruborizaba Alicia.
Alicia recogió los platos. Antonio intentó ayudarla pero ella no lo dejó. Metió los platos sucios en el pequeño lavavajillas y sacó las dos copas de mousse de chocolate de la nevera. Tomó aire y regresó a la terraza. Antonio había vuelto a llenarle la copa.
_Uau, mousse de chocolate, ¡mi postre favorito!
_Vaya, pues, ha sido pura casualidad porque no lo sabía.
_Uhmmm....esto...esto...que no se entere mi madre pero está mejor que el de ella._Dijo volviendo a comerse otra cucharada.
_Gracias.
_Tienes un problema, Alicia_dijo Antonio antes de saborear otra cucharada de mousse.
_¿Un problema? ¿Cuál?
_Que me vas a tener todos los días aquí para cenar.
_Ja ja ja...cuando quieras.
_Esto estaba buenísimo._Comentó dejando la cuchara de postre dentro de la copa.
_Si quieres otro hay un par en la nevera.
_No, no me tientes que si no esta noche tampoco voy a poder dormir. Y esta vez será por tener el estómago a punto de explotar.
Eran cerca de las doce de la noche cuando Antonio miró la hora. No le apetecía marcharse pero la noche anterior apenas había dormido y mañana tenía juicio, así que mejor se marchaba a su casa a intentar descansar.
_Estoy muy bien aquí contigo pero si mañana quiero ser persona y defender a mi cliente mejor me retiro a dormir._Dijo levantándose de la silla y recogiendo las tazas de café y el cenicero que le había dejado Alicia.
_Sí, yo también debería irme a la cama. Espero que Morfeo haga bien su trabajo hoy.
_Y yo.
Alicia acompañó a Antonio a la puerta. Una vez más un cosquilleo insesante se apoderó de las paredes de su estómago. Antonio encendió la luz de la escalera.
_Gracias por la cena. Todo estaba delicioso. Un día de estos te propongo matrimonio.
_Te recuerdo que has de cumplir con un código ético._ Bromeó Alicia.
_¡A la mierda con el código!_ Exclamó Antonio acercándose a ella. _Llevo toda la noche queriendo hacer esto.
Alicia apenas percibió las últimas palabras porque Antonio la había rodeado entre sus brazos y la besaba apasionadamente.Alicia se dejó llevar y rodeó su cuello con sus brazos. Aún estaba aturdida por el beso cuando Antonio le daba las buenas noches desde las escaleras. Un minuto largo tardó en reaccionar y cerrar la puerta.
_Y ahora...¿qué?_Se preguntó en voz alta mientras se dejaba caer en el sillón.
Elva Marmed