Nada más llegar de su breve pero intensa luna de miel Fran cogió el libro. Tenía miedo de leerlo. Algo le decía que de alguna manera esa historia guardaba relación con Raquel y Roberto. Fran tomó su ejemplar. Necesitaba leerlo. Le apetecía leerlo. Disfrutar de la primera novela de Raquel. Se sentó en el salón a leer. Sólo se escuchaba la música de Debussy y el tecleo de Raquel. Raquel estaba en su nuevo estudio trabajando en una nueva historia. Sólo llevaba una semana en el mercado pero Tenías que ser tú se estaba vendiendo muy bien. Estaba abrumada por las noticias que le llegaban de mano de Rosa. Ni en el mejor de sus sueños pensó que lograría vender tanto con una primera novela. Ahora sentía pavor por no llegar a las expectativas que todos tenían en ella tras su fulgurante nacimiento como escritora.
Las primeras ideas empezaron a llegarle a la mente y sus dedos corrían sobre las teclas. De cuando en cuando paraba y anotaba nombres, datos, características, lugares, fechas? Su manera de trabajar era peculiar. Ella no creaba personajes y acciones antes de comenzar a escribir. Raquel empezaba la historia e iba dando nombres y características al mismo tiempo. Las acciones se iban generando según transcurría la historia. Por supuesto, nada más comenzar tenía líneas claras pero en muchos casos los personajes le guiaban por donde seguir.
Fran levantaba la vista de vez en cuando para observarla. No podía dejar de hacerlo. Nunca antes la había visto trabajar. Le gustaba verla allí tecleando, casi poseída por el alma del ordenador, completamente concentrada en su trabajo. De vez en cuando la veía reírse a ella sola haciéndolo sonreír a él al tiempo que se preguntaba de qué se reiría. No podía negarlo, sus ojos hablaban por él, estaba completa y absolutamente enamorado de ella. Era consciente que él era esa parte de la pareja que amaba más al otro pero ahora comenzaba a temer que Raquel no estuviera enamorada de él.
Es grande mi chica. Sí, es fantástica. Escribe de fábula, pensaba mientras leía y miraba de vez en cuando a Raquel, quien seguía enfrascada en el ordenador y era ajena al mundo exterior.
¡Joder!?Hugo? Hugo es Roberto. La descripción de Hugo es la de Roberto, la manera de conocerse en un ascensor. Mierda, sí, ellos se quedaron atrapados en un ascensor. No, no creo que se liaran en el ascensor, ¿o sí? No, no. Estaban muy conectados pero no, no les pega.
La sonrisa de Fran desaparecía por momentos. Entre más leía más convencido estaba de que aquel personaje ficticio compartía con Roberto mucho más que el color de ojos y cabello. Leyó página tras página intentando convencerse así mismo que aquello no significaba nada. Raquel comenzó a escribir la historia estando con Roberto, es normal las comparaciones, se dijo así mismo autoconvenciéndose de sus palabras.
Raquel levantó la vista de las teclas. Miró al salón. Vio a Fran concentrado en la lectura de su libro. Se levantó. Estiró las piernas. Llevaba tres horas allí sentada necesitaba estirarse un poco. Camino con sigilo hacia Fran y le quitó el libro con cuidado de no desmarcarle la página.
?Eh, estaba leyendo?comento Fran atrayéndola hacia él. Raquel cayó sobre él. ?,¿me dejará la señora terminar la novela?
?Sólo quería darle un beso a mi maridito pero si estás ocupado?
?Para ti nunca?dijo besándola?. Estás muy sexy cuando trabajas.
?Ja ja ja, estás de broma, ¿no?
?Para nada. Hablo muy en serio.
Raquel volvió a besarlo, quedándose acurrucada sobre de él.
?Raquel, ¿puedo hacerte una pregunta y serás sincera?
?Claro, ¿por qué no iba a hacerlo?
?Es sobre Hugo.
?¿Hugo? ¿Hablas del personaje de la novela?
?Sí.
?¿Qué le pasa?
?¿Es Roberto?
Raquel sintió un pinchazo en el estómago. No sabía si se debía a la pregunta o a la mención de aquel nombre.
?No, no es Roberto. ¿Por qué lo dices?
?Comparte características físicas con él.
?Y contigo.
?Vale, cierto pero a él lo conociste en un ascensor.
?Fran no es lo mismo. Sólo coincide la manera de conocerse. Yo sólo estuve un par de horas en el edificio de la editorial, ellos viven en el mismo edificio y se quedan encerrados tres veces y? y me callo porque no has terminado de leerla.
?Él se va de la ciudad.
?Fran son meras coincidencias. Nada más. ¿Qué es lo que pasa?
?Nada. Tonterías mías? Fran la besó nuevamente?. Anda, déjame terminar de leerla que me faltan pocas páginas.
?Vale, pero prométeme que te olvidarás de esas tonterías. Además, aunque fuera Roberto eso no nos afecta para nada a nosotros.
?No?musitó Fran.
Raquel regresó a su pequeño despacho. Intentaba volver a concentrarse. Nada. La inspiración se había esfumado. Miró por la ventana. Afuera comenzaba a oscurecer y a nevar. Miró al salón. Fran seguía leyendo. No había ni un ligero atisbo de su sonrisa. ¿Acaso la lectura de su novela iba a traer consigo su primer enfado? No, no se lo podía creer sólo llevaban dos semanas de casados. Miró el ordenador. Nada. La concentración se había esfumado. Entró en internet. Cotilleó el Facebook, twitter, su página web. Tecleó el nombre de su novela a ver qué le salía. Volvió a mirar a Fran. Nada. Seguía igual. Apagó el ordenador. Las musas la habían abandonado. Entró en el salón sentándose junto a Fran. Un par de minutos después Fran cerraba el libro, lo había terminado.
?Eres muy buena. Ya lo sabía pero ahora lo corroboro.
?Gracias. ¿Me merezco un besito?
?¿Por saber escribir bien?
?¿Qué pasa, Fran?
?Nada.
?Eso no es cierto y lo sabes.
Raquel tomó de las manos a Fran. Era necesario hablar?
?Es por el libro. Éstas viendo fantasmas donde no los hay. Fran, yo no soy Claudia. Roberto no es Hugo. Esa no es mi vida, ni la real ni la soñada. Es sólo una historia. Sí, los protagonistas se conocen en un ascensor pero nada más coincide con mi historia con Roberto. Yo no estoy con Roberto sino contigo.
?Porque se acojonó por la distancia.
?Eso no es del todo cierto?soltó sin darse cuenta Raquel.
?¿Qué quieres decir con eso?
?Pues que no es del todo cierto.
?¿Hubo algún que otro motivo?
?No.
?¿Entonces?
?Roberto me llamó el día antes de nuestra boda.
?Le honra llamar para felicitarte. Espera? ¿cómo sabía que nos casábamos? Bueno, si llamó para eso.
?Sí y no.
?Explícate.
?Llamó para felicitarme, lo sabía porque habíamos hablado varias veces antes de Navidades.
?¿Por qué no me habías dicho nada? ?preguntó Fran un tanto serio.
?Porque no le di importancia. Fueron simples coincidencias por el Messenger. Conversaciones de lo más triviales. Le comenté que nos casábamos y llamó ?Raquel tomó aire?.Me dijo que seguía enamorado de mí.
Los ojos de Fran se abrieron por completo.
?Fran si hubiese seguido enamorada de Roberto estaría ahora con él y no contigo. ¿Lo entiendes?
?¿Por qué no me habías dicho nada de su llamada?
?¿Para qué?
?No lo sé, igual porque comenzar nuestro matrimonio con secretos de este tipo?
?Fran, estoy contigo?se apresuró a interrumpirle Raquel. ?. ¿No te vale con eso? ?Raquel se acercó un poco más, sentándose en su regazo. ?Fran, yo te quiero a ti. Me he casado contigo.
?Perdóname, cariño. No sé qué me ha pasado pero es que no sé. ?comentó antes de besarla.
?¿Qué pasa? No es sólo la novela.
?El título.
?¿Qué le pasa al título?
?Tú y Roberto? yo os vi bailar esa canción.
?Fran? muy bien. Tienes razón pero la elección del título es pura casualidad. No se me ocurría nada. Salí al parque y me encontré con Henry que tocaba la canción y pensé que como título era bonito y le pegaba a la historia. ¿No me digas que no era el título idóneo? Tras un año sin verse tropiezan en un ascensor en una ciudad que no es la suya y se quedan encerrados, esta vez con más gente, pero justo al producirse la rotura del ascensor se ven y se dicen mutuamente ?Tenías que ser tú? riendo. ¿No me digas que no era el final y el nombre idóneo? Añadí la frase tras escuchar a Henry. ?explicó abrazándolo. ?Sabes, creo que es la primera vez que no veo la sonrisa en tu cara. Te he dicho alguna vez que me encanta cuando sonríes. Tu rostro se ilumina cuando lo haces.
?Perdona, Raquel, me entró un ataque de inseguridad.
?Perdonado.
?Te quiero.
?Y yo a ti, tontito
La tormenta parecía haber amainado dentro de casa. Fuera nevaba con intensidad. Fran y Raquel eran solo uno sobre el sofá. La sombra de Roberto parecía haberse marchado, sin embargo, pronto volvería a aparecer y Fran comenzaba a darse cuenta que siempre estaría entre ellos?
* * * * *
??la estoy perdiendo. No, Marcos, no la estoy perdiendo. Me he dado cuenta que nunca ha sido del todo mía. No, no me entiendas mal. Sabes que no soy un paranoico posesivo pero me he dado cuenta que Raquel no está al cien por cien conmigo.
Fran hablaba por teléfono con Marcos aprovechando que Raquel llegaría a casa un poco más tarde. Necesitaba desahogarse desde hacía días le daba vueltas al tema Roberto. No podía quitarse de la cabeza que Raquel había recreado su historia con Roberto y que aquel final, aquel nuevo encuentro era lo que ella deseaba. Sí, todo le indicaba que Raquel de alguna manera seguía enamorada de Roberto. Sí, podría quererlo pero no estaba enamorada como lo había estado de Roberto.
?Pero Fran, ¡se ha casado contigo! No se fue con él cuando le dijo que la seguía queriendo. Fran, Fran, estás dándole más importancia a algo que no lo tiene. ¡Sólo lleváis tres semanas casados y ya crees haber cometido un error!
?No, no he cometido un error casándome con ella. Nunca he querido a nadie como la quiero a ella pero por mucho que ella diga lo contrario el sentimiento no es recíproco. No de la misma manera. No lo sé. Me parece muy fuerte divorciarme pero no quiero atarla a mi lado si no está totalmente enamorada de mí.
?¿Por qué coño no pensaste eso antes?
?No lo sé. Lo noche que le pedí que se casara conmigo me vi envuelto por el ambiente de la boda. Estaba tan bien a su lado que no me di ni cuenta de lo que hacía.
?Ya, el ambiente y las copas que teníamos encima, macho, que nos bebimos hasta el agua de los floreros?bromeó Marcos intentando animar a su amigo.
?¡No exageres! Cualquiera que te oiga piensa que no era consciente de lo que hacía porque iba borracho y no es cierto.?dijo soltando una carcajada.
?Bien, eso es lo que quería. Hacerte reír. Fran, espera un poco. Deja pasar algo de tiempo. Si Raquel está contigo es por algo. No tiene pinta de ser de las que usan a los tíos.
?No, pero igual lo ha hecho inconscientemente porque se sentía bien conmigo, confundiendo amor con cariño. Vale, vale. No sé. Igual tienes razón. Esperaré un razonable.
Fran guardó el móvil en el bolsillo de su abrigo tras ponérselo. Se puso los guantes y el gorro de lana fuera hacía frío. Sabía dónde estaba Raquel. Saldría a su encuentro. Sí, sí que hacía frío. La humedad londinense se colaba en los huesos. Caminó durante un rato hasta llegar a la librería de Mr Robinson. Nada más llegar a la puerta vio a Raquel hablando con Mr Robinson. Estaban tan enfrascados en su conversación que no lo vieron entrar y cotillear entre los libros.
?Hacía semanas que no te veía, Raquel. ¿Qué tal tu nueva vida de casada?
?Sí, es que entre la luna de miel, mi vuelta al trabajo y el éxito que está teniendo la novela no he parado.
?¿Y cómo estás?
?Bien.
?¿Seguro?
?Sí, ¿por qué lo dice Mr Robinson?
?Robert, querida.
?No me acostumbro, Robert. ?dijo notando un pinchazo.
?¿No te acostumbras o es el nombre que te remueve?
?¿Qué? ?Raquel estaba sorprendida por aquella pregunta y entonces se dio cuenta que ella no recordaba haber dicho el nombre de Roberto. Ni siquiera recordaba haber hablado de él. ?Mr Robinson, Robert, ¿puede preguntarle algo?
?Claro. ¿Qué quieres saber?
?¿Cómo sabe lo del nombre?
?Sé más cosas de las que te imaginas, Raquel. ¿Alguna vez te he dicho el nombre de mi mujer?
?No pero ¿qué tiene que ver ella y su nombre en esto?
?Rachel, mi mujer se llama Rachel.
Raquel notó una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo. Una ligera brisa se levantó en la calle haciendo que algunas hojas entraran en la librería. Raquel se sorprendió ese mismo efecto lo había vivido antes. Yo he vivido esto antes, pensó, ¿el día de mi boda? pasó esto mismo y entonces sonó la música. Como por arte de magia los acordes de It had to be you comenzaron a sonar. Fran estaba paralizado apoyado en una estantería cargada de libros. Miró los libros, Hadas, duendes y demás seres mágicos, El poder de la magia, La magia del amorfueron tres de los títulos con los que sus ojos se toparon.
?Robert y Rachel, ¿me está tomando el pelo?
?No, querida. No acostumbro tomar el pelo y mucho menos a mis? digamos ahijadas.
?¿Ahijadas? ¿De qué está hablando? ¡Cada vez entiendo menos!
?Raquel, ¿crees en la magia? Sí, claro que crees en ella, eres escritora y tú misma la creas en tus escritos. ¿Crees que es casualidad que nada más llegar a Londres encontraras esta librería? ¿Crees que es casualidad que este pobre viejo la regentara? ¿Crees que es casualidad que te hayas pasado horas escuchándome hablar sobre mi mujer, sobre nuestra historia? ¿Crees que es pura coincidencia nuestros nombres? ¿Crees que es casualidad que Henry aparezca por cada rincón de la ciudad?
?¿Qué me está tratando de decir, Robert? Esto que estoy entendiendo no puede ser cierto. Esto no es un cuento de hadas.
?Querida, no será un cuento de hadas pero casi. No soy un hada típica. No tengo varita. No soy mujer. Te he tocado yo, un señor mayor eternamente enamorado de su mujer quien a pesar de haber olvidado su nombre sigue recordándome a su modo. No recuerda a este viejo pero sí al Robert que conoció a los dieciocho años. Raquel no puedes ir contra el destino. Fran es una bellísima persona pero no es tu destino.
Raquel no podía abrir más los ojos. La electricidad invadía su cuerpo. Los acordes de It had to be you sonaban y sonaban sin cesar. Debía estar soñando. No podía ser verdad. ¿Cómo iba a tener ella una especie de hada madrina? No, en algún momento abriría los ojos y estaría en la cama acostada junto al cálido cuerpo de Fran. Fran seguía la conversación estupefacto. ¿Qué demonios está pasando? ¿Hadas madrinas? ¿Destino? Sea como sea, está claro que yo no estoy en el de Raquel. Formaré parte de su camino pero no estamos destinados a estar juntos. Fran siguió oculto en aquel recoveco entre las polvorientas y repletas estanterías. Su mirada y la de Mr Robinson se cruzaron. Mr Robinson le dedicó una cálida sonrisa. Los ojos de Fran suplicaban su silencio. Mr Robinson asintió y guardó su secreto.
?Robert, entenderá que no terminó de creer en las hadas y en toda esta historia.
?Querida, te entiendo. Es difícil de creer pero es así. Tú y Fran no estáis destinados. Tu destino no está en Londres. En breve ya no vivirás aquí. El camino hacia Madrid ha comenzado a forjarse. En unos días te ofrecerán trabajo como columnista en una revista. Eso junto al adelanto que te va a dar la editorial para que firmes con ellos tu próxima novela te permitirá mudarte. Sí, no me mires así. No volverás junto a tu familia. Te quedarás en Madrid porque querrás estar cerca de él pero no lo llamarás. De hecho, no volverás a saber nada de él en casi dos años. Dos años que dedicarás a escribir y a crecer como escritora.
?¿De verdad, está hablando en serio?
?Raquel, mírame a los ojos. ¿Crees que te engañaría?
?No.
?Pero? ¿y Fran? Yo, yo lo quiero.
?Lo quieres pero no estás enamorada de él.
Mr Robinson miró de reojo a su invitado silencioso. Estaba serio, pálido, derrotado al confirmar sus sospechas. Luego, hablaría con él.
?De verdad, estoy alucinando con todo esto. Dudo que alguien creyera mi historia.
?Querida, una vez que salgas de aquí olvidarás todo esto. No recordarás esta conversación. Para ti hoy no habrá pasado nada de esto. Al salir escucharás la música de Henry y lo recordarás a él. Te vendrán a la mente todos los momentos vividos a su lado y hasta vuestra última conversación telefónica y sabrás que no puedes seguir engañando a Fran pero sobre todo a ti misma. Esta misma noche Fran y tú hablaréis sin hacerlo y volverás a tu antiguo apartamento donde te instalarás hasta volver a España en un par de meses.
?Pero, ¿y usted? ¿Lo volveré a ver?
?Por supuesto, mi querida niña. Cada semana mientras sigas aquí y no te preocupes por este viejo siempre estaremos en contacto. De una manera u otra?
Raquel se despidió de Mr Robinson. Aquella era sin duda la experiencia más extraña que jamás había vivido y viviría. Nada más poner un pie en la calle la brisa volvió a levantarse, las hojas se arremolinaron a su alrededor como si quisieran llevarse sus recuerdos. El viento trajo hasta ella aquellos primeros acordes del saxofón de Henry. Imposible no caer hechizada por aquella melodía. Una sonrisa se dibujó en sus labios y caminó hacia la música.
Henry estaba apostado en la esquina, rodeado de un nutrido grupo de turistas italianos que coreaban la canción. Raquel se mezcló entre ellos. Henry le dedicó una sonrisa y un guiño. Raquel no recordaba nada. En sus pensamientos sólo había hueco para Roberto. Roberto?
?Lo siento, Fran, gracias por haber cuidado de ella. Por haberla hecho feliz.
?Imposible no hacerlo.
Fran había salido de su escondite. Mr Robinson compartía con él una taza de té. Charlaron un buen rato sobre él, Raquel y Roberto. Sin embargo, por arte de magia nada más salir de la librería todo se borró de su mente. Deseaba llegar a casa y ver a Raquel. Sabía que debía hablar con ella.
?Hola, pensaba que estarías en casa?lo saludó Raquel mientras él se quitaba las prendas de abrigo.
?Me apeteció dar una vuelta. Llegué hasta la librería pero ya te acababas de ir?dijo tras besarla.
?Vaya.
?Raquel, tenemos que hablar.
?¿De qué?
?De ti, de mí y de Roberto? ¿te apetece una copa de vino? Yo la necesito.
?Vale?contestó notando un pinchazo en el estómago.
No hubo gritos ni malas caras. Ni siquiera malos recuerdos. Fran abrazó a Raquel antes de salir por la puerta. Aquella era su despedida. Tres semanas y cuatro días había durado su aventura de casados. No podía decir que habían sido los mejores momentos vividos a su lado porque no era así. Desde el mismo momento del ?Yes, I do? las dudas lo sobrevolaron y supo que no terminarían juntos. Estaban abrazados en la puerta junto a la maletas de Raquel. Él mismo iba a ayudarla a llevarlas hasta su casa, la que no debió dejar para casarse con él. Raquel no pudo contener las lágrimas. Era verdad no estaba enamorada de aquel hombre pero le dolía no estarlo. Él no se merecía esto y ¿qué hacía él? Abrazarla y consolarle. Secarle las lágrimas?
?No seas tonta, cariño. Esto no es una despedida. ¿Cuántas casas nos separan quince, veinte?
?Fran?
?Raquel, escucha, ya lo hemos hablado y esto es lo mejor quizás en otra vida podamos estar juntos.
* * * * *
Roberto retrocedió. No estaba seguro de lo que acababa de ver. Volvió a mirar el escaparate. Sí, estaba en lo cierto. Aquel era su libro. Allí estaba su nombre. Tenías que ser tú, vaya Raquel curiosa elección. Debía adquirir aquel libro y leerlo. Las campanitas de la puerta sonaron nada más abrirla mientras en la calle un pequeño torbellino de hojas secas se apoderaba de la acera. Roberto giró la cabeza. Era curioso el efecto producido por aquel remolino. Nada más entrar el viejo librero le sonrió y saludó. Roberto se sorprendió. No reconoció la cara de aquel viejo bonachón. Sí, pasaba muchas veces por delante de aquella librería pero no recordaba haber hablado con aquel viejo librero. Igual era amigo de sus abuelos, no vivían lejos de aquella calle. Sí, seguro que era eso.
?Buena elección.
?Sí, es el libro de una amiga.
?¿Amiga? Por tu mirada diría que algo más. Perdona que este viejo se entrometa pero tus ojos brillan de una manera especial.
Roberto sonrió. No estaba equivocado el librero. Era curioso que sin conocerlo reconociera aquella verdad en sus ojos.
?Sabe? tiene razón. Es alguien más que una amiga, bueno, pudo haberlo sido.
?Joven, no se rinda. La vida es larga, se lo digo yo que he vivido bastantes años. Le cuento una reflexión: ¿No ha subido alguna vez a un autobús o conducido su coche hacia un lugar y cuando creía estar a punto de llegar de pronto se ha encontrado con un desvío en su camino?
?Sí, claro?contestó?. ¿Qué me quiere decir?
?Ha retrocedido y tras conducir un poco más ha conseguido llegar a su destino. Raquel y tú estáis destinados a estar juntos?aseveró sorprendiendo a Roberto?pero aún no ha llegado vuestro momento. Todo llegará. No desesperes.
Roberto pagó su ejemplar. No sabía qué decirle a aquel viejo. Ni siquiera se atrevía a preguntarle de qué lo conocía y por qué afirmaba con tanta certeza su destino. Se despidió de él y salió mientras las hojas lo acompañaron hasta el coche. Nada más sentarse olvidó aquella conversación pero un halo de paz y de esperanza había anidado en él.
Elva Marmed