Los días pasaron sin darse cuenta. Raquel preparaba la maleta. No sabía que llevar. Guardaba una cosa y sacaba otra. No sabía qué harían estos días. ¿Ropa informal? ¿Tacones y vestiditos monos? Otra blusa que volvía a colgar en su percha. ¿Por qué le costaba tanto hacer la maleta? Estaba nerviosa. Histérica, más bien. Tenía tantas ganas de coger ese avión. Tenía tantas ganas de volver a estar con Roberto. Dieciocho días sin verse. Dieciocho días con sus respectivas noches. Cuatrocientas treinta y dos horas de lejanía. No lejanía no. En cualquier cosa lejanía física. Sí, sólo estaban separados físicamente porque no había día que no hablarán. Ya no se despertaba con el horrible sonido del despertador. No. De un tiempo a esta parte el beep beep del móvil era su despertador. Sí, ese beep beep le avisaba de sus besos mañaneros. Besos virtuales pero besos. A veces más cercanos, cálidos e incluso pasionales que los que se daban algunas parejas. Veinticinco mil novecientos veinte minutos más de conocimiento mutuo.
El Diario de Lucía