Tenías que ser tú. Capítulo 10.



Le encantaba las tardes de los viernes. Olía diferente. Olía a fin de semana y más aún cuando no necesitabas el abrigo. En primavera el ambiente es diferente, el humor de la gente parece cambiar y eso que los londinenses no tenían nada que ver con los españoles. Sin embargo, a pesar de las diferencias culturales, la primavera es la primavera. Al salir de su última clase y ver el espléndido cielo azul decidió ir a dar un paseo. No le apetecía irse directamente a casa. Raquel estuvo callejeando un rato. Parándose cada dos por tres para ver los escaparates. Entró en una vieja librería le encantaba pasar las horas allí rebuscando entre los libros, en más de una ocasión había encontrado libros interesantes entre las pilas y pilas de libros que había por todas partes.


El dueño ya la conocía. Más de una taza de té habían compartido juntos. Era un señor muy agradable, que seguía estando totalmente enamorado de su mujer, a pesar de no ser capaz de reconocerlo desde hacía años. Raquel no pudo evitar las lágrimas cuando en una de sus múltiples conversaciones Mr Robinson le contó su historia. Raquel no entendía el motivo por el que sentía aquella empatía por aquel viejo librero pero no había semana que no pasara por allí a saludarlo.

Estaba en medio de una animada charla con Mr Robinson cuando el beep beep del móvil la hizo callarse. Miró el móvil. No pudo evitar una sonrisa al ver su nombre.

¿Cómo estás preciosa? ¿Qué haces? ¿Qué planes tienes para hoy? ¿Cenita en casa de Val y David? Grrr?¡qué envidia me da Fran! Besos.

¿Envidia? No seas celosillo. Sí, hoy tengo cenita como cada viernes. Me has pillado en medio de una charla con Mr Robinson, el librero. Es un señor muy interesante. Te lo presentaré algún día. Besitos.

?Tu novio, ¿me equivoco? ?Preguntó Mr Robinson que se había percatado del brillo especial de los ojos de Raquel al leer el mensaje.

?¿Novio? La verdad, no sabría cómo definirlo pero sí, es una persona muy especial.

?Te brillan los ojos como a mi mujer cuando me veía al conocernos. Sabes a pesar de su enfermedad y de no saber quién soy aún sigue teniendo ese brillo en la mirada cuando me ve.

?Eso es bueno, Mr Robinson, el alzheimer no ha podido contra su amor. Estoy segura que de algún modo ella lo recuerda.

?Raquel eres un amor. ?dijo mientras se acercaba a una señora que esperaba para pagarle unos libros.

?Mr Robinson, nos vemos la próxima semana. Buen fin de semana.

?Buen fin de semana.

Un nuevo beep beep sonó en su bolso nada más salir de la librería.

Esta noche no hablamos entonces. Pásatelo muy bien. Yo voy a salir con éstos. Mándame un mensaje cuando regreses a casa antes de acostarte. Besos.

Así lo haré. Ahora ya voy de camino a casa. Quiero ducharme y cambiarme de ropa así que si estás por ahí podemos hablar un ratito. Besitos.

Raquel guardó el móvil y empezó a caminar rumbo a su pequeño apartamento. Tenía un paseo de más de quince minutos. Nada más llegar a la esquina comenzaron a llegarles las notas de una canción. No, no podía creerlo. El saxofonista del parque la saludaba desde la otra acera mientras le tocaba It had to be you, Raquel no pudo contener la risa mientras cruzaba acercándose al ya familiar músico.

?Hoy estás sola. ?dijo el saxofonista nada más terminar.

?Sí, parece que estamos destinados a encontrarnos por esta ciudad.

?Nos movemos por la misma zona.

?Gracias por la canción.

?De nada.

 Nada más llegar a casa encendió el ordenador. Aún era temprano. Tenía tiempo de sobra para charlar un rato con Roberto, ducharse y vestirse relajadamente para ir a casa de Valerie y David. Nada más encender el Messenger vio que Roberto ya estaba conectado.

Roberto: Hola, preciosa. Te estaba esperando.

Raquel: Hola, hola. No te lo vas a creer. ¿Sabes con quién me he tropezado de camino a casa?

Roberto: ¿Famoso?

Raquel: No.

Roberto: Grr, con Fran.

Raquel: No, frío frío.

Roberto: ¿Con quién?

Raquel: Con alguien que nada más verme me ha dedicado una canción.

Roberto: Ja ja ja, con el saxofonista. ¡Qué bueno!

Raquel: Me vio en la acera de enfrente y comenzó a tocar It had to be you.

Roberto: nuestra canción.

Raquel: Nuestra canción.

Roberto: Y tú sin pareja de baile.

Raquel: Sí.

Raquel se quedó contemplando en silencio la pantalla del ordenador. Sí, internet se lo acercaba pero no era lo mismo. Lo echaba de menos.

Raquel: Te echo de menos.

Roberto: Y yo a ti. Ya falta menos para tenerte por aquí.

Raquel: Sí.

Roberto: ¿Pasa algo, Raquel?

Raquel: No, nada. Estaba pensando lo diferente que es este fin de semana. La semana pasada estabas aquí.

Roberto: Ya.

Raquel: Bueno, tontito, me tengo que ir a la ducha para vestirme y marcharme.

Roberto: ¿Ya?

Raquel: Sí, no quiero ir con prisas.

Roberto: Un beso.

Raquel: Besitos.

Roberto se quedó preocupado. Sabía que Raquel no estaba bien. Estaba seria. No le había buscado las cosquillas. Yo, también te echo de menos, Raquel, pensó mientras seguía con los ojos clavados en la pantalla del ordenador. Raquel se había desconectado. Roberto seguía ante la pantalla del ordenador pensando qué podía hacer para hacerla sentir mejor. Irse a Londres estaba descartado. ¿Descartado? Abrió el buscador de viajes. Miró la hora. Había una posibilidad. Si lograba estar en dos horas en el aeropuerto podría plantarse esta misma noche en Londres y venirse la madrugada del domingo al lunes. ¿Por qué no? Llamó a David.

??No, no le he dicho nada. ¿Me puedes llevar entonces? Vale. Preparo la bolsa y nos vemos en la puerta de mi  casa en veinte minutos. Sí, ya tengo impresa la tarjeta de embarque. Hasta ahora.

Roberto corrió por la casa. Metió cuatro cosas en la bolsa de viaje y bajó como un rayo a la espera de su amigo. Esta vez te sorprendo, Raquelita, pensó mientras bajaba las escalaras. Llegó casi jadeando a la calle. Nada más salir a la puerta vio llegar a David.

?Estás loco, chaval. Ahora no me negarás que estás muy pillado.

?¿Nunca has hecho una locura? ?preguntó abrochándose el cinturón de seguridad.

?Muchas, lo sabes pero me superas con creces, tío, ¿te vas a Londres? ¿Lo sabe Raquel?

?No, es una sorpresa.

?¡Y tanto! ¿Pero a qué hora llegas?

?El viaje dura dos horas y media pero gano una hora por el cambio horario. Luego me toca coger el tren y el metro. Calculo que a eso de las once estoy por casa de Raquel.

?Pero, ¿está en casa?

?No, iba a cenar a casa de unos amigos pero está cerca. Creo que sabría llegar si no la espero en su puerta.

?Chico, no te reconozco. Raquel debe ser la ostia.

?Lo es y date prisa. Tengo el tiempo justo para llegar.

No tenía ganas de salir. No le apetecía ir a cenar pero no quería quedarse en casa. Necesitaba evadirse, tener la mente ocupada. Entre semana había podido llevarlo por estar trabajando pero ahora a las puertas del fin de semana lo echaba de menos. Veía a las parejas pasear y sentía una envidia atroz. ¿Por qué no podía tener una relación normal? Rebuscó en el armario. ¿Qué me pongo?,pensó contemplando la ropa. Optó por los socorridos vaqueros, una blusa roja y bailarinas del mismo color. Media hora más tarde ya estaba preparada para salir. Miró su móvil. Nada. No había nada. Dudó en enviarle un mensaje a Roberto. No lo hizo. No quería agobiarlo. Ya le enviaría un mensaje al regresar a casa.

Richard y Helen llegaban justo en el momento en el que lo hacía ella. Helen le preguntó por Roberto, las chicas habían quedado impresionadas con él. Raquel hablaba y hablaba de Roberto encantada de la vida. Sí, era su tema favorito. Hablar de él le hacía sentirlo un poquito más cerca. Parecía como si los casi mil trescientos kilómetros que los distanciaban sólo fueran eso kilómetros y nada más.

?¿Entonces vuelves a irte a Madrid a final de mes? ?preguntó Helen dándole un sorbo a su copa de vino.

?Sí, ya tengo impresos los billetes. ?contestó Raquel.

?¿Y pensáis mantener esta relación así durante mucho tiempo? ?preguntó Richard.

?Pues, no lo sé.?contestó Raquel mientras sus ojos se cruzaban con los de Fran, el cual estaba callado desde hacía un rato, porque aquel no era precisamente su tema de conversación favorito. ?. Sé que es una locura pero sabes, lo que dure duró porque ahora mismo estamos disfrutando de ella.

?Di que sí?la respaldó Helen. ?.Disfruta ahora. El tiempo ya dirá lo que tenga que decir.

A pesar de las horas de vuelo, el tren y aún faltarle media hora de metro Roberto se sentía más vivo que nunca. Nunca había hecho una locura como aquella. Cierto que nunca se había sentido atraído por alguien que viviera a tantos kilómetros de distancia. Tenías ganas de llegar a casa de Raquel. Tenía ganas de ver su cara. De conocer su reacción pero sobre todo tenía ganas de volver a besarla, abrazarla? Miró el reloj. Aún debe estar en casa de David y Valerie, pensó. Comprobó el  móvil. No tenía mensajes. Decidió enviarle uno:

Hola, preciosa, ¿cómo va la noche? Besitos de esos tuyos.

Nada más escuchar la llegada del mensaje cogió el móvil. Una sonrisa iluminó su rostro al ver el nombre de Roberto. Fran se levantó decepcionado. Estaba claro que no iba a poder tener nada con aquella chica que lo había cautivado desde su primer encuentro. Raquel no tardó en contestar bajo los atentos ojos de sus amigos que estaban pendientes de ella pero sin perderle la pista a Fran. No hacía falta ser muy inteligentes para saber qué estaba pasando.

Bien, tranquilita en casa de David y Val. Ya sabes noche española. Pensando en irme a casa. ¿Qué tal tú? ?Besitos?.

Bien, preciosa, ve para casa y facilítame la llegada, pensó Roberto mientras le contestaba.

En ello estoy yo. ¿Hablamos luego? Besitos.

No podía evitar reírse mientras escribía y enviaba el mensaje. Sabía que Raquel no se imaginaba que él apenas estaba a unas pocas paradas de metro de su casa.

?¿Te vas? ?preguntó David al verla levantarse de la mesa.

?Sí, quiero seguir trabajando en la novela. A ver si consigo darle un adelanto.

?Espera, te acompaño. ?dijo Fran que ya había regresado a la mesa. ?Tu casa queda de camino a la mía.

?Vale. Chicos nos vemos. ?Se despidió Raquel.

?¿Nos vemos mañana? ?preguntó Valerie.

?¿Mañana? No sé. Te llamo y te digo. ?dijo mientras besaba a sus amigos. ?Bye.

Nada más salir a la calle notaron la bajada de la temperatura. Una fina lluvia les hizo compañía durante todo el camino.

?Gracias por acompañarme, Fran.

?De nada. Si te apetece podríamos tomar algo juntos este fin de semana.

?Bueno, no sé. Fran, yo?

?No te preocupes. Sé perfectamente que estás con Roberto, pero ¿los amigos también toman café, no?

?Sí, claro.

?¿Entonces?

?Fran, te llamo y te digo, ¿vale?

?Vale?contestó decepcionado. ?, entiendo un no.

?No es un no, es verdad que necesito sentarme a escribir si quiero lograr lo que quiero. Si el domingo puedo te llamo, ¿vale?

?De acuerdo.

?Buenas noches.

?Buenas noches?contestó dándole un par de besos mientras aspiraba el olor de su perfume. ?, espero tu llamada.

Raquel subió a casa. Va a ser verdad que los hombres tienen ojo para estas cosas, pensaba mientras subía las escaleras. Nada más entrar en casa rebuscó en su bolso en busca de su móvil. Quería avisar a Roberto de su llegada. Sí, se moría por pasar un rato hablando con él, aunque fuera a través del ciberespacio:

Ya estoy en casa. Me cambio y enciendo el ordenador. Besitos.

Soltó el bolso y la chaqueta en el perchero que tenía en la habitación y enseguida cambió su ropa por la camiseta de Roberto. Ya no olía a él y empezaba a ser necesario darle un lavado. Escuchó un beep beep y corrió a por su móvil:

Enseguida me tienes ahí. Besitos

¿Cómo es posible que me emocione tanto un simple mensaje de texto? ¡Si sólo voy a chatear con él! ¡No viene para casa! Raquel vas a acabar mal como sigas así. ¡Esto es una auténtica locura!, pensaba mientras encendía el Messenger. Se sobresaltó alguien llamaba a la puerta. ¿Quién puede ser a esta hora? ¿Fran? No, no puede ser abajo está cerrado. Bueno, siempre ha podido entrar con un vecino. Se dirigió a la puerta dándose cuenta que no podía abrir de esa guisa. Miró por la mirilla. Volvió a mirar. ¡No puede ser!, pensó mientras Roberto le hacía gestos al otro lado. Raquel, estás viendo mal. Estás soñando, se decía mentalmente mirando una tercera vez por la pequeña mirilla. Abrió la puerta.

?Pensaba que tras tantas horas de viaje sería de risa que no me abrieras. ?comentó Roberto mientras Raquel se abalanzaba sobre él obligándolo a soltar la bolsa de viaje. ?.Bonita camiseta, te queda mejor a ti.

?¿Qué haces aquí? ?preguntó casi tartamudeando de la emoción.

?Te dije que enseguida me tenías aquí.

?Pero, pero pensaba que hablabas del Messenger. ¡Estás loco!

?¿Y este loco puede pasar? ?preguntó con una pícara sonrisa recogiendo su bolsa del suelo mientras Raquel tiraba de él para dentro.

?Dime que no hay braguitas color maquillaje caca debajo de mi camiseta. ?dijo enfatizando el posesivo.

?Mira que eres tonto. ?dijo colgándose de su cuello antes de besarlo.

?No, ya sabes que no lo soy. Sí sé que me ibas a recibir así hubiese venido antes.

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