Ya estaba en casa cuando recibió la llamada de Raquel. Le dio igual el volver a vestirse. Estaba encantado. No sabía a qué se debía aquel cambio de opinión pero estaba encantado. Decir lo contrario sería mentir. Ni diez minutos tardó en llegar a casa de Raquel.
Raquel minimizó las ventanas. Roberto seguía conectado. Le costaba desconectarse sabiendo que estaba allí. No, no era una buena idea que llegara Fran y ella estar hablando con Roberto. ¿Qué pensaría Fran si se enterara que había hablado con él? ¿Qué pensaría si le dijera que por unos minutos se había sentido como meses atrás? Sí, aquella era la verdad. Por unos minutos había olvidado todo lo sucedido en los últimos meses.
Raquel, durante unos minutos no. Estabas deseando volver a casa porque en el fondo tenías la esperanza de encontrar a Roberto conectado. Él te había dicho que estaría y tú, lo quieras reconocer o no, te conectaste con esa esperanza.
Dio un salto en la silla al escuchar su móvil sonar. Fran la avisaba que estaba en la puerta. Apagó el ordenador. El corazón le iba a mil. Necesitaba ocultar las huellas del delito.
Raquel, no seas tonta. No es ningún delito hablar con un amigo. ¿Amigo? No, Raquel, Roberto no es un amigo. Roberto es? Roberto, razonaba consigo misma mientras abría la puerta.
Nada más abrir la puerta se topó con la sonriente cara de Fran. Rebosaba felicidad. No le dio tiempo a decir una sola palabra. Fran se abalanzó sobre ella para besarla, haciéndola olvidar que durante toda la noche la imagen de Roberto la había estado rondando.
?No sé qué te ha hecho cambiar de opinión pero me alegro.
Roberto vio cambiar de color el muñeco del Messenger de Raquel. Sabía que su último comentario había sido del todo desafortunado.
? ¿Cómo coño se te ocurre decirle que si no dormían juntos? ¡Eres gilipollas, Roberto! ¿Qué demonios esperabas? ¿Qué ha pasado por tu mente? Roberto si dieran premios por hacer el imbécil esta noche te lo hubieran otorgado seguro. ¿Esta noche? Ja, esta noche no, te lo hubiesen dado hace unos meses cuando tú mismo te apartaste de su vida.
(Sí, Roberto. Ya era hora que te dieras cuenta de tu error. ¿Qué vas a hacer ahora? Igual estás a tiempo de subsanarlo. Igual aún no es tarde. ¿Por qué no la llamas o le escribes? A veces es más fácil hacerlo por escrito. No, no lo vas a hacer. Lo sé. Lo sabemos. No vas a poner remedio y te vas a arrepentir. Eso te lo digo desde ahora.
Sabes, no te entiendo. ¿A alguien le pasa lo mismo que a mí? ¿Alguien más no entiende su actitud? ¿Alguien más no comprende por qué deja pasar el tren? Vale, no soy de las que piensan que el tren sólo pasa una vez en la vida. No, el tren puede volver a pasar una, dos, tres? veces. Pensar lo contrario es ser derrotistas aunque cierto es que cuando pasa y no nos subimos así nos sentimos: derrotados. Sí, derrotados y por goleada pero hay que saber remontar. Aprovechar nuestra oportunidad de darle la vuelta al marcador.
Elva, ¿otra vez estás usando metáforas futboleras? Te prohíbo terminantemente volver a ver las noticias de deporte.
Ssh?ssh? es a ti. Sí, bonita, a ti. ¿Pensabas que te ibas a librar de mi charla? No, guapita. Roberto la ha ?cagado?. Yo puedo ser malvada-malvadosa, venga una mala pécora, pero tú? Tú tampoco tienes perdón de dios, o sea de mí. Sííí, ¡de mí! Porque si hablamos de dios para ti yo lo soy, ja ja ja.
¡Ésta sí que es buena! Yo una atea convencida resulta que para mis personajes soy dios, bueno, su diosa. Uauh, soy toda una divinidad. ¡Qué fuerte! ¡Ya me he liado! Volvamos al tema.
A ver Raquelita, ¿a qué estás jugando? ¿Sabes qué estás haciendo? ¿Sabes que no se puede jugar con los sentimientos de las personas? ¿Sabes que Fran está enamorado hasta las trancas de ti? ¿Y tú? ¿Qué sientes tú, Raquel?
No, no me mires así. Sí, yo sé lo que sientes. Sé lo que va a pasar pero no te puedo dar ni una sola pista. Tienes que vivir tu vida página a página, capítulo a capítulo. Tropezarte, caerte y aprender a levantarte.
¿Qué? ¿No vas a decirme nada?
?Elva, ¿qué quieres que te diga?
?¿Me puedes oír? Esto sí que no me lo esperaba.
?Sí, sí que puedo. Y en cuanto a tu pregunta? tú sabes mejor que yo como me siento. Sí, tienes razón. Igual estoy metiendo la pata. Igual no debería haberme lanzado a la piscina, a los brazos de Fran. ¿Cómo resistirse? ¿Has visto cómo es? Sí, claro que lo has visto. Es tu creación y tú lo has puesto en mi camino.
?Muy bien, Raquel, sólo te digo que ya no tengo el control sobre ustedes. Igual en la primera página sí pero ya en la segunda empezaron a cobrar vida y yo sólo cuento vuestra historia. Nada más. ¿Estás enamorada de Fran?
?Estoy aprendiendo a estarlo.
?Raquel, eso no se aprende. Se está o no se está. Te dejo. Ya no te molesto más, al menos por el momento. Vuelve con Fran. Cuídalo.)
?Te lo prometo, lo cuidaré.
Nunca antes la había escuchado hablar en sueños. Era divertido escucharla pero tenía la impresión de estar invadiendo su intimidad.
?¿A quién vas a cuidar? ?casi musitó Fran mientras la besaba en los ojos recién abiertos.
?¿Cuidar?
?Sí, estabas prometiendo cuidar de alguien.
?Pues, no me lo creerás pero creo que hablaba de ti. No me preguntes porque no sé explicarte mi sueño. Era muy raro.
?¿A mí? ?preguntó un risueño Fran mientras iba dejando un reguero de besos. ?¿Por qué tienes que cuidarme?
?No lo sé. Era un sueño raro.
?¿Por qué?
?Alucina, soñaba que éramos personajes de una historia. ¡No te rías! Hablo en serio. Justo le prometía a la escritora que te cuidaría.
?Cariño, menos mal que ya has terminado de escribir tu novela o terminarías loca.
?Sí, supongo que es eso pero? era tan real.
?Pues, era un sueño porque quiero pensar que no soy yo el que sueña?balbuceó mientras sus labios bajaban por su cuello.
?No, no es un sueño.
Nada. Apenas había dormido un par de horas. Era incapaz de borrar de su cabeza aquel reencuentro. Un cúmulo de sensaciones se debatía en su interior. Una voz interior le pedía reconocer su error. Esa misma voz interior le decía estar aún a tiempo de enmendar su equivocación.
No Roberto. Ella sigue en Londres y tú aquí, en Madrid. ¿Vas a abandonar todo e irte a Londres? No, no puedes, Roberto. Has buscado y no has encontrado nada. Además, ella está con Fran. ¿Acaso crees que volvería contigo?, la cabeza de Roberto daba vueltas y vueltas. La sentí tan cerca por unos minutos. Por unos momentos fue como cualquiera de nuestras charlas. Sí, era como si nada hubiese pasado entre nosotros. Sí, hasta que la jodí. De verdad, Roberto, sólo a ti se te ocurre insinuar que no compartían cama.
* * * * *
?Nos vemos mañana. Descansa.
?Sí, ahora mismo me meto en la cama, al final, tampoco he dormido este fin de semana.
?¿Me estás echando la culpa?
?No, por favor, ¿cómo puedes pensar eso?
?Uhmm?como me sigas mirando así no me voy. ?observó Fran agarrando a Raquel por la cintura volviéndola a besar. ?. Será mejor que me vaya antes de sucumbir a tus encantos. Nos vemos mañana.
?Hasta mañana.
Raquel cerró la puerta. Sus ojos se quedaron clavados en el ordenador. Lentamente dirigió sus pasos hacia él. Titubeó. En su interior deshojaba la margarita: ?lo enciendo? ?no lo enciendo?. Lo encendió. Escribió su contraseña. El muñequito del Messenger comenzó a girar. Se sentó. Respiró profundamente y clicó sobre el icono que tantos nervios le provocaba.
Verde. De un verde intenso estaba su muñeco. Estaba conectado. ¿Qué estás haciendo, Raquel? Ni ella misma entendía qué estaba haciendo. No, sí que lo sabía. Buscaba a Roberto y lo había encontrado.
?Ya has visto que está en casa y conectado. Apaga el ordenador. Desconéctate. Esto no te conviene. Tú estás con Fran.
No le dio tiempo a desaparecer. Demasiado tarde. Roberto la vio y no perdió ni un solo segundo en escribir un ?hola?.
Raquel: Hola.
Roberto: ¿Qué tal el fin de semana? ¿Ya en casita?
Raquel: Bien. Breve, como siempre. Y sí, quiero acostarme pronto. Necesito dormir, últimamente no duermo ni seis horas.
Roberto: Vaya, veo que tienes un novio incansable.
?Roberto, ¿qué has dicho? Ya has soltado un comentario inapropiado. ?dijo Roberto al darse cuenta de lo que había escrito.
Roberto: Perdona, no tenía que haber hecho ese comentario.
Raquel: No pasa nada. ¿Qué tal tu fin de semana?
Roberto: Tranquilo. Hoy en casa. Bueno, esta mañana estuve en casa de mis padres pero de resto aquí. ¿Y tú?
Raquel: Tranquilos. En casa. Bueno, esta mañana salimos a dar un paseo por Hyde Park.
Roberto: Bonito parque.
Raquel: El Retiro también es muy chulo.
Roberto: Sí.
Raquel: Y por supuesto mis Jardines del Turia.
Roberto: Ja ja ja, tú barriendo para tu tierra pero sí el antiguo cauce del río está muy bonito. ¿Has visto a nuestro saxofonista particular?
Raquel: Sí, ayer mismo lo vi.
Roberto: ¿Y te tocó nuestra canción?
Raquel: Sí.
Roberto: Sabes. Hace unas semanas llevaba a mi madre en el coche sonó la canción y pensó que me había vuelto loco porque me dio un ataque de risa. No entendía que me hacía tanta gracia.
Raquel: Ja ja ja. Imagino.
Roberto: Tuve que explicarle toda la historia y bueno?
Raquel: ¿Qué?
Roberto: No me entiende.
Raquel: ¿Qué no entiende? ¿Qué te rieras?
Roberto: No, que te dejara ir?
Raquel: Yo no me he ido a ninguna parte.
Roberto: Lo sé. Sigues en el mismo sitio? en la misma ciudad?
Raquel: Sí, y tú.
Roberto: Sí, y yo. ¿Cómo están todos? ¿Seguís celebrando las cenitas españolas?
Raquel: Sí, religiosamente cada viernes. Todos de maravilla. ¿David y Jose?
Roberto: Como siempre, locos.
Raquel: Ja ja ja, dignos amigos tuyos.
Roberto: Eh, aprovechando para meterte conmigo.
Raquel: ¿Acaso no lo estás?
?No, Raquel, no tenías que haber hecho esa pregunta, como haga el juego de palabras, ¿qué vas a decir?
Raquel: Roberto, te dejo o me liaré a hablar y quiero acostarme temprano.
Roberto: Oh, ¡qué pena! Estaba disfrutando de tu compañía. ¿Estarás mañana?
Raquel: ¿Mañana?
Roberto: Sí, ¿estarás conectada?
Raquel: No lo sé.
Roberto: Bueno, por si no nos vemos que tengas una buena semana.
Raquel: Lo mismo te digo.
Roberto: Un beso.
Los dedos de Roberto repiqueteaban en la mesa a la espera de una respuesta. Una enorme sonrisa se dibujó en su cara al ver los labios que Raquel le enviaba.
* * * * *
Soltó las llaves sobre la mesa de la entrada. Entró por el pasillo de su casa quitándose la chaqueta y desanudándose la corbata. Dejó la chaqueta en el espaldar de la silla de su pequeño despacho. Encendió el ordenador. Llevaba todo el día esperando ese momento. En realidad, no estaba seguro de que Raquel se conectara pero tenía la ilusión de que lo hiciera y hablar con ella. Vio girar y girar el símbolo del Messenger.
Rojo. Su muñeco estaba rojo. No estaba conectada. Miró la hora. Eran cerca de las nueve, una hora menos en Londres. A esa hora Raquel estaba en casa. A esa hora Raquel siempre estaba conectada cuando sus vidas iban por la misma senda. Dejó el ordenador encendido. Necesitaba una ducha.
Raquel: Hola.
Cinco minutos más tarde?
Raquel: Veo que no estás. Sólo quería saludarte y decirte que no iba a estar conectada. He venido a casa a por ropa porque me voy a quedar en casa de Fran. Besitos.
Roberto: Estoy aquí. Estaba en la ducha.
Ya no estaba. Raquel ya no estaba. Había llegado tarde. Leyó el mensaje sintiendo una punzada en el estómago. En casa de Fran. Va a quedarse a casa de Fran. Va a dormir a casa de Fran.
?Sí, sí?dormir.
Apagó el ordenador. Desilusionado. Desinflado. Cabreado consigo mismo. Tenía lo que él mismo se había buscado. ¿Qué esperabas Roberto? ¿Acaso creías que no tenía mejor manera de pasar la tarde noche del lunes que hablando contigo? Ni siquiera sé cómo te saluda. Es un milagro que te dirija la palabra. No, no es un milagro. El motivo es Fran. Él le ha hecho olvidarse de ti. Ella te está demostrando que puede ser amiga tuya, que puede hablar contigo como si nada pero ¿y tú? ¿Puedes tú conformarte con ser amigo suyo?
El martes volvió a probar suerte. Nada. Raquel no apareció. El miércoles lo intentó de nuevo. Nada. Tampoco se conectó. Le resultó extraño. Raquel siempre tenía el Messenger encendido mientras trabajaba en su novela. Debe haberla terminado, pensó. No, prometió enviarme el borrador al terminarla. No seas imbécil, Roberto, eso fue antes de lo vuestro. El jueves volvió a probar suerte y nada. La tierra se la había tragado. El viernes volvió a probar sin esperanza.
El color de la esperanza era el que mostraba aquel muñeco. Raquel estaba conectada. Por fin, tras una semana la encontraba conectada.
Roberto: Hola, guapa, ¿qué tal tu semana?
Raquel: Hola. Bien, ¿y la tuya?
Roberto: Liada. Sin tiempo de respirar. Venga, lo habitual.
Raquel: Hace un momento vi tu saludo del lunes.
Roberto: Ah, nada.
Raquel: Es que no me he conectado en toda la semana.
Roberto: Yo tampoco.
Mintió. No podía confesarle que cada noche había encendido el ordenador con la ilusión de verla.
Raquel: Y hoy me pillas de casualidad. Sólo he entrado un momento para comprobar mi correo.
Roberto: Ya. Hoy tienes la cena de los viernes.
Raquel: Sí. ¿Y tú, no sales?
Roberto: Sí, ahora me cambio de ropa y salgo que he quedado con estos.
Raquel: Salúdalos de mi parte.
Roberto: Y tú de las mías. Bueno, de mi parte que en plural queda un poco raro, je je je.
Raquel: Ja ja ja, lo haré. Te dejo que aún estoy a medio vestir.
Roberto: No, no, no. Muy mal, Raquel. ¿Por qué me dices eso?
Raquel: ¿El qué?
Roberto: Que estás a medio vestir.
Raquel: Ja ja ja. ¡Mira que eres tonto!
Roberto: Sabes que no lo soy. Bueno, quizás, sí.
Raquel: ¡Y sin el quizás! Ja ja ja.
Roberto: ¡No te aproveches!
Raquel: Si no lo hiciera no sería yo.
Roberto: Cierto.
Raquel: Roberto, te dejo o llegaré tarde.
Roberto: Buen fin de semana.
Raquel: Lo mismo te digo.
Roberto: Besitos.
Un par de labios rojos a modo de beso salieron en la pantalla de Roberto mientras veía como se desconectaba Raquel.
* * * * *
?Raquel, ¿estás aquí? ?le preguntó Valerie chasqueando los dedos justo delante de sus ojos.
?¿Qué? Sí, perdona. ¿Qué me decías? ?preguntó tras darle un sorbo a su copa.
?¿Te sucede algo? Andas un tanto distraída.
?No, nada. ?respondió bajo las atentas miradas de Valerie y Helen.
Raquel se levantó del sillón. Atisbó tras la puerta de la cocina. Fran, David y Richard andaban liados en la cocina. Valerie y Helen se miraron extrañadas. Sus miradas se comunicaron sin necesidad de hablar.
?¿Qué pasa? No nos mientas, Raquel. ?Esta vez era Helen la que le preguntaba.
?He hablado con Roberto?soltó volviéndole a dar un trago a su copa?. No, no me miréis así. No ha pasado nada de nada. Sólo hemos hablado y nada más. Quería saber cómo estaba.
?¿Y si no ha pasado nada por qué todo este misterio? ?quiso saber Valerie.
?Porque no le he dicho nada a Fran. No sé si es buena idea decírselo.
?¿El qué no me has dicho? ?preguntó un sonriente Fran que salía con un par de bandejas de la cocina.
?Nada. Una tontería.
?¿Qué tontería? ?preguntó acercándose a ella y dejándole un par de suaves besos en los labios.
?Nada, que hablé con Roberto. ?contestó tragando saliva.
?Ah
Todos los ojos estaban pendientes de ellos. El silencio se había adueñado de aquel salón.
?¿Te ha llamado?
?No, me ha saludado por el Messenger. Ha sido sólo un momento. Quería saber cómo estaba.
?Ya. ¿Y cuál era el problema?
?No sé. No estaba segura que te gustara la idea de que hubiese hablado con él.
?No, claro que no me molesta.
?Chicos, ¡a la mesa que se enfría la cena! ?clamó David intentando cambiar el rumbo de la conversación.
Raquel cogió de la mano a Fran. Todos los vieron entrar en la cocina y salir al jardín.
?Lo siento, Fran, iba a decírtelo.
?Raquel, no tienes que justificarte. No pasa nada porque hables con Roberto. ¿Ha pasado algo que debería saber?
?Nada. Sólo nos saludamos y hablamos un momento. Nada serio. Un cómo estás, qué tal te va todo. Me dijo que te saludara y poco más.
?¿Sabe lo nuestro?
?Sí.
?¿Se lo contaste?
?No hizo falta. Lo sabía. Nos vio en Peñíscola.
?Vaya. Por cierto, por Peñíscola, ¿te apetece volver el mes que viene?
?¿A Peñíscola?
?Sí, a una boda. Se casa un amigo. Yo ya ni me acordaba y hoy me ha llamado para recordármelo. ¿Te apetece ir conmigo?
?Por supuesto.
?Sabes que te quiero, ¿verdad? ?le susurró mientras la abrazaba.
?¿A sí? No me había dado cuenta.
?Vaya, vaya, tendremos que hacer algo para que te des cuenta de ello?dijo volviéndola a besar. ?.Te quiero y recuerda que puedes contarme lo que sea.
?Fran.
?Dime?dijo volviéndola a besar.
?Me estoy orinando si no voy al baño ahora mismo me lo hago encima.
?¡Qué romántica es mi chica! Anda corre. No vayas a hacértelo encima.
Fran le guiñó un ojo y entró tras ella en la casa. Sonreía pero su cabeza sólo pensaba en una cosa: Roberto.
Elva Marmed