El tiempo invitaba a callejear. El osado sol, desafiaba a las nubes, asomando sus cálidos rayos de sol entre ellas. Probablemente, en unas horas la lluvia haría acto de presencia y el arcoíris les regalaría sus colores pero, ahora estaban encaminando sus pasos rumbo a Hyde Park. Aprovecharían aquellos primaverales rayos de sol para hacer un picnic en el parque, ya luego correrían huyendo de la lluvia si fuera necesario. Raquel y Roberto paseaban tranquilamente, disfrutando de la mutua compañía. Los dedos de sus entrelazadas manos jugueteaban entre ellos mientras iban rumbo al conocido parque londinense.
?¿A qué llamas cerca? ?Preguntó con sorna Roberto a los diez minutos de estar paseando.
?No seas quejica, ya falta poco.
?¿Qué es poco? Porque yo ya no lo tengo claro.
?¿El niño está cansado?
?Tú, tú, te estás ganando un azote. ?Bromeó.
?Ja ja ja, ¡no hay valor!
?No me tientes. ?Rio.
?En unos diez minutillos más estamos allí.
?¿Diez minutos más?
?¿No estás disfrutando del paseo? ?Preguntó Raquel parándose en seco en medio de la calle. ?¿Y de la compañía?
?Anda, anda, no me pongas morritos. ?respondió antes de besarla. ?.De la compañía siempre, aquí o en un ascensor.
?Lógico, es que soy irresistible. ?dijo entre risas.
?Bien que lo sabes.
?Anda, vamos que estamos a nada de llegar a Kensington Park, lo atravesaremos.
Un despliegue de turistas invadía el parque. Un par de veces se pararon para Raquel dar indicaciones a turistas perdidos a pesar de llevar el mapa en la mano. Parada para fotos. Parada para un beso. Parada para un café. Parada para sacarle foto a un grupo de japoneses que le indicaron donde debía colocarse para sacar la mejor toma. Parada para un beso. Parada para explicar a unos españoles como llegar a la estatua de Peter Pan. Parada para un beso. Parada ante un saxofonista.
Roberto y Raquel parecían haber sido atrapados por la música. Aquel señor de largas barbas no tocaba el saxofón, hacía pura magia. Un corrillo de gente lo rodeaban. Imposible no pararse a escucharlo.
?Me gusta esa canción. No recuerdo el título. ?Le susurró Raquel a Roberto.
?It had to be you.?contestó invitándola a bailar.
Raquel no pudo negarse. Tampoco pudo evitar la risa. Sin darse cuenta Roberto la había agarrado por la cintura y mano moviéndose al compás de la música. Nuevamente volvía a sorprenderla. No era Chayanne pero se defendía muy bien con los pies. Bailaron toda la canción. Dejaron un par de libras en el estuche del saxo y charlaron un rato con el saxofonista que los invitó a seguir bailando para captar más público. Rieron la broma y tras despedirse siguieron su camino por el parque.
Extendieron la manta sobre la hierba, unos cuantos metros más adelante, dejándose caer sobre ella. Los acordes del saxo llegaban de cuando en cuando hasta ellos. Estuvieron en silencio durante un buen rato. Ambos contemplaban fijamente las nubes mientras sus cabezas no dejaban de dar vueltas a un mismo tema: ellos. ¿Qué pasaría con ellos? ¿Era viable aquella relación a distancia?
Roberto estiró su brazo izquierdo. Su mano buscaba la de Raquel. Raquel se la apretó con fuerza. Ambos sabían en qué estaba pensando el otro. Ninguno dijo nada. Se miraron fijamente a los ojos y sonrieron.
?¿A que ha valido la pena venir hasta aquí?
?¿A Hyde Park o a Londres?
?Je je je, Hyde Park.
?Bueno, a ambos te digo que sí. ?Asintió antes de besarla. ?.Esto se está convirtiendo en una adicción.
?Por lo menos no te sale cara. ?Bromeó Raquel.
?Eso depende de cómo se mire.
?Sí, supongo que he de darte la razón.
?¿Y después de este fin de semana cuándo nos volveremos a ver? ?Preguntó Raquel apoyándose sobre sus codos.
?No pensemos en eso ahora. Disfrutemos del fin de semana y ya pasará lo que tenga que pasar. Empiezo a tener un poco de hambre, ¿y tú?
?También.
Raquel sacó los sandwiches y un par de latas de cola de la mochila. Disfrutaron de una animada charla mientras comían. Ambos tenían muchas cosas que contarse. En el poco tiempo, que habían pasado juntos, habían conocido más del otro que de muchos de los amigos de toda la vida. Entre más se conocían más atraídos se sentían. Pronto tendrían que tomar una decisión.
La suave brisa pronto se convirtió en un insistente viento. Ambos miraron al cielo dándose cuenta que las nubes cada vez estaban más oscuras.
?Creo que va a ser mejor marcharnos. ?dijo Raquel levantándose.
Recogieron la manta y metieron los restos de la comida en una bolsa. Roberto pasó su brazo sobre los hombros de Raquel y volvieron por el camino por el que habían venido. El saxofonista, haciendo caso omiso de las nubes, seguía tocando. Al verlos acercarse les dedicó un guiñó y empezó a tocar It had to be you. Raquel y Roberto se sonrieron y volvieron a bailarla junto al saxofonista. Una suave lluvia comenzó a hacer acto de presencia mientras bailaban. A ellos no les importaba. Al saxofonista parecía que tampoco.
La gente pasaba por su lado sin poder evitar sonreír al verlos bailar al compás de la música. Raquel no podía evitar reírse mientras Roberto la dejaba caer sobre su brazo.
Nada más terminar de bailar se despidieron del saxofonista, el cual comenzaba a recoger sus cosas. La lluvia comenzaba a ser cada vez más fuerte. Corrieron bajo la lluvia durante un buen tramo hasta salir del parque y meterse en un café.
?¿Café?
?Sí?asintió Roberto sentándose en una de las pocas mesas libres. ?, bueno, creo que tenemos canción. ?comentó Roberto al regresar Raquel con los cafés y sentarse.
?Ja ja ja, sí creo que nos han regalado un tema. Es realmente muy bueno. No es la primera vez que lo oigo tocar y siempre consigue que me pare.
?¿Pero a que nunca habías bailado? ?Preguntó Roberto guiñándole un ojo.
?No, va a ser que no. No suelo yo bailar en la calle.
?Bueno, entonces he sido el primero en esto. Algo es algo. ?contestó burlón.
?Mira que eres tonto.
?No, ya te lo he dicho, preciosa. No lo soy, lo estoy.
?No sé. No sé. Yo creo que algo de tontería traías de fábrica. Y por cierto, déjame decirte que me has sorprendido con tu destreza bailando.
?Gracias, gracias, pero tampoco exageres. No soy Fred Astaire, deberías conocer a mi amigo Gonzalo, creo que se las lleva a todas de calle por ser buen bailarín. No, mejor no te lo presento no lo vayas a preferir a él. ?Bromeó. ? Bueno, ¿me vas a contar algo sobre esa novela?
?No, nada de nada, hasta que no la tenga terminada. Además, la he cambiado un pelín.
?¿Y eso?
?Nada, cosas que pasan. Ideas que te vienen a la mente tras??se interrumpió así misma. ?.No, hasta ahí puedo leer que me terminaré traicionando a mí misma y hablando más de la cuenta.
?Estos escritores maniáticos.
?Uhm, ¡ya quisiera yo ser escritora!
?Tiempo al tiempo, preciosa. Seguro que un día de estos me veo en una larga cola para que me firmes un libro.
?¡Ojalá! ?Exclamó Raquel.?Espero que tengas dotes adivinatorias y se haga realidad.
?Ya verás que sí. Venderás y venderás. Dejarás Londres y te vendrás a Madrid.
?Ja ja ja. Tú eres muy listo.
?Sí, toda la razón.
?Creo que deberíamos aprovechar que no está lloviendo para volver a casa. ?comentó Raquel mientras miraba por la cristalera.
?Raquel? la llamó Roberto agarrándola de la mano y haciéndola permanecer en su asiento. ?, ¿dejarías Londres y te vendrías a Madrid?
?¿Qué?
?En el caso de dedicarte única y exclusivamente a escribir te plantearías volver a casa.
?Roberto, mi casa está en Valencia.
?¿Volverías a Valencia?
?No lo sé, Roberto, me gusta vivir aquí. A pesar del clima, de estar lejos de la familia me gusta Londres.
?¿Y yo?
?Tú, esa es una buena pregunta. Tú eres mi único problema.
?Vaya, soy un problema.
?No, no en el mal sentido. Me gustaría tenerte siempre a mi lado y no a fines de semana robados al calendario.
?¿Y eso qué significa?
?¿Qué significa? ?preguntó desconcertada. ?No lo sé. Sí, sí lo sé, que me gustaría tenerte a mi lado, que te echo de menos cuando no estoy contigo.
?Y yo a ti. ¿Te vendrías a Madrid?
?Roberto no puedo irme a Madrid.
?¿No puedes o no quieres?
?Esto?esto se está poniendo demasiado serio.
?Contéstame, por favor. No sé adónde demonios va esta relación nuestra.
?Roberto, no puedo irme a Madrid. Mi trabajo está aquí. Ahora mismo sería una locura volver a España sin un contrato de trabajo firmado y refirmado. Me gusta Londres, me gusta mi trabajo y ahora no puedo plantearme marcharme.
?¿Ni por mí? ?inquirió apretándole la mano mientras la miraba fijamente a los ojos.
?Roberto de volver a España ten seguro que tú serías el motivo pero entiéndeme no puedo irme en estos momentos.
?Lo sé?contestó antes de besarla.
?¿Y tú?
?¿Yo qué?
?Tú has empezado esto, me has planteado irme a Madrid pero? y tú, podrías venirte a Londres. Déjalo, no contestes. ?continuó al ver el serio rostro de Roberto. ?Vámonos, anda, o nos volverá a pillar la lluvia.
Roberto y Raquel salieron del café agarrados de la mano. Callados recorrieron un buen tramo de la calle hasta llegar a una esquina en la que se cruzaron con el saxofonista de Hyde Park. El saxofonista ya los había visto percatándose del serio rostro de la pareja. No se lo pensó dos veces y cambió de melodía. It had to be you llegó hasta los oídos de Raquel y Roberto. Imposible no sonreír. Imposible no abrazarse fuertemente y seguir el ritmo con los pies al escucharla.
?Terminará por contratarnos como pareja de baile?bromeó Roberto. ?, somos la nueva versión de la cabra que actuaba con Esmeralda en El Jorobado de Notredam. ?concluyó arrancándole una carcajada a Raquel.
****
?¿Raquel? ?escuchó tras ella. Raquel se giró y allí estaba Fran.
?Hola, Fran, ¿qué tal? Últimamente no hacemos más que encontrarnos.?comentó Raquel. ?Roberto te presento a Fran, uno de los españoles que acuden a las locas cenas de los viernes. Fran, éste es Roberto.
?Un placer?contestó Roberto tendiéndole la mano a Fran, el cual lo observaba detenidamente.
?¿Te ha llamado Valerie? ?preguntó Fran.
?Pues no, bueno, la verdad es que no le he prestado mucha atención al móvil. Es más, me estoy acordando que lo dejé en casa. ¿Qué ha pasado?
?No, nada. Nada malo. No pongas esa cara de susto. ?dijo Fran mirando a la parejita. ?.Ayer se suspendió la cena porque eran más los que faltabais que los íbamos y se ha pasado para esta noche, que todos podíamos. ¿Vas a venir? Quiero decir, ¿vais a venir?
?Eh, no lo sé. ¿Te apetece Roberto?
?Uhm? podría estar bien así conozco a tus amigos. Por mí no hay ningún problema.
?Genial?dijo Fran. ?.Nos vemos luego entonces.
?Vale, llamo a Val y le confirmo que seremos dos. ?dijo Raquel con una sincera sonrisa. ?.Hasta luego.
?Me temo que le he caído mal. ?dijo en tono burlón Roberto nada más retomar la marcha y alejarse de Fran.
?¿Qué? ¡No digas tonterías! ¿Por qué le ibas a caer mal?
?Tal vez porque ha visto que te llevaba agarrada de la mano, tal vez porque le gustas. ?dijo sin poder evitar la risa.
?¿Qué dices? ¡Tú alucinas!
?No, yo no alucino. Sé perfectamente de lo que hablo. ¿Crees que no conozco las miradas que echamos los tíos cuando vemos competencia?
?Ja ja ja. A ver, ¿y cuál es esa mirada??preguntó mirándolo divertida.
?La que ha puesto Fran cuando me lo has presentado, ni más ni menos que esa.
?Mira que eres tontito y no me sueltes tu latiguillo.
?No es un latiguillo, es la realidad, no soy tonto, lo estoy. ?Repitió.
La lluvia los sorprendió dos esquinas antes de llegar a casa. Aceleraron el ritmo pero eso no evitó llegar calados hasta los huesos. Entraron en el pequeño apartamento chorreando agua por todas partes.
?Creo que será mejor quitarnos estas ropas.
?Sí, es lo mejor que has dicho en todo el día. ?afirmó Roberto dedicándole una pícara sonrisa. ?¿Te ayudo?
?¿Ayudarme? Hace mucho que me desvisto sola. ?Rio.
?Será porque quieres porque ya veo que candidatos no te faltan. ?dijo besándola y quitándole la mojada camiseta.
?Uhm, veo que esto va para largo. ?comentó mientras notaba los dedos de Roberto buscando los botones de los vaqueros. ?.Dame un minuto para confirmarle a Valerie nuestra asistencia.
?¿Has de llamarla ahora? ?gruñó Roberto besándole el cuello mientras caminaban por el loft en busca del móvil.
?Sólo me llevará un minuto te lo prometo.
?Contaré los segundos. ?Le susurró al oído mientras Raquel comprobaba las múltiples llamadas de su amiga y marcaba su número.
?Hola, Val. No, olvidé el teléfono en casa. Sí, lo sé. Nos encontramos con Fran y me contó. ?Le decía Raquel a Valerie mientras notaba los besos de Roberto bajando por su cuello hasta sus hombros. ?.Sí?sí? ?dijo tragando saliva. ?.Nada. No me pasa nada. Nos vemos en tu casa. A la hora de siempre. Vale.
?Pasa de un minuto. ?Le susurró al oído Roberto.
?¿Qué? Sí, muy bien. Hemos estado en Hyde Park. Sí, nos ha pillado la lluvia. De hecho, he de dejarte porque llevo la ropa empapada y como siga con ella un minuto más acabaré en la cama.
?Buen sitio la cama. ?comentó en baja voz Roberto. ?Y no mientas ya no llevas la ropa.
?Valerie, luego hablamos. Un beso. ?dijo Raquel intentando acabar la conversación.
?Genial porque tengo muchas ganas de conocer a Roberto. ¿Se llama así, no? ¿Te pasa algo, Raquel? ?Le preguntaba Valerie al otro lado de la línea.
?Sí, Roberto. No, no me pasa nada. Luego vamos. ¿Una hora? Bueno, igual tardamos un poquito más? contestó intentando concentrarse en la conversación. ?.Acabamos de llegar y hemos de ducharnos y cambiarnos de ropa. Te dejo Valerie, bye.
Raquel le colgó el teléfono a su amiga. Ya no podía aguantar más.
?Eres mala persona.
?Eso es nuevo, además de tonto ahora mala persona. Me pregunto qué has visto en mí. ?dijo sin dejar de besarla.
?Eso mismo me pregunto yo. No me has dado ni un minuto. No sé qué ha debido pensar Valerie.
?¿Si quieres luego se lo explico?
?Mejor no. ?respondió dejándose caer en la cama mientras tiraba de él.
?Sí, mejor no, no vaya a ser que tu amiguito Fran me oiga y me fulmine allí mismo.
?Estás muy cansino con Fran, casi diría que estás celoso. ?comentó entre beso y beso.
?En cierto modo sí, él está aquí, yo el lunes volveré a Madrid.
?Te equivocas, él no está aquí. Aquí en mi cama estás tú, tontito.
****
?Así que tú eres el famoso Roberto, había oído hablar mucho de ti. ?dijo Valerie nada más conocer a Roberto.
?¿Famoso? ¿Tanto hablas de mí, preciosa? Terminarás por aburrir a tus amigos. ?bromeó Roberto.
?Anda, anda, tanto no le he contado. No me seas exagerado. ?respondió Raquel ante los divertidos ojos de Valerie, quien nunca había visto a su amiga así. ?.Vente que te presento al resto. ?Continuó Raquel tirando de Roberto rumbo al salón donde estaban ya todos. ?Hola?saludó Raquel nada más entrar en el salón. ?.Éste es Roberto. Roberto, éstos son David, Helen, Richard y bueno a Fran ya lo conoces.
?Hola?dijo Roberto mientras David se acercaba tendiéndole la mano.
?Un placer tener a un paisano por esta casa.
?Gracias a vosotros por invitarme.
?¿Vino? ?preguntó David.
?Sí, gracias.
?Raqueliña, a ti ni te pregunto. ?dijo David dándole una copa a Raquel.
?Raquel? se escuchó desde la cocina. ?, ¿puedes venir un minuto?
?Roberto te dejo en buenas manos, voy a ver para qué me necesita Val.
?Ya sabes que si necesita explicaciones voy. ?le susurró al oído.
?Tonto?contestó Raquel empujándolo suavemente y sonriéndole a Fran que los observaba desde el sillón.
?Te lo dije, preciosa.
Raquel dejó a Roberto en el salón. Imaginaba para qué la necesitaba Valerie, tenía claro que querría cotillear sobre Roberto. Nada más entrar en la cocina vio a Valerie terminando de preparar una bandeja de canapés variados.
?Ahora entiendo tus viajes a Madrid. ¡Cómo está Roberto! Te lo tenías calladito.
?Ja ja ja, ¿es guapo, verdad? Pues, es más encantador que guapo.
?Sí, y no te voy a preguntar qué hacíais esta tarde mientras hablabas por teléfono conmigo. ?dijo entre risas viendo cómo le subían los colores a su amiga. ?. Cuéntame, ¿vais en serio?
?Ir en serio. Uff? todo lo en serio que se puede ir estando a más de mil kilómetros de distancia.
?Raquel, ahora entiendo tus escapadas a Madrid. ?Las interrumpió Helen que acababa de entrar en la cocina.
?¿Entonces? ?insistió Valerie.
?No lo sé, Val. ¡Ojalá, tuviera una respuesta!
?¿No hay posibilidad de que se venga? ?preguntó Valerie mientras veía Raquel negar con la cabeza. ?Si estáis destinados acabareis juntos.
?No creo en el destino, al menos no en destinos escritos, cada uno se labra su propio camino y si nosotros queremos estar juntos? uno tendrá que hacer un gran cambio en su vida. Dejar trabajo, amigos? mudarse de ciudad.
?Ya lo hiciste una vez. ?Volvió a interrumpir Helen.
?Sí, pero en realidad me vine a hacer un curso y luego surgió lo de quedarme. No me vine detrás de nadie. Lo hice por mí. Ahora es diferente, sí lo haría por mí y por él pero no puedo dejar la seguridad que tengo aquí por algo que no sé si es serio o algo efímero. Hemos pasado muy poco tiempo juntos, Val, sería una locura, por cualquiera de las dos partes, arriesgarse.
?Bueno, pues, dale tiempo al tiempo y ya verás qué sucede. ?dijo Valerie acercándose a ella para acariciarle la cara. ?.No te pongas seria, además, si no es Roberto, conozco a alguien que tiene unas ganas locas de estar contigo.
?Fran.
?¿Quién te lo dijo?
?Roberto? dijo sin poder aguantar la risa.
?¿Roberto?
?Sí, parece ser que tiene un ojo clínico, que los chicos entienden de esas cosas más de lo que nosotras creemos.
?Pero?
?Nos tropezamos con él esta tarde de camino a casa y nada más irse Fran me lo dijo. Yo pensaba que eran tonterías suyas pero ya veo que no.
?No, para nada. Desde que te conoció en casa le gustaste.
?Raquel, estás en racha. Ambos están muy bien. ?dijo Helen.
?Chicas, ¿vais a dejar de cotillear y veniros al salón? ?gritó David desde el salón.
?Mejor será que volvamos al salón. ?comentó Raquel. ?¿Qué saco?
?Toma esta bandeja.
?Hombre, las desaparecidas. Ya pensábamos que la cena se había trasladado a la cocina. ?Bromeó David al verlas entrar bandejas en mano.
?No seas exagerado, David?dijo Raquel.
?¿Exagerado? Lleváis media hora de reloj de confabulaciones ahí dentro.
?¡Ya será para menos! ?Rio Raquel mirando a Roberto que asentía en lo del tiempo.
?¿He aprobado? ?Le preguntó divertido al oído Roberto nada más sentarse Raquel a su lado.
?¿ Y tú qué crees?
?Que espero no tener una mancha en mi expediente.
?No la tienes. ?contestó mientras notaba la mano de Roberto sobre su pierna.
?Raqueliña, menos secretitos con Roberto, que ya tendréis tiempo en casa. ?dijo David, que no podía negar su procedencia gallega a pesar de los años que llevaba en Londres. Lo curioso era que cuando hablaba en inglés no se le notaba su cantarín acento.
Raquel no podía borrar aquella sonrisa tonta de sus labios. Siempre se lo pasaba bien en aquellas reuniones pero aquella estaba siendo especial. Tener a Roberto a su lado la hacía diferente. Aquella era la cotidianidad que a ella le gustaría tener. Sí, sabía que eso era lo que ella quería y tenía claro que Roberto también lo deseaba pero ¿lo lograrían? Esa era la duda que se cernía sobre ella. Lo tenían difícil. La distancia era un gran enemigo contra el que luchar. No, la distancia no sería el olvido, como decía el bolero, pero no era un gran elemento en contra. ¿Cómo conocer bien al otro? ¿Cómo saber que verdaderamente aquello podía ser una relación seria?
?Un beso por tus pensamientos?le dijo Roberto bajándola de la nube.
?¿Si no te los cuentos me quedo sin beso?
?Uhm? déjame pensar. No, creo que no, pero ¿son tan secretos?
?No, para nada. En realidad, no pensaba en nada. ?Mintió. ?.Sólo estaba abstraída.
?Vale, lo tomaré por válido.
?¿Mi beso? ?Preguntó mientras lo veía acercarse a sus labios.
?Me va a odiar de por vida. ?le susurró Roberto.
?Pero, yo no. ?aseguró volviéndolo a besar.
Elva Marmed