Raquel cerró la puerta. No podía disimular la sonrisa que asomaba en su cara. Ella podía venderle a Roberto la idea de estar enfadada y no poder permitirle entrar en su vida así sin más, pero ella sabía cuáles eran sus verdaderos sentimientos hacia él. Raquel miró la hora. Necesitaba hablar con alguien. Necesita desahogarse. Casi eran las doce, una hora menos en Londres. Cogió el móvil y envió un mensaje.
Hola, ¿podemos hablar? Necesito hablar con alguien. Besitos.
Fiel a la cita de los viernes Fran estaba en casa de David y Valerie cuando recibió el WhatsApp de Raquel. Enseguida le contestó:
Estoy en casa de David. ¿Te ha pasado algo? Estoy a punto de irme. Te llamo desde que salga. Un beso.
Raquel se bajó de los tacones y desnudó lentamente mientras su cabeza le daba vueltas a las horas acabadas de vivir. Las risas inundaron la habitación al ver su propio reflejo en el espejo, se había percatado del color de su lencería. Color caca, eso sí, monísima de la muerte. No podía parar de reír. No entendía el motivo, mejor dicho, no quería reconocer el motivo pero era feliz como hacía tiempo no lo era. Abrió el cajón de sus pijamas. Rebuscó entre pijamas y camisones. Allí estaba. Doblada y planchada desde hacía un par de años. No había querido desprenderse de ella. La había guardado esperando a su dueño. Hoy le apetecía volver a dormir con ella aunque no oliera a él.
La euforia por el encuentro no era cosa de uno. No, no era solo Raquel la que sentía ese cúmulo de sensaciones. La adrenalina desbordaba a Roberto. Sus ojos brillaban como hacía años no lo hacían. No había vivido en la penumbra ni sumido en una depresión pero en los últimos dos años se había sentido vacío. Aquella era la primera vez que se sentía embriagado por su propia felicidad. No le hacía falta una respuesta de Raquel. Ella podía decir que no, poner todas las trabas del mundo, pedir tiempo pero sus ojos, sus gestos, sus actos no le decían lo mismo. Sí, se sentía tranquilo y relajado a pesar del vaivén de sensaciones, que se habían adueñado de su cuerpo y su mente, sabía que más tarde o más temprano alcanzaría su meta. Lograría ser parte de la vida de Raquel.
Aún no había puesto en marcha el coche. Estaba tentado a volver a subir pero comprendía que Raquel necesitara su tiempo. Mejor no agobiarla, se dijo dándole al contacto. Quince minutos me separan de ti. Todo este tiempo hemos estado a quince minutos y no nos hemos cruzado ni una sola vez.
?Buenas noches, ¿qué ha pasado? ?preguntó Fran que nada más salir de casa de David marcó su número. ?¿A quién has visto? No, no me lo digas? su nombre empieza por ?R?, ¿me equivoco? Cuéntame, ¿habéis hablado? ¿Habéis arreglado todo?
Fran escuchaba atentamente cada palabra. Algunos amigos no entendían que pudiera mantener aquella relación de amistad con Raquel. No sólo eso. La amistad que había entre ellos era envidiable. Se lo contaban todo. Como pareja habían sido un desastre pero como amigos no tenían rival.
?No me jodas, Raquel pero por qué. Si estabas deseando encontrarte con él. Eso lo sabemos tú y yo. Ya, no le quieres poner las cosas fáciles. A veces se me olvida que eres una mujer y os gusta hacernos sufrir. ¿Qué? ¿Qué de parte quién estoy? ?Fran no podía evitar reírse?Tuya, of course, pero comprenderás que necesito saber que nuestro divorcio ha servido para algo.
?Oye, guapo, ¿vas a utilizar el recurso de nuestra separación hasta el fin de nuestros días? ?reía Raquel.
?¡No lo dudes, cariño! Bueno, ahora en serio, me parece muy bien que no se lo pongas fácil pero no seas mala. Recuerda que se dio cuenta de sus verdaderos sentimientos. Nosotros fuimos los que nos equivocamos. Tú tenías que haber parado nuestra boda.
?¿Me estás echando la culpa de todo? No, no digas nada. Sé que los soy. En realidad, no entiendo que me hables y me escuches y?
?Raquel para. Ambos tuvimos parte de culpa. ¿Crees que yo no sabía que Roberto era especial para ti? Anda, olvidémonos de eso ya. Centrémonos en la posible cita del domingo. ¿Qué vas a hacer con Jelly? ¿La vas a llevar contigo? Sí, sí?llévatela para que te ponga las pilas. Sí, sí, que te lleve de tequilas para que pierdas el control sobre ti misma, ja ja ja. Creo que voy a llamarla, ja ja ja? ¿A qué hora llega mañana? Ya, ya, ja ja ja? bueno, ya me contarás. ¿Yo? Yo igual. Sí, la idea sigue adelante. Igual este verano. Sí, te mantendré informada si a tu novio no le importa que seamos amigos.
?¡Fran! ?gritó a modo de protesta Raquel?Una no es mi novio y dos, en el supuesto caso que lleguemos a algo, tendrá que aceptarlo.
?En el supuesto caso, en el supuesto caso? princesa, no digas tonterías. Sabes que en breve me estarás llamando para decirme algo que ya sé. Y bueno, con lo segundo estoy de acuerdo contigo. Ahora a dormir, yo ya he llegado a casa. Por cierto, hoy me he cruzado con Mr Robinson. Te manda Saludos.
?La verdad es que lo echo de menos. ¡Y a ti! Ja ja ja. Si te dejo ya. Besitos.
* * * * *
Sí, había sido una buena idea llamar a Rosa para que se uniera a ellas dos. Raquel había intuido que iban a congeniar pero aquello era algo más. Rosa y Jelly actuaban como si se conocieran de toda la vida. Empezaba a dudar que no se hubiesen conocido en otro momento, en otra vida?había magia entre ellas. A estas alturas de la suya ya comenzaba a creer en la magia. Si no, ¿cómo se explicaba que muchas veces la acompañara un remolino de hojas secas? Sí, como había ocurrido hacía un rato antes de entrar en el restaurante. No había viento, sin embargo, una corriente de aire se formó a su alrededor trayendo un batallón de hojas secas, que no sabía de dónde habían salido.
?Bueno, linda, ya puedes explicarme lo de tu amiguito de ayer. ?comentó Rosa una vez que el camarero les había servido las copas.
?¿Qué amiguito? ?preguntó la mexicana.
?Uno que es clavado a Hugo?comentó la chilena abriendo mucho los ojos.
?¿A Hugo? ¡Espera! ¡Diosito! ¡Raquel! ¡No me lo puedo creer! ¿Está hablando de Roberto? ¿Has visto a Roberto y no me has dicho nada?
?Roberto, sí, ese es su nombre. ¿Lo conoces, Jelly? ¿A que es clavadito a Hugo?
?No conozco a Roberto, sólo he escuchado hablar de él. Mucho, muchísimo?
?Creo que has de contarme algunas cositas, Raquelita. ¿Cómo es posible que nunca me hayas hablado de él? ?preguntó Rosa mientras el camarero les servía la cena.
?¿No te ha hablado de Roberto? Vaya, vaya?
La intriga de saber de Roberto podía con Rosa, ya no le valía con las cuatro cosas que le había contado la pasada tarde. Quería saber más. Raquel habló y habló. Le contó su historia. Su breve pero intensa historia?
?Uauh, ¿cómo es posible que Fran nunca me haya contado nada? Desde luego ambos han estado muy calladitos sobre este tema.
?¿Qué te iba a contar? ?preguntó Raquel terminándose el mousse de chocolate.
?De entrada cuál había sido el motivo de vuestra separación. ¿Merecía saber la verdad, no?
?Roberto no fue el motivo. Bueno, en parte sí y en parte no. Quiero decir que no tenía la intención de ir en su busca.
?Eso ya lo vemos?dijo Jelly?.Cosa que no entiendo. Vale, que lo hubieses hecho sufrir por haber sido un cobarde pero ¡has perdido estos últimos dos años! ?siguió Jelly?Por pura cabezonería, por no dar tu brazo a torcer.
?¿Qué pasó anoche? ?quiso saber Rosa?Porque él tenía mucho interés en ti.
?Eso, eso?cuenta?insistió Jelly.
?Uff? ¿qué pasó? Pasó que tenía un cúmulo de sentimientos a flor de piel, que tuve que aguantarme las ganas de lanzarme a sus brazos. No lo entiendo. No entiendo qué pasa cuando lo tengo cerca pero?
?¿Qué no lo entiendes? ?la interrumpió Jelly?Pasa que no se puede ir en contra de los propios sentimientos.
?¿Por qué estás aquí con nosotras en vez de estar con él? ?la recriminó Rosa.
?Yo hubiese entendido perfectamente que me hubieras cambiado por él. Llámalo, Rosa y yo seguimos por nuestro lado. Celebraremos por ti. ¿Sale? ?comentó Jelly incitándola a llamarlo.
?No, además, hoy está de despedida de soltero.
?¿Suya? ?preguntaron al unísono sus dos amigas.
?No, por dios, también vosotras no me seáis melodramáticas. Se casa uno de sus mejores amigos con su hermana. En principio, igual mañana nos vemos, eso sí, Jelly, tú te vienes conmigo.
?¿Qué? ¡A poco! No, no, no. Loca, a mí no me metas en el medio.
?Jelly. Escúchame, para mí este fin de semana sólo me importas tú. Has venido a pasar tres días conmigo si don Roberto en su día no quiso esperar. Ahora va a tener que hacerlo. Va a tener que demostrarme sus sentimientos. A mí no me vale con un ahora sí, ahora no. Y se acabó el tema Roberto, ¿entendido?
?Muy bien, entendido. Pero, sólo por el momento. ¿Nos vamos a carretear? ?comentaba Rosa mientras pagaban.
?¿Carretear? ?Raquel imaginaba el significado de la expresión pero ante la duda quiso saber.
?Como dicen por acá que si nos vamos de juerga. ?aclaró Rosa.
?Eso no lo dudes?habló Jelly sin dejarle tiempo a Raquel a decir nada.
No salieron de Huertas. No caminaron mucho. No les hacía falta. Un sinfín de posibilidades se abría ante ellas. Gente, gente y más gente. Todo estaba a tope, al final optaron por un local que parecía estar menos masificado. La música estaba bien y las copas no eran excesivamente caras. Raquel, Rosa y Jelly bailaban en medio del bar, se lo estaban pasando verdaderamente bien. Raquel hacía tiempo que no disfrutaba tanto. Aquellas dos locas del otro lado del atlántico, que habían llegado por casualidad a su vida, sabían cómo divertirse y hacérselo pasar bien al resto. Las tres coreaban a voz en grito la letra de la canción que sonaba:
?quiero que todo vuelva a empezar, que todo vuelva a girar, que todo venga de cerooooo?y quiero que todo vuelva a sonar, que todo vuelva a brillar, que todo venga de cero?
sin parar de bailar en un solo momento?
?y el silencio manda hoy másssss y quiero que todo vuelva a empezar?
Dicen que el mundo es un pañuelo, que muchas veces nos cruzamos y no nos damos cuenta. Eso les había pasado a ellos, a Raquel y Roberto, en el último año y medio. Más de una vez sus trayectorias habían dejado de ser líneas paralelas. Sus caminos se habían cruzado pero nunca se percataron, a pesar de las señales que sabiamente la naturaleza les enviaba. No debía ser su momento, sin embargo, ahora algo debía haber cambiado. Sí, ahora sus caminos no sólo se cruzaban sino se encontraban. Justo eso es lo que estaba a punto de pasar.
?¿Aquí? ¿Esto no estará abarrotado? ?preguntó Jose en la puerta.
?¿Qué bar está vacío a esta hora? ?rió Gonzalo. ?Este sitio está muy bien. Ya verás.
?Hala, para dentro? indicó David haciéndole señas al resto para que entrara.
Nada más entrar en el local sus ojos se fijaron en ella. No se lo podía creer. Una sonrisa de oreja a oreja se adueñó de su cara. David y Jose se lo dijeron todo con la mirada. El resto del grupo no entendía las risas cómplices de los tres.
?Anda, ve. No desaproveches esta oportunidad?le dijo David a Roberto.
Roberto no se lo pensó dos veces. Dejó a sus amigos y haciéndose paso entre la gente se acercó a donde Raquel y sus amigas se divertían. David y el resto del grupo lo observaban mientras Jose y les revelaba quién era aquella chica, de las que todos habían oído hablar.
Raquel no lo vio acercarse, colocarse a su espalda. Rosa y Jelly la miraban divertidas. Jelly no lo conocía pero imaginaba quien era, pues, tanto había escuchado hablar de él que a veces tenía la impresión de lo contrario. Raquel sonrió a sus amigas sin entender muy bien a que venían aquellas miradas de complicidad entre ellas. Unas manos se posaron en su cintura. Raquel iba a darse la vuelta y cantarle las cuarenta al dueño de aquellas manos cuando una fuerte corriente eléctrica la recorrió desde la punta de los pies hasta la cabeza. Jelly le hizo un guiño de complicidad mientras Rosa le sonreía y animaba a quedarse con el dueño de aquellas manos de uñas impolutas.
?Esto sí que no me lo esperaba yo. No esperaba esta sorpresa. Sin duda alguna Gonzalo ha elegido el mejor local de todos?escuchó Raquel decir a Roberto que hablaba sin despegarse de ella y sin dejarle dar la vuelta.
?Gonzalo, hablas de tu famoso amigo el bailarín?murmuró girándose.
?Ese mismo, preciosa. No esperaba verte por aquí?dijo al estar frente a frente.
?¿Me lo vas a presentar?
?Tus deseos son órdenes para mí.
?¡No seas tonto!
?Preciosa, ¿cuántas veces más tendré que explicarte la diferencia entre los verbos ser y estar?
?Ahora vuelvo?dijo casi gritando Raquel a sus amigas que seguían bailando y le hacían gestos para que se fuera.
Raquel se alejó de sus amigas de la mano de Roberto, quien buscaba a sus amigos. No buscó mucho. Sabía perfectamente donde encontrarlos. Ya estarían en la barra pidiendo algo de beber. Nada más verlos llegar David y Jose se abalanzaron sobre Raquel.
?Hola, guapa, ¡cuánto tiempo! ?dijo David tras darle un par de besos.
?Sí, un par de años. Ya me he enterado que te casas. Felicidades.
?Gracias, lo peor es que voy a ser familia de esta cosa?rió empujando a Roberto.
?Eh, no te pases. Ya bastante tengo con que mi hermana se case con un merenguito y el día de la final entre el Barça y el Atleti.
?Eso, que ni hecho adrede, macho. Mira que hay días en el calendario y tú eliges el día de la final?Era Jose el que hablaba antes de darle un par de besos a Raquel. ?. Estás tal y como te recordaba.
?¿Y eso es bueno o malo? ?preguntó entre risas Raquel, que no podía evitar hacerlo escuchando aquella discusión.
?Bueno, bueno, por supuesto. Si no que te lo diga Robertito. ?contestó Jose.
?Hola?los interrumpió Gonzalo mientras le daba una copa a Roberto?. Visto que éstos son unos maleducados me presento. Soy Gonzalo y si mal no me han informado tú eres Raquel.
?Esa misma?contestó antes de recibir un par de besos de Gonzalo. Mientras pensaba que si triunfaba entre las mujeres no era solamente por saber bailar.?. Justo venía porque quería conocerte. David, Jose no os molestéis, quería saludaros pero en su día oí hablar mucho de Gonzalo y sus dotes bailarinas.
Gonzalo comenzó a reírse al escuchar las palabras de Raquel.
?Mis dotes bailarinas. Bueno, no lo hago mal?bromeó?, sobre todo cuando tus amigos son una panda de ineptos con dos pies izquierdos?comentó soltando un par de carcajadas.
?Bueno, tampoco es eso. El resto no sé pero Roberto no lo hace mal?saltó Raquel dándose cuenta que seguía de la mano de Roberto.
?Oooooooh?corearon los tres mientras se unían a ellos los otros dos amigos y a Roberto se le iluminaban los ojos por el comentario.
?¿Bailamos entonces? ?preguntó Gonzalo dejando su copa y tendiéndole la mano a Raquel.
?Sí, claro.
?Un momento, tengo derecho a hablar, ¿no? ?dijo Roberto tirando de la mano de Raquel hacia él.? ¿Crees que la voy a dejar bailar contigo cuando la acabo de recuperar? ?preguntó sin poder disimular la risa? Sólo me faltaba que ahora se enamorara de ti y pasara de mí.
Raquel le sonrió mientras levantaba los hombros a modo de disculpa yéndose ante sus ojos con Gonzalo. Raquel y Gonzalo se adentraron entre la multitud que comenzaba a agolparse en la pista llamados por los primeros ritmos del Vida de Ricky Martin. Raquel estaba maravillada. Sí, era cierto que Gonzalo sabía bailar. Ahora entendía que Roberto le comentara que enamoraba a las chicas bailando. Raquel saludó a las chicas que miraban embobadas a Gonzalo. Raquel le guiñó un ojo a Jelly, quien ni pestañeaba mirando a Gonzalo.
Un sonriente Roberto tampoco les quitaba la vista de encima. No podía dejar de mirar a Raquel. ¿Cómo hacerlo? Llevaba dos años esperando aquel momento, tenerla allí con él. Le encantaba verla bailar aunque no fuera con él.
?Sabes que está coladito por ti, ¿verdad? ?la sorprendió Gonzalo?No he dejado de oírle hablar de ti en los últimos años.
?Vaya, espero que no te hayas aburrido por mi culpa?contestó sonriente dedicándole la sonrisa a Roberto, que comenzaba a preguntarse de qué estarían hablando.
?Je je? No pero llegué a pensar que Roberto terminaría loco porque sé lo jodido que es estar enamorado de alguien que está con otra persona.
Raquel le sonrió mientras sus ojos se encontraban con la mirada de Roberto que seguía contemplándolos y se moría de ganas por estar en el lugar de Gonzalo.
?Creo que deberías bailar con él o terminará por nombrarme persona non grata?bromeó Gonzalo?.Bueno, y espero que no te hayas llevado un desengaño.
?¿Contigo? ¡Ni de broma! Ha sido como bailar con el Ricky Martin de Madrid.
Ambos comenzaron a reírse sin parar haciendo que Roberto se retorciera en su posición preguntándose de qué se estarían riendo.
?Ven que te presento a mis amigas.
Raquel tomó de la mano a Gonzalo y se acercaron junto a Rosa y Jelly. Jelly estaba abducida desde hacía un buen rato, no podía dejar de mirar a Gonzalo. Estaba hipnotizada, atrapada por la imagen de aquel desconocido al que se moría por conocer.
?Chicas os presento a Gonzalo. Gonzalo estás son Rosa, amiga y agente, y Jelly, una amiga que ha venido desde Londres para hacerme una visita.
Raquel se quedó mirando a Jelly no pudiedo reprimir una sonrisa pícara. Conocía muy bien el significado de aquella mirada. Ella misma se veía reflejada en ella.
?Un placer?contestó Gonzalo tras besarlas a ambas y dejarlas impregnadas en su perfume.
?Ejem?ejem? ¿has cambiado a tus amigos? ¿No estábamos en mi despedida?
Ninguno de ellos había visto acercarse a David, Roberto y al resto de sus amigos. Saludos y presentaciones. Intercambio de nombres, de miradas. Algunas miradas más intensas que otras. Roberto miraba fijamente a Raquel. Su mirada pedía clemencia, redención, perdón?al mismo tiempo que gritaban en un silencio a voces lo mucho que la había echado de menos, lo mucho que la quería.
Aquellas no eran las únicas miradas que gritaban más alto que el volumen de la música. No, las miradas de Raquel y Roberto no eran las únicas que hablaban en silencio. Gonzalo observaba detenidamente y sin disimulo a aquella pequeña mexicana de ojos alegres y vivarachos. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía atraído por alguien.
?¿Te apetece bailar? ?murmuró Gonzalo acercándose al oído de Jelly haciéndola estremecerse.
Jelly no habló. No dijo nada. Sus ojos lo dijeron todo por ella. Gonzalo y ella se adentraron entre la gente, quedándose a solas entre la multitud. Todo cambiaría para ellos aquella noche. Ella dejó de ver Londres como la ciudad de su vida. Él descubrió que tras un desengaño siempre puede haber un nuevo comienzo.
?Raquel me voy a marchar.
?¿Por qué? ?preguntó Raquel a Rosa.
?Mañana tengo invitados en casa y si quiero estar medianamente presentable será mejor que me vaya. Hablamos el lunes a primera hora. ¿Recuerdas que el martes nos vamos a Barcelona, verdad?
?Sí, sí. Me acuerdo, perfectamente, de la semanita que nos espera.
Rosa se llevó a un lado a Raquel buscando algo de intimidad.
?Raquel, no seas muy mala. Sus ojos lo dicen todo. Te cuento: los ojos de Fran hablaban por él, gritaban lo muy enamorado que estaba de ti, pero los de este chico superan con creces los de Fran. Sin decir que ahora me doy cuenta que tú no mirabas igual a Fran que a Roberto. Sí, no intentes disimularlo. Estás completamente enamorada de Huguito, quiero decir Roberto. Ahora, también entiendo que lo quieras hacer sufrir un poquito pero no seas remala?rió?. Bueno, linda, despídeme de Jelly. Creo que en breve la volveremos a tener por aquí y no será por ti.
?Ja ja ja. No son cosas mías, ¿verdad? Eso ha sido un flechazo en toda regla y por ambas partes, ¿o me equivoco?
?Para nada. A ambos les salen estrellitas de los ojos. Bueno, me voy a ver si pillo un taxi.
?Te acompaño.
Raquel seguía a Rosa entre la gente cuando notó la mano de Roberto sobre la suya.
?¿A dónde vas?
?Rosa se va. Voy a acompañarla a coger un taxi.
?Voy con vosotras.
Veinte minutos largos estuvieron esperando por un taxi que luciera la luz verde de libre encendida. Rosa estaba encantada con Roberto. Entendía a la perfección que Raquel se hubiese enamorado de él. Sí, aquellos dos estaban hechos el uno para el otro. Había una química especial entre ellos. Era imposible no darse cuenta de ello.
Rosa los contempló desde el taxi mientras esperaba el cambio de semáforo. Raquel y Roberto seguían de pie en la esquina.
?¿Quién me iba a decir a mí la sorpresa que me deparaba la noche? ?dijo Roberto mientras acercaba hacia él a Raquel. ?Bueno, entonces ¿prefieres a Gonzalo?
?Uhm?creo que aunque fuera así lo tendría difícil. Gonzalo parece haber elegido.
?Sí, ¿no han sido imaginaciones mías, verdad? Esos dos se han gustado.
?Me huele que sí.
?Raquel
?Me llamo.
?Lo sé?contestó sonriente mientras le clavaba la mirada y la acercaba un poco más. ?. Me vas a dar una oportunidad.
?Roberto. Yo?
No dijo nada más. La boca de Roberto se apoderaba de la suya. No encontrando ninguna objeción en el camino. Las manos de ambos recorrieron el cuerpo del otro hasta que se fundieron en un fuerte abrazo. No se habían dado cuenta, en aquel momento su mundo empezaba y terminaba en el otro, del torbellino de hojas que los rodeaban. Un par de transeúntes se habían parados asombrados por aquel extraño fenómeno mientras ellos se perdían en los brazos y la boca del otro.
Lentamente sus labios se fueron separando de los del otro, al tiempo que las hojas iban dejando de hacer círculos concéntricos a su alrededor cayendo al suelo por su propio peso. Sorprendidos miraron a las personas que los observaban. No entendían por qué eran el centro de las miradas de aquel pequeño grupo de gente. No eran los primeros que se besaban en medio de la calle, ¿qué tenían de especial para ser el centro de sus miradas? Raquel y Roberto vieron las hojas de su alrededor. Se miraron. Para ninguno de los dos era algo nuevo. Llevaban meses viendo hojas secas por todas partes. Cruzaron miradas. No, no podía ser verdad lo que se estaban imaginando. Las hojas no podían revolotear cuando ellos estaban cerca.
?Tonterías?dijo Roberto.
?Sí, tonterías.
?Uhm, ésta es la primera vez que me das la razón en mucho tiempo?comentó volviéndola a abrazar?.Bueno, sin contar que antes me defendiste.
?¿Yo? ¿Cuándo?
?Antes, cuando dijiste que yo sí sabía bailar.
?Ah, eso. No mentía.
?Me gustó.
?Te gustó.
?Claro que me gusta más tenerte a mi lado. ?comentó antes de volver a besarla. ?. ¿Tengo esa oportunidad? Prometo sinceramente no joderla esta vez.
?No sé. Roberto, esta vez necesito ir despacio.
?Lo que tú quieras, preciosa. ¿Sabes cuánto te he echado de menos? Pensar que esta semana podré verte al salir del trabajo y que el sábado no iré solo y abandonado a la boda.
?Para. No corras. Roberto, el martes estaré en Barcelona, el miércoles en Zaragoza y el jueves y viernes en Valencia.
?Bueno, tenemos mañana y el lunes. Y el sábado estarás aquí para la boda. No me digas que no?casi suplicó Roberto.
?No me pongas esa carita. No me hagas chantaje emocional. ¿Por qué crees que las firmas en Valencia son jueves y viernes? Pedí que las pusieran así para no venirme hasta el lunes.
?Joder, no me digas eso. No estarás aquí. Yo que me había hecho ilusiones.
?No lo sé. Deja que pase la semana.
?¿Me vas a tener toda la semana deshojando la margarita?
?Uhm?sí.
?Sabes que eres mala, ¿verdad? ?le dijo al oído. ?Sólo te falta decirme que llevas braguitas color maquillaje y ya me matas.
?¿Color maquillaje? Vaya, ya no son color caca.
?Alguien me ha hecho verlas de otra manera?dijo volviéndola a besar.
?¿Esta es tu manera de ir despacio? ?preguntó divertida Raquel con la nariz de Roberto pegada a la de ella.
?Uhm? sí. De no ser así, ya hubiese comprobado por mí mismo el color.
?Anda, vamos para dentro, que tus amigos me van a odiar. Especialmente el casamentero?dijo agarrándolo fuertemente de la mano para volver a entrar en el bar.
?Pero?dime?
?¿Qué?
?Son color maquillaje o ¿no? ?dijo en tono burlón.
?Uhm?no?
Elva Marmed
Un chico afortunado y seis historias más.