Tenías que ser tú. Capítulo 23.



El sonido de la música se mezclaba con su rápido teclear. Pocas líneas le faltaban para concluir aquel capítulo. Estaba a nada de terminar aquella historia, la cual seguía sin nombre. ¿Cómo era posible que le estuviese costando darle nombre a su novela? ¿Cuántas páginas llevaba escritas? Casi trescientas páginas y nada el nombre seguía sin aparecer. Desde la editorial le habían hecho un par de sugerencias pero ninguna la convencía.

Sus dedos se fueron separando lentamente de las teclas. Ya lo había hecho. Acababa de poner el punto final a la que se convertiría en su primera novela, en su primer gran éxito.


 (Eso sólo lo sabemos nosotros. Raquel no tiene ni idea que su novela y Hugo van a triunfar a lo grande, así que todos callados no le vayamos a desvelar algo que le deparará el destino en un par de meses.)




Guardó el archivo con una imborrable sonrisa de oreja a oreja. ¿Cuántas horas había pasado frente al ordenador? Muchas. Muchísimas. Sobre todo desde el final de su historia con Roberto. Sí, aquella novela había sido su válvula de escape. Hugo y Claudia habían padecido directamente su desesperación, frustración, rabia, melancolía pero también la pasión, el desenfreno, la ternura?que ella había experimentado en los últimos meses.  No, aquella no era su vida ni siquiera su experiencia aunque algo de ella sí que había.

?Falta el título?dijo en voz alta levantándose. ?. Toca buscar un nombre. No puedo enviarla a la editorial sin haber decidido su nombre. ?Miró la hora en la pantalla del ordenador. ?.Raquel, ponte los zapatos y ve en busca de inspiración.

Raquel salió a la calle. El día estaba nublado. El otoño se había adueñado de sus vidas desde hacía algo más de un mes. Desde las ventanas era más fácil ver los colores de los paraguas que las cabezas de los viandantes. Salió a la calle sin rumbo fijo. No sabía muy bien lo que buscaba pero igual le venía la inspiración que necesitaba.

Sus pasos la llevaron hasta Hyde Park. Siempre con turistas yendo y viniendo. Una melodía le llegó hasta sus oídos. Hacía tiempo que no la escuchaba. Hacía tiempo que no coincidía con Henry. No pudo evitar sonreír mientras se acercaba al saxofonista. Henry la saludó con un guiño mientras seguía interpretando aquella canción.

Tenías que ser tú, pensó. Sí, podría ser un buen título. Me gusta. Saludó a Henry y retrocedió sobre sus pasos. Ya tenía título. Quería llegar a casa darle nombre al archivo de su novela y enviarlo a la editorial. Sintió un cosquilleo en el estómago. Comienza mi aventura, se dijo acelerando el paso porque la lluvia empezaba a hacer acto de presencia y una vez más había salido sin paraguas.

Subió los escalones de dos en dos. No entendía el motivo pero estaba emocionada con aquel  momento. Abrió la puerta apresuradamente, cerró con el talón y sin quitarse la chaqueta se sentó ante el ordenador.

Tenías que ser tú escribió con una sonrisa en los labios. La imagen de Roberto le vino a la mente al ver escritas aquellas cuatro palabras. Aquellas catorce letras le traían su imagen a la mente. Era inevitable. Aquella era su canción. Su recuerdo siempre estaría unido a la canción pero aquel era el mejor título para su novela. El mejor no. El único, pensó mientras una pequeña ventanita emergía desde el  margen inferior derecha con un ?¡Hola! ¿Qué tal estás??.

Dudó. Vacilaba entre responder o apagar el ordenador sin devolverle el saludo. Dos meses hacía que una ventanita como aquella no aparecía ante ella. Dos meses hacía que no sabía nada de Roberto.

?Raquel si él puede hablar contigo, tú con él también.

Se armó de valor y respondió al saludo de Roberto.

Raquel: Muy bien, ¿y tú?

Roberto: Seguro que no tan bien como tú. ¿Cómo te va todo?

Raquel: Bien. No tengo queja.

Roberto: Me alegro.

Raquel: ¿Y a ti?

Roberto: Igual que siempre. Sin cambios. Me alegra saludarte.

Raquel no sabía qué contestar. ¿Estaba ella contenta con aquel encuentro? No estaba del todo segura de ello. El nudo en el estómago era irrebatible. ¿Por qué seguía sintiéndose así a pesar de los meses pasados?

(¿Por qué tiene un nudo en el estómago? ¡Esta mujer es tonta! ¿De verdad que la he creado yo? ¿Acaso no sabe que sigue enamorada de Roberto? ¡Por dios, pensar que es creación mía! Bueno, Elva, relájate. Sí, duda sobre sus propios sentimientos es por tu culpa. Tú eres la que has decidido que sea así. Tú eres esa mano malvada poseedora de esos deditos tecleadores. Es más tú eres esa mente pensante que crea encuentros y desencuentros.

Sí, sí. Ahora no vengas con milongas. Ahora no vayas a soltarles a los lectores que nada más sentarte frente al ordenador los personajes se apoderan de ti decidiendo su destino. Eso, bonita, no hay quien se lo crea, ¿o sí? Y cállate ya y sigue con la historia. Tienes a todo el mundo pendiente de la conversación entre Roberto y Raquel.

Veamos qué pasa entre estos dos?)

Raquel: Sí, a mí también me alegra saludarte.

Roberto: ¿Me has perdonado?

Raquel: ¿Perdonar? ¿Qué he de perdonar? Además, ¿los que perdonan no son los curas?

Roberto: Je je je, ya tú de cura tienes poco.

Raquel: ¡Pues anda que tú!

Roberto: Ja ja ja

Raquel: Ja ja ja

Roberto: Tengo algo tuyo en casa.

Raquel: No, yo tengo algo tuyo en mi casa. Lo que tienes tú era un regalo para ti.

Roberto: Ya pero así no tiene gracia.

Raquel: Pues, nada. Búscale relleno.

Roberto: Muy graciosa.

Raquel: Siempre.

Roberto: De todos modos, no sería lo mismo.

Raquel: Podría ser mejor.

Roberto: Lo dudo. Nada, lo guardaré como recuerdo del día que cambié de opinión sobre el color caca. Perdón, maquillaje.

Raquel: Algún día te devolveré tu camiseta.

Roberto: ¿Lavada y planchada?

Raquel: Ja ja ja, claro.

Roberto: ¿Me la devolverás o cambiarás?

Raquel se quedó de piedra. ¿A dónde iba aquella conversación? ¿Por qué estaban hablando como si nada hubiese pasado entre ellos? ¿Qué quería Roberto? ¿Acaso su hermana no le había contado que la había visto con Fran?

(A ver no voy a generalizar. No voy a decir qué los hombres tienen pájaros en la cabeza porque igual algún lector se mosquea conmigo innecesariamente pero ¿qué coño piensa Roberto? ¿Cree que puede actuar como si nada hubiese pasado entre ellos? Si yo fuera Raquel lo mandaba un poco a la, digamos ?eme? mayúscula, o finamente dicho a las heces, je je je. No, así no es igual, hablemos en plata. Yo lo mandaría a la ?mierda?. Uff? me he sentido hasta liberada.

No digo que lo mandase a una ?mierda? definitiva pero en el remoto caso que las dudas me asaltaran o asaltasen se las haría pasar canutas. ¿O tú no lo harías?

Sigamos con la historia?)

Roberto: Perdona, Raquel. No quise incomodarte. Sé que no me la vas a cambiar, era una broma. De pronto me he dejado llevar, como en los viejos tiempos. Bueno, no tan viejos aunque parece que ha pasado una eternidad. Imagino que ahora prefieres las camisetas de Fran.

(Ajá, como diría mi abuelo ?este huevo quiere sal? y hablo de los de gallina que quede claro,  ja ja ja, aunque en sentido metafórico.)

Raquel: No, ya se ha acabado mi época de ladrona de camisetas. Veo que Sofía te contó que nos vio.

Roberto: No. Bueno sí pero no hacía falta. Yo los había visto. Te vi en Peñíscola. Estuve a punto de saludarte pero no me atreví.

Raquel: ¿Me viste en Peñíscola?

Roberto: Sí.

Raquel: Roberto

Roberto: Raquel no tienes que decir nada. ¿Somos amigos, no?

Raquel: Amigos.

(¿Amigos? ¿Verdaderamente, existe una persona en el mundo que sea amigo de un ?ex?? No digo yo que no se pueda mantener una relación cordial, eso sí. ¿Amigos? ¿Cómo si nada hubiese pasado? ¿Qué opinaría de todo eso tu nueva pareja?

Ya, ya me callo?)




Roberto: Entonces ya no robas camisetas.

Raquel: No. Eso ha quedado atrás. Ya no tengo esa necesidad.

Roberto: Claro, Fran está a la vuelta de la esquina.

Raquel: Sí.

Roberto: Me alegra saber que estás bien.

Raquel: Gracias.

Roberto: Pero sobre todo volver a hablar contigo. Echaba de menos nuestras charlas.

Raquel: Y yo.

Raquel, ¿qué has hecho? Ahora va a pensar lo que no es. Tú ya no quieres nada con él. Tú estás de maravilla con Fran, pensaba tras haber enviado el ?y yo?.

Raquel: No entiendas mal mis palabras. Yo estoy muy bien con Fran. No te echo de menos en ese sentido sino como amigo, nos reíamos mucho hablando.

Roberto: No necesitas justificarte, preciosa. Te he entendido desde el principio. Entre tú y yo sólo hay amistad.

Raquel: Sí.

Roberto: Eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos es una mentira como la copa de un pino.

Raquel: Ya.

Roberto: ¿Y cómo es que estás en casa?

Raquel: En realidad, acabo de llegar de la calle y dentro de un rato me voy.

Roberto: Con Fran.

Raquel: Sí, con Fran. ¿Tú, no sales hoy?

Roberto: No, acabo de llegar que hemos hecho ruta en bici y estoy muerto. Me pondré una peli, bueno, primero veré el fútbol.

Raquel: Bueno, te tengo que dejar.

Roberto: Pásalo bien.

Raquel: Y tú.

Roberto: Si te apetece hablar. Estás aburrida o no puedes dormir? estaré por aquí. Besitos.

Raquel: Besitos.

Roberto se quedó mirando la pantalla. No sabía muy bien qué estaba haciendo. Por momentos había olvidado que él y Raquel no estaban juntos. Sí, por un breve instante había borrado aquel pequeño detalle de su CPU.

(Elva, Elva, Elva, no todo el mundo sabe que es la CPU, así que mejor lo aclaras, bonita. La CPU es el procesador del ordenador y en este caso hablo de su cerebrito, que viene a ser nuestro procesador. Hala, dicho esto, me callo y vuelvo a la historia.)




Raquel no salía de su asombro. Estaba casi petrificada frente al ordenador. No podía levantarse de la silla. No terminaba de comprender qué acababa de suceder. ¿Estaba reculando Roberto? ¿Era aquella algún tipo de estrategia? No entiendo a los hombres. Luego dicen que nosotras somos complicadas, que somos imposibles de entender pero ¿a qué estás jugando Roberto? ¿A cuenta de qué viene esto ahora? ¿Estás celoso? ¿Estás arrepentido de haber acabado lo nuestro? ¿Por qué me haces esto ahora? Su cabeza no paraba de dar vueltas. Repasaba mentalmente la conversación.

Ella misma mientras hablaban había llegado a olvidar que nada era igual. Sí, había llegado a olvidar que estaba con Fran y no con Roberto. Fran, Fran no se merece que juegues con él, Raquel, y ahora mismo te está esperando.

*  *  *  *  *

?Estás muy pensativa hoy.

?¿Qué?

?¿En qué piensas? ¿Ha ocurrido algo? ?preguntó Fran que notaba que a Raquel le pasaba algo.

?No, nada. Bueno sí, he terminado la novela, la he enviado a la editorial y tengo un come-come en el estómago.

?Eso, desde la experiencia que tengo, ninguna debe ser lo más normal del mundo. ?observó acariciándole el pelo. ?.Anda, relájate. Ya verás que todo va a ir sobre ruedas. ¿Cuándo voy a poder leer la novela?

?Mejor esperamos a que me digan algo, ¿no te importa?

?No, esperaré hasta que tú quieras.

?No es que no quiera que la leas. Es? no sé? como si no fuera a salir bien si la leyeran antes de estar publicada, ¿sabes lo que quiero decir?

?Sí, te entiendo como cuando no le cuentas a alguien un proyecto para no gafarlo.

?Exacto.

?Esperaremos.

?Fran, ¿te importa si me voy a casa? Estoy cansada.

?No, claro que no. No pasa nada. Hubiese preferido que te quedaras.

?Ya pero si me quedo no voy a descansar?contestó antes de besarlo.

?Vale, vale. Cojo la chaqueta y te acompaño. Igual logro hacerte cambiar de opinión por el camino.

Una vez más la lluvia volvía a hacer acto de presencia. Volvía a ser la tónica habitual. Ya era extraño el día que no llovía. Era una lluvia débil, no molestaba, pasearon hasta su casa sin acelerar el paso. Cada dos por tres Fran se paraba para robarle un beso.

?¿No te he convencido? ?Fran le preguntó al oído una vez delante de la puerta.

?Eres demasiado tentador pero necesito descansar.

?Vale. Muy bien. No insistiré. No quiero ser un novio pesado. ¿Nos vemos mañana?

?No lo dudes.

?Vendré con el desayuno.

?Uhm, vale pero no madrugues demasiado.

?Prometido. ¿Las seis es buena hora? ?bromeó.

?Ja ja ja, mejor las cinco, ja ja ja. Nos vemos mañana.

Se despidieron con un largo y apasionado beso ante los tres escalones de su casa. Fran esperó hasta verla entrar y cerrar la puerta. Raquel subió hasta su casa con una extraña sensación. Nada más cerrar la puerta se bajó de los tacones mientras se quitaba la chaqueta. Dejó los tacones junto a la puerta, la chaqueta y el bolso sobre el sofá. Encendió el ordenador. El Messenger se abrió enseguida. Allí estaba. Roberto estaba conectado.

¿Qué estás haciendo Raquel? ¿De verdad quieres hablar con él? ¿A qué quieres jugar? Raquel?Raquel, ¿no estás bien con Fran? Sí, sí que estás bien con Fran. Fran es el novio que cualquier chica desea tener y cualquier madre quiere como yerno.

Roberto: Buenas noches, no esperaba verte por aquí. Te hacía con Fran.

Raquel: Buenas noches, acaba de dejarme en la puerta de casa.

Roberto: Ah, creía que?

Raquel: ¿Qué creías?

Roberto: No sé. Pensé que a estas alturas no dormíais solos.

Raquel: Y así es. Me ha dejado en la puerta de casa porque iba a dejar el coche en su casa. Ahora viene. Yo sólo he entrado para comprobar un correo así que te dejo. Buenas noches.

Roberto: Buenas noches, perdona no quería molestarte.

Raquel: No me molestas.

Roberto: Me alegra saberlo. Espero no haberte importunado con mi comentario.

Raquel: No lo has hecho.         

Raquel se levantó. Rebuscó en su bolso. Quería el móvil.

?¿Vienes a casa? No me apetece dormir sola.

Colgó el teléfono. No esperó la respuesta de Fran. Ya la sabía.

Raquel: Te dejo. Buenas noches.

Roberto: Buenas noches.

Elva Marmed

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