Valencia, Abril 2009
Amanda conducía de vuelta al trabajo. Acababa de dejar a su madre en casa. Luz la había acompañado al hospital. Habían visto nuevamente a Diego, era increíble ver la evolución de aquel pequeñajo, que cada día se movía más dentro de ella a pesar del poco espacio. Cinco semanas quedaban para salir de cuentas pero ya su médico le había advertido que debía estar preparada porque el parto siempre puede adelantarse. Hacía semanas que Amanda tenía su bolso preparado. Nada más mudarse a casa de sus padres dejó preparado el bolso con su ropa y la de Diego para que las prisas no los pillaran desprevenidos. En cinco semanas será el gran momento, por fin, te tendré conmigo pensó mientras se paraba en un paso de peatones. No pudiendo reprimir una sonrisa tonta al ver pasar a una chica empujando un carrito de bebé. Estaba nerviosa. Sí, ya no podía negar su nerviosismo. La cercanía del parto le asustaba pero no era el parto lo que la atemorizaba sino el después. Dudaba sobre su capacidad para afrontar este nuevo reto. El reto de ser madre. De ser madre soltera. Sí, aquella había sido su decisión. Ella había elegido su destino pero no dejaba de asustarse, de temer el qué pasará, por ello.
Su rostro volvió a mostrar una sonrisa al darse cuenta de la cercanía del momento. De ver por fin la cara de su hijo, de Diego. Sí, estaba asustada pero la ilusión y las ganas de ver a aquel pequeño ganaba al miedo, a los nervios, a la incertidumbre frente al futuro. Tenía unas ganas locas de ver sus ojos, de olerlo, abrazarlo, de reconocer los rasgos de Alejandro y los suyos propios en él. Alejandro, Alejandro pensó retomando el camino. Siempre estarás en mi vida aunque no quieras, siempre formarás parte de lo más importante de mi vida, de nuestras vidas.El cambio de número no le había servido para nada. Ella seguía pensando día y noche en Alejandro, ¿cómo dejar de hacerlo si esperaba un hijo suyo? Igual había sido una estupidez pero ahora no había marcha atrás, ya no podía recuperar su número. Era demasiado tarde para eso. Ahora la vía de comunicación posible era unilateral. Ella era la única que podía ponerse en contacto con él. Él no tenía ninguna vía posible. Ni correo electrónico, pues, ya no tenía el mismo, ni teléfono.
Medio año, seis meses, doscientos dos días, cuatro mil ochocientos cuarenta y ocho horas, doscientos noventa mil ochocientos ochenta segundos había tenido para una simple llamada. No necesitaba escuchar un Te quiero, eso sabía que era imposible, sólo un Te echo de menos, un ¿cómo estás?Pero no, él no se había puesto en contacto y eso le había dolido. ¿Cómo iba a saber Amanda que él la había llamado aunque tarde ya? ¿Cómo iba a saber que él había querido respetar su tiempo? ¿Cómo iba a saber que Alejandro sí estaba enamorado de ella? Y ¿cómo iba ni a imaginarse que los padres de Alejandro, los abuelos de su hijo sabían su secreto y lo respetaban?
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_¿Cómo va ese pequeño?_le preguntó Ricardo, su jefe.
_Bien, muy bien. Todo va perfectamente.
_Si te encuentras mal o cualquier cosa avisas. No tienes necesidad de seguir aquí hasta última hora.
_Gracias, Ricardo, pero de verdad que estoy bien y prefiero estar aquí.
_Me alegro. De todas maneras, ya sabes. Hablo en serio.
_Lo sé, Ricardo, y te estoy agradecida por ello.
_Bueno, cualquier cosa ya sabes dónde estoy. A mi mujer se le adelantó el parto un par de semanas así que ya me estoy haciendo a la idea de tener que salir corriendo contigo al hospital_dijo guiñándole un ojo.
_Quita, quita, ganas tengo de verlo pero que se espere las semanas que le faltan_dijo riendo mientras tocaba madera.
Madrid, Abril 2009.
_Almudena, ¿estás segura que no debemos decirle nada a Alejandro?
_Joaquín, esto es algo que está fuera de nuestro alcance. No estamos al cien por cien seguros que ese niño sea de nuestro nieto.
_Yo sí lo estoy.
_Sí, yo también pero no es seguro y si Amanda no le ha dicho nada tendrá sus motivos. Déjalos a ellos. Tu hijo se ha dado cuenta tarde de sus propios sentimientos y ,yo tengo la impresión que si Amanda no le ha dicho nada es para no obligarlo a estar con ella.
_Ya, de eso también estoy seguro yo. No entiendo que tu hijo haya tardado tanto en reconocer sus sentimientos.
_Ya, yo tampoco lo entiendo. No sé a qué demonios tenía miedo pero eso ahora ya da igual.
_¿Pero, tú has visto cómo va? ¿Cuántos kilos ha bajado? Se está quedando en los huesos.
_Ya, pero no podemos hacer nada. Nosotros no tenemos manera de localizarla así que ahora sólo toca esperar.
_¿Esperar?_preguntó Joaquín.
_Sí, esperar que el azar los una, que sus destinos se vuelvan a cruzar.
_¿Y si el destino tarda años en cruzarlos?
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No, no le apetecía subir a casa. Así que volvió a guardar las llaves en el bolsillo y echó a caminar calle a bajo. Caminó sin rumbo durante un buen rato. Alejandro se quedó parado delante de aquel escaparate. Vio su silueta reflejada en el cristal y se paró a contemplarlo.¿Qué hacía parado allí? Sí, sin duda alguna, era por ella, por Amanda. Aquella era una de las zapaterías favoritas de Amanda. ¿Cuántas veces la había acompañado hasta allí a comprar uno de sus múltiples pares de zapatos? Siguió caminando durante un buen rato y sin darse cuenta llegó a su antigua calle. Hacía mucho tiempo que no pasaba por allí. Se paró frente al antiguo portal de Amanda._¿Alejandro?_escuchó detrás de él. Alejandro se giró para ver quién lo llamaba. Allí estaba doña Pura con una sonrisa de oreja a oreja.
_Te estaba viendo y le estaba preguntando a Antonio si no eras tú. ¿Cómo estás?
_Muy buenas, bien y ¿ustedes?
_Bien, ¿cómo está Amanda?
_Bien, bueno, supongo, volvió a Valencia_dijo Alejandro intentando sonreír._¿Cómo está Perséfone?¿Sigue escapándose por la ventana?
_No, no debe gustarle la nueva vecina que tras su primera escapada no ha vuelto a irse_contestó doña Pura._¿Cómo es eso que Amanda regresó a Valencia?
_Echaba de menos a la familia_contestó Alejandro intentando sonar convincente._ y una oportunidad laboral que no pudo rechazar.
_Una pena. Hacíais muy bonita pareja.
_Ya_contestó Alejandro con un ligero movimiento de hombros.
_Cuando hables con ella le das recuerdos nuestros y que no deje de visitarnos cuando venga a Madrid.
_De acuerdo, se lo diré_dijo Alejandro mientras veía a la pareja cruzar dirigiéndose a su casa.
Las palabras de doña Pura sonaban en su cabeza hacíais muy bonita pareja. ¿Por qué en la mente de todos ellos dos siempre fueron pareja? ¿Por qué le había costado tanto a él darse cuenta que eran más que amigos? Ni lo entendía ni sería capaz de entenderlo nunca. Echó una última mirada a aquella ventana. ¿Cuántas noches había pasado en aquel apartamento? Había sido tan feliz allí con ella. Y ahora estaba allí, al otro lado, contemplando el lugar donde había sido feliz, el lugar que le recordaba a ella, intentando recuperar algo que ya no tenía. Echó una última mirada y se alejó caminando de aquella calle. Su móvil comenzó a vibrar en el bolsillo de su chaqueta. Gustavo.
_Hola, tío, ¿dónde estás? ¿Qué haces ahí? Estoy con Jose y Carlos en la puerta de tu casa.No, hemos decido montar salida de tíos. Nos hace falta a los cuatro. ¿Tienes el coche? Va, pues, ven caminando para aquí. No estás tan lejos y nos vemos. Me da igual que no te apetezca. Esta noche salimos los cuatro y punto. Ya está decidido así que vente. Nos vemos a mitad de camino.
No le apetecía pero también sabía que no iba a poder escapar de sus amigos. Además, siempre estaría mejor con ellos que sólo en casa. Necesitaba dejar de pensar en Amanda. Ya no podía hacer nada. Ya había hecho todo lo posible. Tarde pero lo había hecho. Ahora sólo podía esperar a que a ella se le ocurriera llamarlo y sabía que eso no iba a ocurrir. Tenía claro que Amanda no lo iba a llamar. Conocía a la perfección a aquella chica y, por eso, sabía que no lo haría.
****
_¿Piensas seguir así? _le preguntó Jose nada más irse el camarero.
_¿Así?_preguntó Alejandro.
_Sí, como un alma en pena. Tío, ¿tú te has visto?
_Es que llevo una semana con mucho trabajo.
_Sí, con mucho trabajo y recreándote en tu angustia_contestó Gustavo.
_¡No puedes seguir así!_dijo Carlos.
_¿Habéis montado esto para meteros conmigo y mi estado?
_No, hemos montado esta salida para abrirte los ojos. A ver, Alejandro. Espabila, ya no puedes hacer nada. A no ser que decidas hacerlo a lo grande, publicar un anuncio en la primera página de un periódico, salir llorando en algún programa de la tele_dijo Gustavo arrancándole una sonrisa a Alejandro._.Sí, sí, ya te estoy imaginando Amanda, Mandy, perdóname. He sido un cretino pero te quiero_dijo Gustavo mientras movía exageradamente las pestañas.
_¡Ni loco!_dijo entre risas Alejandro.
_Hala, pues, déjalo estar. Si os tenéis que encontrar os encontraréis.
_¿Cuándo seamos abuelos?
_O para ser padres, ¿no habíais hecho aquel estúpido trato y os ibais a ir a hacer un canadiense?_bromeó Gustavo.
_¡Diez años!¡Eso era dentro de diez años!
_Bueno, una década pasa rápido_bromeó Carlos.
_Sí, rapidísimo.¡No te digo!
_Bueno, que se acabó estar con esas pintas. ¡Quién te ha visto y quién te ve! Amanda no querría verte así_comentó Gustavo.
_El problema es que no me quiere ver ni así ni de ninguna manera.
_Normal. Amanda estaba totalmente enamorada de ti y te ha visto liarte con unas y con otras, más aún, luego le contabas tus aventuras. Joder, Alejandro, si te liaste hasta con la que era su mejor amiga_dijo Gustavo.
_Pero, yo...yo no sabía que ella estaba enamorada de mí. Nunca me lo dijo.
_Ni a ti ni a nadie pero no hacía falta_dijo Carlos.
_No hay mayor ciego que el que no quiere ver_Remató Jose.
_Joder pero ¿todos lo sabíais?
_A ver Ale, tenemos ojos en la cara y Amanda es un libro abierto. Además, ¿cuántas veces la viste liarse con alguien porque sí? Y tú te colabas en su cama.
_Ya, ¡joder! ¿Por qué ninguno me dijo nada?
_Porque eso era cosa vuestra. Vosotros decidísteis tener esa estúpida relación y haceros daño y no eráis niños pequeños a los que decirles ojo que os vais a quemar_dijo Gustavo.
_Y nos quemamos.
Valencia, 1 de Mayo de 2009.
_Mamá, no te asustes pero creo que estoy de parto_dijo Amanda entrando en la cocina.
_¡Qué!_exclamó Luz dejando la cafetera sobre la encimera de la cocina mientras Joaquín se levantaba corriendo de la mesa.
_Papá, no hay prisa. Las contacciones no son tan frecuentes.
_Pero, pero aún faltaban un par de días para cumplirte_dijo Fernando.
_Ya, pero tu nieto debe tener prisa por salir. Voy a vestirme_comentó Amanda dejando sorprendidos a sus padres por la tranquilidad demostrada.
Amanda comenzó a sentir las contracciones cada vez más de seguido. Diego tenía prisa por salir y no estaba dispuesto a darle libre a su médico aquel primero de Mayo. Algunas calles del centro estaban cortadas. Ninguno de los tres había recordado la manifestación por el Día del Trabajador. Nada más llegar a una esquina cortada Fernando le preguntó a uno de los policias por dónde podía seguir su camino sin tropezarse con los manifestantes. Amanda les sonrió desde el asiento de atrás mientras notaba las contracciones cada vez más fuertes y cercanas. Espera Diego, enseguida llegamos al hospital. No quieras nacer en el coche de tu abuelo pensó. Nada más entrar en el hospital la condujeron al paritorio. Luz entró con ella, a falta del padre, ella entraría con su hija. La llegada de Diego era cada vez más inminente.
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_Respira, cariño, lo estás haciendo muy bien_dijo Luz mientras su hija le apretaba con fuerza la mano.
_Amanda, cuando cuente hasta tres empuja. Veo que ,¿cómo se llamaba?_pregunteó la matrona.
_Diego, Diego_dijo Amanda notando unas tremendas ganas de empujar.
_Pues, Diego casi está aquí ya. Ahora Amanda, empuja...
Elva Marmed