Nunca Fuimos Dos: Capítulo 10.



MADRID, AGOSTO 2008

 

                      Nunca antes se le había hecho tan largo el trayecto de Valencia a Madrid. Estaba ansiosa por llegar al hotel. Había quedado verse allí con Alejandro. Así que los dos acudirían al hotel, el cual estaba en Navacerrada.Amanda esperaba no perderse. Había buscado la dirección en Internet y creía tener bien claro como llegar. Estaba realmente ilusionada con aquel encuentro. Tenía unas ganas locas de ver a Alejandro. Los nervios habían anidado en su estómago haciéndole compañía durante el viaje.¿Cómo me saludará? se preguntaba mientras comenzaba a buscar el desvío para Navacerrada. Amanda, no vayas a lanzarte a sus brazos. Espera y luego actúa se advertía en pensamientos. Su móvil comenzó a sonar. Era Alejandro. Seguro que ya estaba en el hotel, en breve llegaría ella. Las mariposas abrieron sus alas un poco más y un cosquilleo comenzó a recorrerle por todo el cuerpo. Estaba hecha un auténtico flan. Nunca en la vida había estado tan nerviosa. Nunca ningún chico la había puesto tan nerviosa. 



_Amanda, relájate_se dijo en voz alta mientras repasaba mentalmente todo lo que había metido en la maleta. Al final, se quedaría hasta el lunes porque el domingo por la noche tenían cena con los amigos. No tenía claro dónde se quedaría porque ella ya no tenía su apartamento. Si todo iba bien igual se quedaba con Alejandro._Podría venir a pasar unos días a la playa_dijo mientras entraba en el parking del hotel.

                   Sí, Alejandro había llegado. Acababa de ver su coche y aparcado justo a su lado. Amanda respiró profundamente un par de veces antes de salir del coche. Se miró en el espejo. Estaba perfecta. Una semana bajo el sol del mediterráneo le había devuelto la salud y el color a su piel. Una de las cosas buenas del verano, no te hace falta el maquillaje para ponerte guapa, eso sí, el gloss de fresa no podía faltar. Tras sacar el trolley del maletero se colocó bien el vestido, el color blanco resaltaba su recién e incipiente bronceado. Comprobó que había cerrado las puertas y se encaminó a la entrada del hotel. Sus ojos brillaban tras los opacos cristales de sus gafas de sol y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro al ver a un sonriente Alejandro esperándola apoyado en la puerta del hotel. 

               El corazón le iba a mil por hora. En el estómago no debían haber mariposas sino pájaros revoloteando como locos y estampándose contra las paredes. ¿Cómo podía sentirse de esa manera? Era una auténtica locura. ¿De verdad que las mariposas son sólo metafóricas y no saldrán por mi boca cuando hable? pensó Amanda al llegar junto a Alejandro.

_Muy buenos días, señorita tardona, veo que Valencia te sienta muy bien_dijo mientras la abrazaba y Amanda le devolvía el abrazo._Con lo antipática que eres y lo mucho que te he echado de menos_bromeó Alejandro despeinándola.

_Si soy  antipática es porque debo haberme contagiado de ti_rió Amanda mientras deseaba internamente que Alejandro la besara._¿Tu maleta?_preguntó Amanda.

_En la habitación, como yo he llegado a mi hora_dijo volviendo a jugar con su pelo.

_¿Te has empeñado en despeinarme?_preguntó mientras se le ocurrían mil formas mejores de que la despeinara y sintiendo que se ruborizaba ella sola.

_Anda, dame tu maleta que te la llevo. Al fin y al cabo, éste es tu regalo de cumpleaños. Fíjate que pensé yo que lo compartirías con Sergio.

_No hubiese sido justo_comentó mientras se desinflaba al no tener beso.

          Tras Amanda dar su datos en recepción subieron a su habitación. Amanda subía comentando lo bonito que era el hotel, el sitio donde estaba. Quedó gratamente sorprendida al ver la habitación. Era realmente bonita, acogedora, romántica. Amanda miró a Alejandro disimuladamente ¿De verdad, has cogido esta habitación sin sentir nada por mí? pensó mientras veía la enorme cama. Estaba claro, aunque sólo fuera dormir, lo harían juntos. Junto a la cama estaba la bolsa de Alejandro.Alejandro dejó la trolley de Amanda junto a su bolsa de viaje y sacó de ella un pequeño paquete.

_Toma, ésta es una tontería que vi en Londres y no pude evitar acordarme de ti.

_Gracias_dijo Amanda, quitándose las gafas de sol y dejándolas junto a su bolso sobre la cama.

           Amanda abrió el pequeño paquete rojo. Le picaba la curiosidad por saber qué era, qué lo hacía recordarla. Amanda comenzó a reír. No podía parar de hacerlo al ver la pequeña fresa de plata que Alejandro le había regalado.

_La vi y no pude evitarlo, señorita labios de fresa_dijo dándole un cálido beso en los labios._.Siempre dulces_comentó mirándola a los ojos haciéndola estremecer un poco más._.Bien,señorita, ¿nos tomamos un aperitivo antes de comer?

_¿Qué?_Acertó a decir Amanda._.Sí, vamos, he desayunado temprano y hoy no he hecho ningún alto.¡ para luego llegar y que me llames tardona!

_Echaba de menos darte caña_rió Alejandro mientras veía a Amanda quitarse el colgante de la estrella, regalo de Sergio, y cambiarlo por la fresa. Alejandro sonrió con el detalle, le gustaba aquel gesto. Le gustaba la idea de que llevara su regalo y no el de otro chico._.Te queda muy bien.

_Gracias. Es muy bonita.

                  Amanda no conseguía relajarse. Estaba atacada de los nervios. Aquella cercanía. No entendía muy bien las señales de Alejandro. ¿Sentía o no sentía algo por ella? Allí estaban sentado uno frente al otro en aquel jardín impresionante charlando como si nada, como si no hiciera dos meses que no se veían. Todo seguía igual. No parecía que nada hubiese cambiado. Eran el  mismo Alejandro y la misma Amanda de siempre, de antes de Londres, de antes de Analia...

_¿Y no tienes nada que contarme? ¿Ninguna novedad?_preguntó Alejandro dejando su caña sobre la mesa.

_En realidad sí. Una muy importante que quería contarte en persona y no por teléfono.

_¿Te casas?

_¿Qué? ¿Te has vuelto loco? No, no es eso.

_Sergio y tú sois novios. Bueno, tampoco puede ser eso porque dudo que te dejara venir a pasar el fin de semana conmigo y has cambiado muy tranquilamente el colgante_dijo acercando sus dedos y jugueteando con la pequeña fresa.

_No, no tiene nada que ver con novios, bodas ni Sergio. Sergio y yo sólo somos amigos.

_¿Cómo tú yo?_preguntó con un guiño.

_No,como tú y yo imposible.

_Entonces, ¿qué es eso tan importante?

_Ya no vivo en Madrid_soltó rapidamente dándole un sorbo a su martini.

_¿Cómo que no vives en Madrid?_preguntó incrédulo Alejandro._.¿ Te refieres a que estás de vacaciones en Valencia?

_No, me refiero  a que me han ofrecido un trabajo fuera de Madrid  y tras pensarlo he dicho que sí.

_¿Qué?¿Cómo que has dicho que sí? ¿Y yo?

_¿Y tú, qué, Ale?_preguntó Amanda esperando oír lo que tanto deseaba.

_Pues, por qué no me habías dicho nada. 

_Estabas en Londres.

_Existen los teléfonos, de hecho hemos hablado todas las semanas y escrito correos casi todos los días. ¿Por qué no me lo dijiste?

_No se lo dije a nadie, Ale. No quería sentirme influenciada. 

_Creía que...

_¿Qué?_preguntó interrumpiéndole.

_Que te gustaba Madrid.

_Y me gusta, eso no tiene nada que ver con mi decisión.

_¿Y nuestras sesiones de cine?

_Ale, no me voy a China. Mira, hoy mismo he venido desde Valencia.

_Ya. Bueno, supongo que tarde o temprano esto iba a ocurrir. El cabrón de Gustavo no me dijo nada y eso que estuve anoche con él.

_No te ha dicho nada porque no lo sabe. No quería decírselo a ellos sin que lo supieras tú.

_Muy considerada.

_¿Estás enfadado?_preguntó Amanda al notar cierto tono irónico en sus palabras.

_No, enfadado no pero algo molesto. Mi mejor amiga decide cambiar de trabajo, de ciudad y no me dice nada. Algo debe estar pasando para que eso ocurra cuando  siempre nos hemos contado todo.

_No pasa nada, Ale,sólo una buena oportunidad para mi carrera. Al fin y al cabo, aquí no me ata nada.

_¡Yo!

_¿Tú? ¿Somos amigos, no?

_Sí, claro que somos amigos. Vaya preguntas más tontas haces, Mandy, y seguiremos siéndolo pero ahora llegarás a Valencia te liarás con un Valenciano y cada vez nos veremos menos. 

_Ale, si aquí tuviera novio o tu novia sería igual.¿Crees que alguien en su sano juicio dejaría que su chico o chica se fuera de fin de semana con un amigo del otro sexo? Digamos con un amigo un tanto especial. No me considero celosa y te juro que yo no.

_Bueno, pues se acabaron las tardes de domingo de cine. Las cenas de los viernes. Te voy a echar de menos.

_Y yo a ti_dijo mientras tenía ganas de preguntarle a gritos si estaba ciego, si no se daba cuenta de lo que pasaba.

_Ahora ya no me siento tan culpable al decir que vuelvo a Londres un par de meses más.

_Vaya, no soy la única con secretitos.

_No, pero lo mío no es fijo sino temporal. Espero que esta vez si me visites.

_Vale, está bien. 

_¿Vamos a comer?

                       Las horas se pasaban rápidas a su lado. Amanda estaba más relajada. Las mariposas parecían estarse más quietitas, menos revoloteadoras. El circuito hidrotermal tenía mucho que ver en lo relajada que se sentía ahora. Realmente, aquel era uno de los mejores regalos de cumpleaños que le habían hecho. Sólo le faltaba una cosa para ser perfecto. Sólo le faltaba que Alejandro dejara de ser su amigo para ser algo más. Amanda se observó detenidamente en el espejo. Aquel vestido le quedaba realmente bien, si no conseguía atraer la atención de Alejandro con él ya no sabía como hacerlo. 

_¿Te falta mucho?_preguntó Alejandro tocando en la puerta del baño.

_Ya salgo_dijo Amanda mientras terminaba de pintarse los labios.

_Uauh, voy a presumir de pareja en el restaurante del hotel_dijo al verla.

_Mira que eres tonto_contestó Amanda._¿Vamos?

_Sí, vamos_dijo mientras seguía contemplándola.

         

                          Tras la deliciosa cena pasaron por el pub del hotel. Un animado pub, que para sorpresa de Alejandro conservaba el estilo inglés de los pubs últimamente visitados por él. Alejandro no paraba de contarle sus aventuras londinenses, de los sitios que había visitado, del minúsculo apartamento que tenía, eso sí, en pleno centro londinense. Amanda se fue relajando poco a poco, las mariposas dormitaban tranquilas dejándola a ella respirar mejor. Aquel era su Alejandro, el Alejandro de siempre, el que le contaba con pelos y señales su día a día. El que la hablaba de la chica que le gustaba, el que le pedía consejo. Estaba claro. Ellos eran amigos y así seguiría siendo.

_¿Damos una vuelta por el jardín?

_Vale_contestó Amanda que andaba medio perdida en sus pensamientos.

                   Durante un rato caminaron uno junto al otro. Los alrededores del hotel eran muy bonitos. El paisaje era inmejorable. Se sentaron en un banco frente a la piscina. Raro era que no hubiese nadie por allí, en realidad, no era tan extraño. Era cerca de las dos de la mañana, la mayoría de los huéspedes estaban en el séptimo cielo.  Amanda se estremeció al sentir cada vez más cerca a Alejandro, que la miraba fijamente a los ojos. Notó sus dedos bajar por su brazo izquierdo haciendo que su piel se erizara con el suave y cálido contacto de sus dedos.

_Llevo toda la noche queriendo hacer esto.

_¿El qué?_preguntó Amanda sin poder decir nada más porque Alejandro la besaba apasionadamente. Las mariposas despertaron de su letargo comenzando a revolotear como locas en su estómago. 

_Cualquier día te robo ese pringue que te pones en los labios porque sabe realmente bien, ¿se puede comer?

_¡Mira que eres tonto!_rió Amanda mientras Alejandro volvía a besarla.

_Te voy a echar mucho de menos_dijo volviéndola a besar.

_Y yo a ti.

_¿Subimos?

                 Amanda afirmó con un movimiento de cabeza. No salía de su ensoñación. Allí estaban los dos con las manos entrelazadas caminando rumbo a la habitación. ¿Era esa la manera de Alejandro de decirle que la quería? Quería que el tiempo se parase. Quedarse en aquel hotelito para siempre. Si la distancia era la responsable de aquello bienvenida fuera. Si su marcha de Madrid tenía que ver con el comportamiento de Alejandro, bendita la hora en la que había dicho sí al traslado. Emplearon más del doble de tiempo en llegar a su habitación, cualquier rincón era bueno para volver a besarse. El gloss había desaparecido de sus labios hacía mucho tiempo ya. Ya ni siquiera se acordaba de sus fieles compañeras, las mariposas. Las olvidó, las dejó volar a su libre albedrío mientras ella disfrutaba de los besos y caricias. Sí, muchos besos se habían dado anteriormente pero nunca había sido así. Sí, muchas noches habían pasado juntos pero aquella era diferente. Amanda sabía que era distinta. Alejandro estaba diferente. Aquella era verdaderamente su noche.

             Amanda observaba divertida a Alejandro pelearse con la tarjeta de la habitación. Por fin la luz dio verde y la puerta se abrió. Alejandro tiró de ella y ambos entraron entre risas en la habitación.

_Ya no sabes a fresa_le murrmuró Alejandro mientras jugueteaba con el colgante de Amanda._pero sigues sabiendo igual de dulce_dijo mientras le bajaba la cremallera del vestido y la tumbaba en la cama.

_Lo tuyo comienza ser adicción al gloss de fresa.

_Ah, esa cosa se llama gloss. Está bueno_bromeó Alejandro sin dejar de besarla._.Te he echado de menos.

_Y yo a ti_susurró Amanda mientras notaba los dedos de él bajar por su cuerpo.

   

                    Perdieron la noción del tiempo entre besos y caricias. La luz del sol comenzaba a entrar por la ventana cuando volvieron a la realidad de la habitación. Amanda creía estar viviendo su propio sueño, su propia película romántica. En su cabeza escuchaba "...y tras once años de amistad, dos meses de separación y un cambio de ciudad Amanda lo consiguió. Amanda alcanzó su sueño...".

_Mandy, Mandy ¿estás aquí?_bromeó Alejandro mientras la besaba en la frente.

_Sí, claro que estoy aquí_rió Amanda.

_Van a ser las siete de la mañana. ¿No te da vergüenza no haberme dejado dormir?

_Ah, ¡qué la culpa es mía!

_Tuya y de tus besos de fresa.

_¡Mira que eres tonto!

_Anda, vamos a descansar un ratito. Me has dejado K.O._bromeó Alejandro acurrucándose a su lado._.Buenas noches.

_Buenas noches_murmuró Amanda notando que no podía borrar aquella estúpida sonrisa mientras sus ojos se cerraban.

                       El sol brillaba intensamente cuando abrieron los ojos. Amanda se ruborizó al abrir los ojos y notar la penetrante mirada de Alejandro obrservándola. Alejandro sonrió al darse cuenta. Le resultó curioso que aquellas alturas de su amistad Amanda se ruborizada al sentirse observada por él. Jugueteó con su colgante mientras le dejaba un cálido beso.

_Buenos días.

_Buenos días,¿qué hora es?_preguntó Amanda tapándose con la sábana.

_Hora de ir a comer porque yo tengo un hambre que no veo. Me temo que el desayuno nos lo hemos saltado.

_Bueno, estamos de vacaciones, ¿no?

_Cierto_contestó volviéndola a besar._Bueno, me voy a levantar o no saldremos de aquí.

_¿Tienes prisa?_preguntó Amanda agarrándolo por el cuello para poder besarlo.

_No, ni pizca.

              El reloj marcaba las tres cuando entraron ,desfallecidos por el hambre, en el restaurante del hotel. Amanda no podía borrar de su rostro una sincera sonrisa. Exultaba alegría. Sí, no podía estar más feliz. Ahora sí. Estaba segura que todo iba tal y como ella había soñado o ,casi mejor decir, como ella no se había permitido soñar. Ambos estaban hambrientos.

_He de darme prisa en una hora tengo el masaje.

_¿Pero de verdad que te van a untar en chocolate?

_Hasta donde yo sé así es, ¿te animas?

_No, yo me animo a comérmelo_contestó sin poder evitar la risa al ver la cara de Amanda._.Así que ya sabes si la chica se queda sin toallas yo me brindo_continuó riendo._.Fresas y chocolate, uff.

_¿Vas a seguir?_preguntó Amanda notando que un color le iba y otro le venía.

_No, mejor borro la imagen de mi mente o no voy a poder levantarme en un buen rato_comentó riendo.

_¡Mira que eres tonto!_dijo entre risas Amanda.

                 

                            Sí, la sensación era única. Era curioso, extraño, a la vez que placentero estar envuelta en chocolate. Allí tumbada en aquella camilla, con suave música que la adormecía, y aquel delicioso olor emanado por su piel. A la mente le vino el comentario de Alejandro y dio gracias a estar envuelta en chocolate porque sabía que había ruborizado con la simple idea. Me quedaría eternamente en este hotel pensó mientras notaba las manos de la masajista en su cabeza. Uff, esto debe ser el  paraíso se decía así misma. Hora y media más tarde su piel estaba suave, tersa e hidratada. Sin decir que parecía desprender un dulce aroma a chocolate. Subió a la habitación flotando en una nube. Su cuerpo y su mente estaban totalmente relajados. Hacía tiempo que no se sentía tan bien y la culpa no la tenía tan solo el chocolate, ni siquiera el masaje, ella tenía claro que el motivo de aquella sensación de paz infinita era de Alejandro. Él era el responsable y no por haberle regalado aquel fin de semana.

_Eh, ya estás aquí_dijo desde la cama donde estaba leyendo.

_Sí, pero como si no estuviera. Te juro que estoy flotando en una nube_comentó tumbándose a su lado.

_Sí, una nube de chocolate_continuó dejando el libro sobre la mesita de noche.

_Deberías probar. Es una maravilla.

_¿Qué debería probar?_preguntó besándola._.Uhmmm...chocolate_dijo volviéndola a besar._Sí, sí tenías razón con lo de que debería probar.

_Sabes que no hablaba de eso_rió Amanda devolviéndole los besos.

_¿Qué me has hecho, Mandy?_preguntó mientras le quitaba la camiseta.

_Nada_susurró mientras Alejandro le quitaba los shorts y volvía besarla.

     

                           Decir que flotaba en una nube sería quedarse corta. Amanda asistía incrédula a su propia vida. Se sentía protagonista y espectadora de su propia vida. Quería, necesitaba saber qué ocurriría a continuación entre ellos. ¿Pasarían los fines de semana juntos? ¿Volvería ella a Madrid? ¿Londres? ¿Se convertiría en definitivo aquel trabajo en Londres? No,no, él le había comentado que sólo era una sustitución, a final de año su trabajo volvería a ser el de siempre.El susurro de su nombre resonaba en sus oídos mientras disfrutaba de los besos y caricias de Alejandro.Alejandro.Alejandro.Alejandro... repetía mentalmente.

_Alejandro..._murmuró cuando él se tumbaba a su lado.

_Sí.

_Te quiero_dijo sin darse cuenta de sus propias palabras.

_¿Qué? ¿Qué has dicho?_preguntó él sentándose de golpe a su lado.

_Has oído bien pero si quieres lo repito_dijo volviéndolo a besar.

_¿Qué dices, Mandy? ¿Tú sabes lo que estás diciendo?

_Del todo.

_Mandy,yo...yo...yo no estoy enamorado de ti.

_Eso no es verdad, ¿y este fin de semana?

_Es sólo un fin de semana más, sí yo te quiero pero no de esa manera.

_Pero...

_Además, tú estás en Valencia yo en Londres.

_¿El problema es Valencia? Volveré a Madrid.

_No, Mandy, el problema no es ni Valencia, ni Londres, ni Madrid. El problema es que yo no estoy enamorado de ti.

                   Ya no había nube. Si acaso una nube de tormenta. Amanda ya no tenía la impresión de flotar, había caído en picado. ¿Qué había pasado? ¿Qué ocurría con su sexto sentido? ¿Cómo había llegado a la conclusión que él estaba enamorado de ella? ¿Y ahora qué? No podía ni mirarlo a la cara. Notaba las lágrimas agolparse en sus ojos. Ahora sí. Ahora todo había acabado. Ya no serían más Ale y Mandy. Ya no podrían ser amigos. Ella no podía. Ya no podía seguir viviendo de esa manera. Aquel era el fin. El fin de aquel idílico fin de semana, el fin de la ilusión, de su sueño, el fin de ellos dos. Nunca más volverían a ser dos aunque en realidad nunca lo habían sido...

Elva Marmed




               

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