Me siento un poco Lucy hoy. Sí, vale… yo tengo memoria, soy morena y no canto canciones de los Beach Boys mientras pinto flores en la pared día tras día. No tengo ninguna camiseta rosa (por raro que pueda parecer viniendo de mi), ni cojo piñas, ni hago casas con gofres. La cuestión es otra.
Me he acordado de ella justo antes de sentarme de cara al ordenador dispuesta a escribir. Tras unos dos meses de inactividad me he bloqueado y he pensado que, tras tanto tiempo, no sabía bien ni cómo empezar porque tenía demasiado que contar. Y sin saber cómo ha sucedido, me he visto a mi misma como si fuera Lucy en ese video, procesando los hechos, los hitos, la historia reciente y ésa que ya queda algo más lejos. “Mira Mamen, esto es todo lo que ha pasado mientras tú te empanabas sin dar señales”. Y yo, con la boca abierta y los ojos todavía más, paralizada, incrédula, temerosa de haberme perdido algo importante y de no saber ni dónde estoy ni lo qué está pasando a mi alrededor. Socorro. Ayuda.
El texto de mi video lo imagino en la voz del inolvidable Troy McClure… “Hola, soy Troy McClure. Tal vez me recuerden de películas como La Venganza de Abraham Lincoln o Gladys la Mula Feliz, y le voy a contar a La chica de los jueves lo que ha pasado por aquí…” Sí, así lo visualizo. No me juzguéis, por favor.
¿Que qué diría Troy? Él seguramente me endulzaría la realidad. Al final, hasta la gente a la que más indiferente resultas, se siente mal dando malas noticias. Pero leyendo entre líneas e interpretando su tono de voz… sacaría pronto mis propias conclusiones. “Esto no pinta nada bien”, me diría para los adentros. Y lo cierto es que no solo no pinta bien, sino que no tiene pinta de arreglarse. ¿Veis? Ya me sale la vena pesimista/negativa. Pero es que ahora en serio: ¿Alguien me puede decir qué está pasando? Yo no lo sé explicar, pero contribuyo a esta locura con mi resumen por palabras/frases cortas de estas últimas semanas:
Rabia. Fuego. Destrucción. Lágrimas. Muertos. Corrupción. Enemistad. Injusticias. Verde destruído, esperanza destruída. Banderas. Tierras. Mapas. Textos virales. Tweets. Lógica. Nada de lógica. Odio. Raíces. Catalunya bonita. Catalunya preciosa. Mi Barna. Los trenes más bonitos que cogí. Sentimientos. Miedo. Negocio de “Todo a 100” con las banderitas de unos y de otros. Gente que aprovecha para mostrar su verdadero rostro. Gente que demuestra lo bueno que lleva en el fondo. Gente que pierde followers por meterse en jardines. Gente que no se moja ni aunque llueva. Libertad de expresión. Faltas de respeto. Incoherencia. Violencia. Manipulación. Ridículo. Vergüenza. Cubos de agua. Personas. Personas otra vez. Personas buenas que sufren. Personas que merecen un mundo justo en el que vivir. Cadenas de solidaridad. Galicia. Asturias. Portugal. Mi norte. El norte de todos.
Estas semanas de silencio (en Instagram he hablado algo, pero por aquí nada de nada) han sido preocupantes y descorazonadoras. Algunos días, hasta los más positivos pensamos en el sentido de todo, en si de verdad valdrá la pena soñar tanto con cambiar el mundo. Lo fácil o lo normal (lo más sensato, tal vez) es perder la fe y seguir con nuestras vidas sin grandes esperanzas. Pero no. No podemos. No debemos.
Y diré por qué no debemos con otra lista de palabras/frases cortas. Algo que a mi me ayuda cuando no creo en nada más allá de la fantasía de cuatro o cinco películas tontas. Algo que me gusta pensar cuando me abrumo con todo y no quiero ni que nadie me hable, ni leer más sandeces, ni ver más de lo mismo en todas partes. Algo que, antes de dormir trato de pensar, a veces. Son las cosas pequeñas y no tan pequeñas que me encienden el corazón y me dicen: oye nena, de rendirse, nada.
Los mensajes para saber si has llegado a casa bien. Y los de buenas noches. Y los de buenos días. La gente que te espera en el ascensor. Y la que saluda aunque sea lunes asqueroso. Y la que te ayuda a cambiar las ruedas del coche.
Los libros prestados. El olor a limpio. Comprar flores. Darte un capricho. City of Stars. Como un fan. Que se acuerden de ti al ver, oir o leer algo. Y te lo digan. El vino de Oporto. Hacer algo que crees que no podrías por ti misma (y sin ayuda). Que no se te cale el coche en una rampa. Aprobar un examen muy chungo. Ganar algo, aunque sea un euro en un rasca.
Amor incondicional de madre. Ceguera de abuela que siempre te ve guapa. Hermanas que a pesar de crecer, se necesitan. Y mucho. Mirar el futuro que quieres en la mirada de ellos dos. Amistad de toda la vida. Un abrazo cuando te despiertas por culpa de una pesadilla. Las buenas noticias de un médico. El Ibuprofeno que siempre lleva alguien a mano para ayudarte y que no te explote la cabeza. El agua que todos están dispuestos a comprarte si acaso es que te mareas.
Las estaciones de tren, los aeropuertos, un primer vuelo juntos y cagados de miedo. La sonrisa sincera de bienvenida. Las lágrimas sinceras de despedida. Un perro saltando de alegría al verte. Un gato que se queda a tu lado en medio de un jardín. Recuperar la ilusión después de que te rompan el corazón. Perdonar a un familiar. Olvidar lo malo, recuperar lo bueno, conservar lo único que vale la pena conservar. Y decirle que esté donde esté, ya no le odias, que esté en paz.
El campo. El mar. Alejarse de tanta ciudad y mancharse las zapatillas de tierra. Respirar. Hacer una barbacoa. Bañarse en otoño. Pintar sin saber. Besarse. Soñar sin parar. Decirse “te quiero”.
Decía Hugh Grant en Love Actually lo siguiente: “Cuando me siento melancólico acerca de la situación del mundo pienso en las puertas de llegada del aeropuerto de Heathrow. La opinión general tiende a señalar que vivimos en un mundo de odio y avaricia pero yo no lo veo así. Para mí el amor está en todas partes.” Yo, cuando me siento melancólica, veo la peli, pienso en todo lo anterior y miro las fotos de la columna de enfrente de mi sofá. Las miro una y otra vez. Hasta cincuenta veces. Paso de una a otra y pienso que solo por ellos, vale la pena estar en este mundo a ratos raro, pero maravilloso también.
Así que si algún día necesitáis un extra de cariño por la humanidad, tratad de recordar este momento. Todo siempre pasa. Todo siempre queda. Pero sin fe en las personas… nada vale la pena.
Y tú.
Cuando todo parezca romperse, cógeme de la mano más fuerte.
Hasta cincuenta veces.