El mundo, de Jimmy Fontana, sonaba esta mañana en San Isidro desde el balcón de alguien, en el edificio que queda a la izquierda de mi casa. Sentada en el sillón de mimbre pintado de blanco, con los apuntes y un café soluble -de esos que sé que ya están de más y que me pondrán de los nervios- y mi gata tumbada a menos de un metro de distancia en el otro sillón, me he sentido a salvo. Con el sol en la cara, la primavera parece mucho más cerca. No sé qué está pasando exactamente alrededor, pero creo que me gusta en lo que nos estamos convirtiendo. He levantado la mirada del folio y, por primera vez en mucho tiempo -puede que por primera vez, a secas-, he observado a todos y a cada uno de mis vecinos. Esas personas que antes me daban absolutamente igual, ahora siento que están unidas a mí por una especie de hilo invisible. Qué extraño es todo. O puede que lo raro fuera lo de antes. Sí. Sin lugar a dudas: lo extraño es no sentirte cercano a gente que siente y que padece como tú. Qué ciega he estado.
Anoche volví a encender la guirnalda de luces y la vela del balcón, como símbolo de esperanza y de ruego al cielo por aquellos que cuidan de nosotros. El siguiente paso va a ser escribir, con letras bien grandes, en mi pizarra: ‘no os agobiéis, el viernes que viene vuelve La casa de papel y nos distraeremos todos más, palabrita’. No sé qué hay en el ambiente. Tal vez sea la calma, el tiempo recuperado, el miedo, la incertidumbre, la solidaridad, la emoción contenida que está empezando a fundir el metal de nuestras armaduras. Qué sé yo. No sé qué es lo que está flotando en el aire en estos días tan raros, pero me hace querer abrazaros más que nunca.
¿He dicho ya que para mí la canción de estos días es Los días raros?
He perdido la cuenta, en estos dieciséis días, de las veces que se me han saltado las lágrimas. También, la de todos los momentos en los que he pensado hacer ejercicio y luego no lo he hecho. Algunas cosas no cambian, por mucha pandemia que haya. No he leído tanto como dije que leería el primer día, aunque he retomado Patria esta tarde mientras me comía un mango en el balcón. Qué buen libro. Y qué rico estaba el mango. ¿La verdad? Pensaba que hoy estaría de bajón. Ya sabéis, los domingos nunca ayudan… y mucho menos estando de cuarentena. Sin embargo, no ha sido así. Mejor dicho: no está siendo así en general. Me he dado cuenta de que puedo llevar bien eso de estar sola -mucho mejor de lo que pensaba al principio- y no sé si me alivia o me preocupa. ¿Me estaré volviendo antisocial? Prefiero no pensarlo. Prefiero quedarme, en cambio, con que, a cada rato que pasa, me siento más afortunada por tener lo que tengo, por sentirme bien conmigo misma, por estar en casa en lugar de estar jugándome el pellejo y, sobre todo, por tener una familia que me quiere y que está bien. Estamos haciendo un sacrificio quedándonos en casa pero ¿en serio? Que todo sacrificio sea ese, por favor. No sabemos la suerte que tenemos de no estar en un hospital ingresados o, peor aún, esperando noticias del estado de salud de alguien a quien queremos. La suerte, ahora, poco tiene que ver con ganar la lotería. Suerte es saber que todos estamos bien. Cómo nos ha cambiado todo de la noche a la mañana.
Que te pregunten y poder decir estamos todos bien es un regalo. El regalo más maravilloso que nadie nos ha hecho jamás.
Ahora solo nos queda pedirle perdón a la vida por todas las veces que no la supimos apreciar como ella se merecía.
¿Nos perdonas?
Esperemos que sí.
En estos 16 días:
He creado una lista de Spotify para el confinamiento. He hecho más directos que en toda mi vida en Instagram y, lo peor/mejor de todo: he descubierto que me mola más de lo que pensaba. He decidido, también, que me gustaría ser locutora y fotógrafa, pero tengo los pies en el suelo más que nunca y le he cogido el gusto a estudiar. Y a enviar memes. Por otra parte, he empezado a ver la serie de The Purge y sigo diciendo que me aterra y que paso de seguir viéndola. Me cambié a la de The Exorcist por si daba menos miedo (porque siempre digo que me dan menos miedo los demonios que las personas) pero, obviamente, no. En fin. Suerte que ayer volvió Jane the Virgin. Y me he enganchado a Riverdale y a Caronte. Estoy viendo vídeos de Raúl Antón por encima de mis posibilidades. He intentado hacerme ondas naturales con un maldito tutorial (con varios, más bien) y he terminado haciéndome una trenza, solo diré eso. Hace días que no me pongo una gota de maquillaje. Ni sujetador. Por primera vez, tengo la nevera bastante llena y todo mega limpio. En principio, no perderé mi trabajo pero siento el futuro gris marengo tirando a negro. Pero me quedan las letras. Los sueños y la esperanza. La fuerza y la sonrisa.
Tengo la firme intención de fomentar la marca España y viajar, cuando se pueda, solo por nuestro bello y valiente país. Y comprar más en las tiendas de mi barrio. Y perder de vista lo que no me guste ni me haga bien. Y pasar más tiempo de valor con mi gente. Y coger los recuerdos pausados y llenarlos de flores, aunque sea por un rato. Porque se me encoge el corazón cada vez que sale en la tele algo o alguien que me recuerda a ti. De todo parece que hace media vida, ¿verdad?
Qué raros están siendo estos días. Sin embargo, como sonaba esta mañana en mi barrio, el mundo seguirá girando. Y, aunque ahora parezca lejano, su noche muere y llega el día…
Y ese día vendrá.
Feliz noche.
Se os quiere a todos.
Pronto volveremos a estar juntos.