Soy una persona que, no solo por sus estudios, sino por su experiencia estudiantil valora mucho muchísimo la figura docente. En la prehistoria (mentira, fue hace nada), cuando yo estudiaba, fuera al colegio que fuera siempre tenía un gran respeto por los profesores, bueno, no por todos: había quien me hacía gracia o quien me caía mal, e incluso alguno que me daba mucha pena. Pero nunca les falté al respeto y siempre valoré su papel en mi educación, alucinada por el montón de conocimientos que poseían. Sin embargo mi madre jamás le hizo un regalo ni participó con otras madres en la compra colectiva de un regalo para mis maestros.
Mi pobre madre se hubiera arruinado con cuatro hijos, una media de 4 profesores por curso, y cada tres años un colegio nuevo… mira ni me atrevo a hacer números de cuánto le habría costado el detallito.
Puedes pensar “qué mala mujer que no recompensó la labor de los profesores con un regalo a final de curso, a final de sustitución o a final de ciclo.”
Yo creo que hizo algo más que eso, siempre que pudo respetó y apoyó su labor, nunca faltó al respeto a ningún maestro delante nuestra, aportó cuatro alumnos educados y con los valores básicos afianzados bien fuerte, cuatro buenos estudiantes nada problemáticos.
Creo que si ejerciera como educadora y me hicieran un regalo así lo valoraría más que cualquier pulserita o detallito que me pudieran regalar.
No llevo tanto formando parte de los padres con niños en edad escolar.
Sergio, el mayor de mis hijos comenzó el colegio en Figueres con un maestro de infantil que era una pasada y al que no le hicimos ningún regalo al cambiar de colegio, a excepción de unos minutos de despedida y un abrazo de mi hijo que le sacó las lágrimas.
En el segundo colegio de Sergio, en Ciudad Real, …bueno… en este caso no se merecía el regalo la maestra porque la verdad es que le hacía un lavado cerebral contranatura al niño y terminamos hasta por agradecer a “su Diós” sacar al niño de aquella clase que le estaba minando la moral.
El tercer colegio es el de ahora, comenzó en el tercer curso de parvulario, lo que aquí llaman P5, y claro, cerraban ciclo y a la profesora le cayó un regalo.
La verdad es que esta maestra es una maravilla y no puede ser más cariñosa, actualmente es la profesora de mi hijo pequeño y merece todo lo mejor del mundo.
El año aquel le regalamos un colgante y una Fofucha. Si, un objeto de adorno y otro simbólico con ninguna utilidad más allá que la de ser un recuerdo en un estante durante uno o dos años.
Luego Sergio pasó a primero, su maestra es otra buena docente muy volcada en ellos y con una paciencia y un tacto extraordinario. Se quedó embarazada y disfrutó de su baja por maternidad mientras otra maestra también genial cubría su puesto. A final de curso las madres regalamos a las dos.
Fue una locura, tuvimos algún conflicto porque en un principio querían regalarles unas pulseras con el nombre de los niños/as grabado sobre metal cuyo precio era una auténtica pasada y en la cual no se iban a escribir los nombres de los niños que no aportaran dinero. Me pareció una injusticia y lo dije aunque no fue muy bien recibida mi opinión.
Sólo otra madre me apoyó e iniciamos una recogida de dibujos hechos por los niños que luego encuadernamos y quedó un maravilloso libro al que adjuntamos un diploma para las profesoras de parte de los niños. El regalo final fue eso y unas pulseras que, aunque la aportación por madre terminó siendo 5 euros, a algunas madres les tuvimos que poner dinero para que pudieran participar.
Yo no regalo
Después de ese detallito, cuando esta Navidad las madres han propuesto hacerle un detalle a la sustituta actual, que se va tras las vacaciones, me he negado a participar.
Es rotundo y por muchos años.
Y ahora te cuento mis motivos.
Las maestras tienen una suerte que actualmente yo no tengo: cobran un sueldo, que igual no es muy alto, pero entre un sueldo bajo y no tener sueldo hay una gran diferencia.
No puedo quitar dinero de mi casa para dárselo a alguien en forma de detalle que igual ni le sirve para nada.
Valoro su papel en la educación de mis hijos, valoro su trabajo a diario, su paciencia, su persona y su profesión.
Pero no puedo permitirme detalles económicos si no los creo realmente útil.
De hecho sí he tenido un detalle útil y hermoso con ella y ha sido algo que iba a hacer de igual modo esta Navidad y he usado su marcha de excusa para hacerlo por partida doble:
¿Conocéis la plataforma Educo.org? Tienen un apartado en su página que te permite hacer un donativo que destinarán a diferentes productos de primera necesidad que tú elijas. En mi caso, he gastado 12 euros en dos paquetes de material escolar para un colegio en Nicargüa, con la esperanza de que sea real. Tras hacerlo Educo te permite imprimir una postal para hacer el regalo de parte de alguien y hacérselo saber de esta manera tan especial. Ese ha sido mi detalle. He regalado de su parte un paquete de material escolar a un niño o niña en Nicaragüa.
A esto me refiero con detalles útiles y no es por tirarme flores ni nada similar, es un regalo que hace feliz a tres personas: a mí porque sé que estoy haciendo lo correcto; a ella porque es un regalo muy especial, nada convencional, nada que no sirva o que se quede obsoleto y puedas tirarlo a la basura, es un regalo que se siente dentro; y por supuesto al niño o la niña que reciba el regalo.
Otro de los motivos por los que no estoy a favor de estos regalos es porque aunque sean 3, 5 o 10 euros siempre hay familias que no se lo pueden permitir porque tienen niños, a veces muchos niños, que alimentar y 3 euros son un par de paquetes de arroz.
Debido a la cantidad de campings y trabajos de campo que hay en esta localidad tan bonita en la que vivo, hay un gran porcentaje de inmigrantes entre sus habitantes.
Hay muchas familias inmigrantes o no que lo pasan realmente mal económicamente y no pueden destinar ni un euro a estas cosas. Créeme, estos regalos son motivo de exclusión.
Cuando digo que no voy a participar de estas cosas me dicen: “mujer, es un detallito, que está todos los días con nuestros niños”. Ya. ¿y el profesor de música? ¿el de inglés? ¿la de gimnasia? ¿las monitoras del comedor? ¿el cocinero? ¿la directora? ¿la chica en prácticas? ¿los sustitutos? ¿el bedel?
TODOS cuidan del bienestar de mis hijos así que o me toca la lotería o mejor opto por el “o todos o ninguno”.
Como si el precio de los libros, del material, del AMPA, extraescolares, comedor, excursiones y talleres no fueran suficiente gasto. Sólo de imaginarlo me arruino.
Además que tengo un problema: no reacciono bien a las imposiciones, así que, que me impongan la colaboración para un detalle no me gusta nada. Y dirás: “no te imponen, te sugieren” No.
Es impuesto, yo pongo mi dinero si quiero, es voluntario, pero si lo pongo no tendré poder para elegir el detalle que me gusta, elegirá la madre que ha ideado todo el lío del regalo y terminará siendo (en un 85% de las veces) algo decorativo de poca utilidad: pulseras, collares, bolsos…
Aclaro que no me refiero a utilidad física, me refiero a utilidad moral, algo que complemente o aporte a la maestra. Que le sirva mucho más allá de algo decorativo, de algo que fomenta un consumismo sin fundamento. Por que ¿para qué?¿qué intentan con este detallito? ¿caer mejor, hacer la pelota para que no suspendan a sus hijos? ¿Valorar su trabajo?
Para eso no necesitan regalarle nada, eso se demuestra día a día implicándose en la educación de sus hijos, estando al corriente de sus progresos, educando en casa en los aspectos más profundos que el colegio no abarca a trabajar: modales, respeto, empatía…
Creo que esto de los regalos es algo muy anticuado. Si una madre quiere hacer un detalle que lo haga, que lo haga quien quiera, yo misma, si quiero tener un detalle lo tengo, pero no para demostrar que valoro el trabajo de la profesora, ni para recordarle cuánto le quieren mis hijos, eso es cosa de mis hijos.
Tengo un detalle si sale de mí, sin andar incordiando a nadie por el grupo de Whatsapp que es un coñazo y lo tengo cuando me sale, porque el trabajo de un profesor /a no se valora un par de veces al año con un regalo, se valora siempre, sea el profesor que sea siempre que su actitud no dañe a nuestros hijos y busque siempre su beneficio, comprensión y respeto.
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