Ayer disfruté de un nuevo capítulo de los "Los misterios de Laura". Me encanta esta serie blanca, sin pretensiones, muy bien dirigida y magníficamente interpretada. Claro que algunos guiones parecen sacados de algunos libros de Agatha Christie; ellos dirán que "inspirados"... bueno, a mi me parecen más "calcados", pero dejémoslo ahí... lo cierto es que al no empeñarse en negar la evidencia en cierto modo es como si le hicieran un homenaje y hay que reconocer también que llegar a la genialidad de la autora británica, que manejaba la intriga y el misterio -¡y los venenos!- con singular maestría ¡es muy difícil!
Pero a lo que iba... el argumento del capítulo, un hombre que aparenta ser lo que no es, me sugirió el tema filosófico de hoy: las apariencias.
Todos pensamos en las apariencias como una actitud fingida en la que parece que tenemos lo que en realidad nos falta o que somos lo que en realidad nos gustaría ser. El caso es transmitir una imagen que no se corresponde con nuestras verdaderas circunstancias pero que, para quien la vive, llega a convertirse en verdad absoluta. Quién no tiene un conocido que gasta más de lo que se puede permitir "aparentando" tener un economía muy superior a la suya; o el enteradillo de turno que se aprende cuatro o cinco frases hechas y las va soltando con asombrosa habilidad, "aparentando" tener una cultura de la que en realidad carece; por no hablar de las mujeres (y hombres también) que se van al mercadillo con bolsas de tiendas de lujo para llenarlas de imitaciones y "aparentar" después con las amistades un nivel de vida lejos de su realidad cotidiana...
¡Y que me dicen del facebook! Aquí entramos de lleno en el reino de las apariencias: llena tu muro de fotografías chachi-guays en posiciones imposibles (lo de posar poniendo morritos me puede, lo reconozco), o de fiestorros rodeado de gente profidén (por lo de la sonrisa a todas horas), suelta cuatro o cinco frases de pensamiento positivo (ese que nunca ponemos en práctica pero que da el pego bastante bien) y acepta de amigo a todo hijo de vecino que te mande la solicitud (da igual que sea un psicópata, lo importante es cuantos más, mejor)... ¡y ya eres el rey! Lo triste es que detrás de muchas de estas "apariencias facebookianas" hay personas que están y se sienten solas porque en esa aparente agitada vida social, faltan los verdaderos amigos, esos que no te ponen en su muro (igual ni tienen facebook) pero cuentan contigo para tomar un café y charlar.
Sí, en una sociedad que se rige por la imagen y en la que prima el "tanto tienes, tanto vales", las apariencias se han convertido en un recurso cada vez más utilizado y, lo que es peor, cada vez más justificado. Hay, además, una forma de aparentar que a mí me asusta y preocupa al mismo tiempo: las apariencias con nosotros mismos, la falta de autenticidad. Porque ésta es una forma de esconder la cabeza debajo del ala, como las avestruces; una forma de autoengañarnos sin más finalidad que la de agradar a los demás aunque esto suponga el sacrificio de nuestra propia esencia.
En la antigua Grecia los actores de teatro utilizaban máscaras para ocultar su verdadero rostro y adoptar el personaje que la máscara representaba. Básicamente esto es lo que se hace, aparentar un papel, adoptar una máscara porque, por regla general, nos sentimos temerosos de mostrarnos tal cual somos, con nuestros defectos y virtudes, con nuestros aciertos y errores... en definitiva, humanizados. Pienso que grande culpa de esta situación viene dada por el hecho de que la sociedad ha fabricado un estereotipo de hombre/mujer del cual muchas personas se sienten presas pero del que no consiguen escapar. Porque es más fácil aparentar, callar, negar, disimular e "integrarse", que romper las ataduras de las convenciones y abrazar la libertad. La impagable, ansiada, buscada y querida libertad.
Día 2 y seguimos con el desafío...