Después de un breve silencio de dos días, vuelvo a mi rutina novísima de escritora, con renovada ilusión y más consciente si cabe de la dificultad de escribir unas líneas diarias. No ha sido por falta de interés ni por abandono, es que he estado de viaje y es difícil escribir cuando te sientes reclamada por mil compromisos que atender.
Hace poco le preguntaba al "cerebro pensante que me ha metido en este lío" :) -lo sigo queriendo a pesar de todo, ains- qué podía hacer si un día no encontraba la inspiración necesaria para escribir. Y me aconsejó abrir un libro al azar, escoger una frase y reflexionar sobre ella. Hoy lo he hecho. Entre otras cosas porque estoy muerta de dolor por un calambre-tirón-contractura-esguince (en realidad no sé lo que es) que me ha dado en el gemelo y me tiene desesperada porque no puedo caminar... y así no hay quién piense! El libro elegido es "Joyas de Oriente", de Helena Petrovna Blavatsky, en su versión portuguesa y la frase es: «El marido del dolor es el éxtasis, pero pocas son las almas en las que el matrimonio se consuma». Ahí queda eso!
Al principio me ha chocado un poco y he recordado ese refrán español que dice "si no quieres caldo, toma dos tazas", que viene a ser lo mismo que decir si te quejas de dolor ahora nos hablas de él. Parece sádico y todo... Pero luego he recordado algo que un amigo me contó una vez sobre la percepción que los mártires tenían del dolor. Y de cómo conseguían ir más allá de su sufrimiento elevando su conciencia hasta tal punto que el dolor se convertía en placer. No tal vez en el sentido físico sino en un placer más trascendente y elevado. Más espiritual. Quizás así se entienda el por qué algunos místicos reían en la hoguera mientras su cuerpo se retorcía de dolor; tal vez su conciencia ya no estaba allí, habían conseguido superar la percepción puramente física. Y como almas realmente elevadas espiritualmente no debe haber muchas, sería comprensible lo que dice Helena Petrovna al afirmar que "pocos son los matrimonios que se consuman".
Yo soy más de andar por casa, claro. Para mi el dolor como camino para llegar al éxtasis como que no. Cuando duele, duele; pero no dejo de entender que puede ser una excelente manera de superar las trabas que el cuerpo físico nos impone. Es como el que de tanto mirar al suelo no entiende que un poquito más arriba existe el horizonte. Sólo tiene que elevar la vista, pero para ello primero tiene que tener conciencia de que puede elevarla y de que hay algo más allá de su realidad, que es el suelo...
Supongo que esto debe ser lo que llaman "el goce místico" reservado sólo para unos pocos, para aquellos que trascienden lo puramente humano para elevarse hasta lo divino. Como decía Platón "somos dioses y lo hemos olvidado".