Un año más, la Navidad llegó, triunfó y se fue. Y nos olvidamos de ella con la misma intensidad con la que esperamos su llegada; ahora el entusiasmo está en la proximidad del último día del año, donde quien más y quien menos celebrará este gozne del tiempo que, en occidente, llamamos Año Viejo. En portugués, curiosamente, a este día se le conoce como "Pasagem", es decir, "el paso de algo", en este caso del año, lo que nos da una idea de cómo el tiempo, al igual que todo lo manifestado, se rige por una ciclicidad que, aunque no siempre seamos conscientes de ello, modela nuestras circunstancias y las del planeta. Por tanto, también de la humanidad.
Cuando hablamos de ciclicidad casi siempre utilizamos el símil de la Naturaleza, ya que es en ella donde mejor y más abundantemente encontramos ejemplos que nos demuestran la existencia de los ritmos (que no dejan de ser repeticiones, de más o menos duración y con más o menos frecuencia) y de los ciclos. Ejemplos son el día y la noche, el frío y el calor, las estaciones, los meses... y el propio ser humano con sus etapas de nacimiento, crecimiento, madurez, vejez y muerte.Y vuelta a empezar en un nuevo renacimiento, una espiral de vida ascendente y hacia adelante como símbolo eterno de la evolución.
El lector podrá preguntarse a qué vienen estas reflexiones y qué relación guardan con la Navidad... bueno, es que la Navidad, lo que está por detrás de aquello que celebramos, es también una repetición. Una reedición que diríamos en argot editorial. En estos días, profundamente religiosos para algunos y tremendamente paganos para otros, pueden encontrarse algunos artículos -buenos y malos, de todo hay- que bucean en el simbolismo, mítico y religioso, de estas fiestas. Y he aquí que encontramos la ciclicidad porque vemos cómo, a lo largo de la Historia, en diferentes pueblos y civilizaciones, el 25 de diciembre ha sido, una y otra vez, una fecha sagrada e importante, un punto de partida para diferentes cultos que han propagado su mensaje religioso durante el tiempo que le estaba destinado pervivir.
Para mí, en mi modesto y limitado entender, no hay mayor ni mejor prueba de que todas las religiones pueden convivir unas con otras, en armonía y respeto, ya que el mensaje religioso en sí es el mismo aunque adaptado a diferentes realidades culturales y temporales. Pueden cambiar los detalles, pero el fondo y el simbolismo que subyace detrás de ritos y doctrinas es el mismo. Al fin y al cabo, la Religión (o las religiones si se prefiere) dota al ser humano de Esperanza y un código moral que puede ser más o menos estricto según la adaptación social y política que se haga de él, claro. Pero el propósito de dar forma civilizatoria a un grupo humano en concreto está detrás de toda forma religiosa, al menos en su origen, pues con el tiempo muchos de esos mensajes religiosos se van deformando y van perdiendo la esencia pura de los inicios, hasta mutar en engendros irreconocibles muy alejados de su verdadera finalidad.
Hoy no todas las religiones que la Historia ha conocido perviven; algunas son sólo recuerdos y tenemos que descifrar sus enseñanzas buscando entre mitos y leyendas. Es una prueba más de que los ciclos existen y de que todo lo manifestado, está sujeto a ellos. Podremos tardar más o menos, pero todo, absolutamente todo está condenado a nacer y a morir y, desde el punto de vista de la Filosofía, a renacer. Tal vez con otra forma, en otro tiempo y lugar, pero con la misma esencia que le viene dada, desde su nacimiento, por el Arquetipo o Idea que le dio la Vida.
Bienvenidos todos los Mensajes, bienvenidos todos los Tiempos.