Escribo mi reflexión del sábado con un día de retraso, bueno, con una noche que todavía es tempranito por estas tierras lisboetas... ¡¡oh my god, pero qué horas son estas!! Pues es que ayer fue un día de festorreo y me dieron las tantas, entre preparativos, la fiesta en sí y la resaca de tanta emoción (mal pensadoooossss, que yo no bebo), que no tuve ni un momento para sentarme delante del teclado.
Ayer despedimos a un amigo que se va a iniciar una aventura en otro lugar y le preparamos una pequeña sorpresa. Se emocionó mucho, casi lloró -y mira que es duro- y con él, nos emocionamos todos. Total, que entre lo que llovía y nuestras lágrimas, resultó una jornada lo que se dice "pasada por agua". Pero mereció la pena el esfuerzo, las lágrimas, las risas y el cansacio por ver su cara de agradecimiento.
Esto me hizo pensar en cómo es necesario decirle a las personas que queremos que son importantes para nosotros. A pesar de sus defectos y de los nuestros; a pesar de las dificultades del día a día, de los enfados y malentendidos; incluso a pesar de la brutal descortesía que nace de nuestra acelerada forma de vida. No es necesario grandes demostraciones de amor, a veces basta con una mirada de comprensión, una mano en el hombro conciliadora, un silencio apaciguador o un pensamiento compasivo. A veces sólo necesitamos no sentirnos juzgados... La vida ya es suficientemente dura de por sí como para hacerla nosotros todavía más difícil con nuestra indiferencia o nuestra frialdad.
Existe una falsa creencia -desde mi punto de vista- de que los duros no deben mostrar sus emociones. Yo lo que creo es que los fuertes son los que saben manejarlas y mostrarlas sin miedo porque las conocen, se conocen a ellos mismos y saben utilizarlas. Los "duros" no dejan de ser personas que ocultan en su interior muchos miedos y se protegen creando un muro de frialdad a su alrededor que nadie puede saltar. Piensan así que nada les puede herir, sin darse cuenta de que la mayor herida se la produce la distancia que ellos mismos crearon con los demás. Porque todos, en algún momento, necesitamos de la compañía y el calor de otros seres humanos; y porque no hay mejor forma de superar un miedo que enfrentarlo. Claro que si la vida es dura, hay que saber defenderse; pero también hay que saber de qué nos defendemos y cuándo es necesaria la defensa. Escudo inteligente de protección sí, muro de frialdad por miedo, no.
Después de esta reflexión pensé que yo también vivo rodeada de algunos muros, muretes, paredillas y paredones... tal vez ha llegado el momento de comenzar a derribarlos.