Mientras en la mayoría de los países de nuestro entorno se prohíbe su cultivo, en España ya hay más de 100.000 hectáreas con maíz transgénico.
¿Qué son los transgénicos?
Los transgénicos se llaman también OMG, es decir, Organismo Modificado Genéticamente. Es decir, se trata de aislar partes del ADN de un ser vivo, ya sea un virus, una bacteria, un vegetal o un animal, para introducirlos en el ADN de otro ser vivo.
Tradicionalmente numerosas especies animales y vegetales han sido mejoradas genéticamente, mediante, por ejemplo, técnicas de selección y cruce. Así se han creado razas de perros, tipos de trigo, variedades de tomates?
Pero el caso de los transgénicos es distinto: se trata de crear artificialmente un organismo franqueando las barreras que existen naturalmente entre las especies. De esta manera se crean seres vivos totalmente nuevos, que no existían antes, y que son una mezcla de especies diferentes. Por ejemplo, el maíz transgénico que se cultiva en España está modificado con genes de ciertas bacterias, lo cual lo hace más resistente a las plagas de insectos.
Los efectos de los transgénicos
No se sabe todavía con exactitud cuáles pueden ser los efectos de la introducción de los transgénicos en el entorno natural y en la salud de las personas y animales. Sin embargo, según las asociaciones ecologistas, sí se han podido constatar algunos problemas, según las asociaciones ecologistas:
1. Algunos insectos y malas hierbas se están haciendo cada vez más resistentes a los tratamientos que pretenden destruirlos.
2. Están aumentando los casos de alergias alimentarias y pérdida de eficacia de ciertos medicamentos.
3. Los cultivos tradicionales se ven contaminados por los transgénicos que se encuentran cerca, porque la polinización que realizan los insectos. Ello provoca una pérdida de la biodiversidad ya que se pierden tipos de semillas.
4. Los alimentos transgénicos producen más, por lo que se está convirtiendo en un lucrativo negocio. Los OMG están en poder de grandes multinacionales, en detrimento de la agricultura tradicional.
5. La mayoría de las grandes extensiones agrícolas están plantadas con OMG. Se obliga a los campesinos a depender de las grandes empresas multinacionales o, dicho de otra forma, la alimentación mundial estará controlada por unos pocos.
6. Sólo diez multinacionales controlan casi el 70% del mercado mundial de semillas lo que significa que los agricultoras tienen poca capacidad de elección.
7. Los cultivos transgénicos no alimentan al mundo. El 99,5% de agricultores y agricultoras no los cultivan.
8. La agricultura industrial usa fertilizantes sintéticos y agroquímicos que contaminan nuestros suelos y aguas, recursos necesarios para producir alimentos sanos ahora y en el futuro.
9. El excesivo uso de fertilizantes de síntesis en la agricultura industrial contribuye al agravamiento del cambio climático.
Para las asociaciones ecologistas estos cultivos se vendían como una solución a problemas tan graves como la crisis alimentaria, el cambio climático y la erosión del suelo, pero, aseguran, la realidad es que los ha empeorado.
Por ejemplo, el hambre en el mundo, en la actualidad, ha alcanzado proporciones épicas. Aunque hay cultivos genéticamente modificados en los que se han invertido decenas de miles de millones de dólares para dotarles de características beneficiosas como resistencia a la sequía o tolerancia a la sal, no se han distribuido a gran escala.
Lo que sí ha aumentado, sostienen, es la utilización de productos químicos para controlar las plagas, aunque las empresas de biotecnología precisamente justifican sus creaciones genéticas como un paso para reducir el uso de los insecticidas. Cada año se necesita luchar contra otras plagas nuevas y el uso de herbicidas se ha duplicado.
Transgénicos en España
Los cultivos transgénicos han aumentado en el mundo en los últimos años. Hace veinte años que comenzaron a comercializar en Estados Unidos y ahora se cultivan en 29 países, ocupando una extensión de más de un billón de hectáreas.
España es el único país de la Unión Europea que cultiva transgénicos a gran escala; además, recibe cada año millones de toneladas de OMG procedentes de otros países, en especial soja y maíz. Por ejemplo, se dice que el 66% de la soja que llega a España es transgénica. Y, según la Fundación Antama, el 32% del maíz es transgénico.
España es uno de los países que apuesta por los transgénicos, a juzgar por el nuevo récord que se ha alcanzado: en 2013 se han sembrado casi 137.000 hectáreas de maíz MON810, que provee la compañía Monsanto, un 18% más que el año anterior, según datos del Ministerio de Agricultura.
Agricultores, plataformas ciudadanas y organizaciones ecologistas aplaudieron la medida de Monsanto de retirar las solicitudes de comercialización en la Unión Europea de sus semillas genéticamente modificadas. La propia Comisión Europea se ha posicionado en contra, ya que se desconocen los riesgos que este tipo de semillas puede suponer para la salud y el medio ambiente.
Cada país europeo tiene su propia relación con los transgénicos. Hungría ha destruido campos de maíz genéticamente modificado, Grecia o Alemania han prohibido estos cultivos y Francia ha vetado su uso. En total, en Europa hay más de cien mil hectáreas de cultivos transgénicos, la mayoría, en España, país que cultiva ya el 90% del maíz modificado de la Unión Europea.
Aunque la legislación europea exige la creación de un registro público con la localización exacta de las parcelas cultivadas con transgénicos, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA), sigue sin dar esta información, tan solo hace públicas en su página web las hectáreas cultivadas en cada provincia.
A su vez, las asociaciones ecologistas critican que esta falta de transparencia supone una violación de la Convención de Aarhus y de la ley de acceso a la información ambiental.
Según el informe del MAGRAMA (Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente), Aragón con 41.660?39 ha. encabeza la clasificación de las comunidades autónomas con más superficie de cultivo de maíz transgénico. En segundo lugar se sitúa Cataluña, con un volumen de 33.530?86 ha., le sigue Extremadura con 15.951ha., Andalucía con 10.261?76 ha. y Castilla-La Mancha con 7.883?18 ha. Les siguen Navarra con 5.800?76 ha., Valencia con 522?35 ha., Madrid con 420?88 ha., Baleares con 154?12 ha., Castilla y León con 8?24 ha., y por último, Murcia con tan sólo 3?53 ha, La Rioja, en cambio, ha desaparecido de la lista.
Cultivos cuestionados
Por otro lado, el Ejecutivo español autorizó en 2011 la realización de experimentos con el maíz transgénico NK603 a las empresas agrícolas Pioneer y Monsanto en 34 parcelas de 12 provincias (seis comunidades autónomas). Un año antes, recibieron permiso 38 localizaciones. El Gobierno todavía no ha facilitado los datos de 2012.
Esta variante está en el punto de mira tras la publicación de un estudio que revela que las ratas alimentadas durante toda su vida con este tipo de grano, comercializado por la multinacional Monsanto, sufrieron tumores y daños múltiples en órganos vitales.
Para las organizaciones ecologistas, el problemas es el contagio, ya que no se sabe si los cereales o vegetales que se cultivan en los terrenos colindantes han sido contaminados y han entrado en la cadena alimentaria. Insisten en que este tipo de experimentos deberían hacerse en lugares cerrados, ya que al aire libre es imposible controlar que no se contaminen los cultivos convencionales o ecológicos. Incluso pueden ser contagiados a través de la apicultura.
Cómo saber qué alimentos son transgénicos
Cada vez hay más riesgo de que en nuestra cesta de la compra encontremos alimentos transgénicos.
Tras años de debate público, la mayoría de los ciudadanos españoles, al igual que los del resto de Europa, mantiene una actitud contraria a los transgénicos. Esta oposición ha llevado a muchas empresas a eliminar los ingredientes transgénicos de sus productos.
La actual legislación europea de etiquetado obliga a etiquetar los productos que deriven de cosechas transgénicas, independientemente de la presencia de ADN o de proteína ?transgénica? en el producto final. Así, cualquier alimento que contenga OMG o ingredientes que deriven de éstos debe declararlo en su etiqueta. Se trata de un primer paso fundamental para que podamos ejercer nuestro derecho a elegir alimentos sin transgénicos.
Los cultivos transgénicos utilizados para alimentación humana en la UE son fundamentalmente algunas variedades de maíz y de soja. El maíz, la soja o sus derivados industriales están presentes en más del 60 por ciento de los alimentos transformados, desde el chocolate hasta las patatas fritas, pasando por la
margarina y los platos preparados.
Un alto porcentaje del maíz y de la soja que llegan a España, por ejemplo, provienen de países que cultivan transgénicos a gran escala, como Argentina o Estados Unidos.
Además, los OMG entran masivamente en la cadena alimentaria a través de los piensos utilizados para alimentar animales. Si bien la ley obliga a etiquetar los piensos transgénicos, no sabemos si la leche, la carne o los huevos que consumimos provienen de animales alimentados con piensos transgénicos porque la legislación no obliga a etiquetar el producto final. Sin embargo, los riesgos para el medio ambiente y para la salud global del planeta son los mismos.
Saber si un producto es o no transgénico es tan sencillo como mirar las etiquetas de los productos que se encuentran en el mercado y verificar si alguno de los ingredientes es transgénico. Debe tener la mención ?modificado genéticamente? o ?producto a partir de -nombre del ingrediente- modificado genéticamente?.