?Dame un minuto, necesito pasar por el baño primero. ?Le comentó Raquel a Roberto.
?Ok, te espero en la puerta.
?Vale, salgo enseguida.
Raquel recogió sus cosas de la mesa y fue al baño seguida de cerca por Rosa, a la cual le picaba la curiosidad de saber quién era Roberto. Necesitaba saber qué relación había o había existido entre ellos. Debía haber sido alguien importante en la vida de Raquel, las miradas entre ellos los delataban. Sin hablar del jueguecito con el libro. Y, luego estaba aquel parecido, más que razonable, con Hugo. Raquel podía hacerse la loca pero Roberto había sido su fuente de inspiración para crear a Hugo.
?Déjame tus cosas si quieres para que no hagas malabarismos en el baño.
?Gracias, Rosa. ?Sonrió Raquel. ?.Pero, no has venido por eso, ¿me equivoco?
?Uhm, no sé cómo puedes ser tan mal pensada.
?¡Líbreme Dios de ello! ? Rio Raquel dejándole la chaqueta y el bolso a Rosa para entrar en el baño.
Rosa la esperaba apoyada en el lavabo. La curiosidad la estaba matando, así que nada más salir Raquel la asaltó a preguntas.
?¿Quién es? ¿No me negarás que te has inspirado en él para crear a Hugo? ¿Fuisteis novios?
?Uauh, muchas preguntas para haber venido sólo a ayudarme con mis cosas, ¿no?
?Anda, no te hagas de rogar. Cuenta.
?A ver, es un amigo al que no veo desde hace un par de años.
?¿Amigos?
?Bueno, pudimos haber sido algo más pero él vivía aquí y yo en Londres. Ninguno tenía intención de mudarse y, bueno, apareció Fran.
?Ya. ¿Él es Hugo?
?La verdad, Rosa, no me había dado cuenta de ese detalle. No he sido consciente que comparten rasgos.
?Pura casualidad, ¿quieres que me lo crea?
?¿Por qué no? Imagino que habrá sido mi inconsciente. Supongo que te pones a describir y sin darte cuenta utilizas personas a las que has conocido.
?Ya.
?¿Cubierta tu curiosidad?
?No, ¿por qué no sabía que vives ahora en Madrid?
?Pues, no lo sé. Perdimos el contacto al casarme. ?dijo mientras se repasaba el maquillaje.
?¿Por qué elegiste Madrid en vez de volver a Valencia?
?Me gusta Madrid y, bueno, Valencia está a cuatro horas de coche.
?¿Sólo por eso?
?¿Por qué? ?Preguntó abriendo la puerta del baño.
?No, por nada. ?contestó Rosa. ?.Bueno, por nada no, ¿no sería por él?
?¿Qué? ?Raquel volvió a cerrar la puerta del baño.
?A ver, guapita. Escribir lo puedes hacer aquí, en Londres, en Valencia y en Tombuctú. El sitio es lo de menos para escribir. Tú ya tenías todo medio solventando con el éxito de Tenías que ser tú, nos enamoraste a todas de Hugo. Todas queríamos tener a un Hugo en nuestras vidas y ahora voy y descubro que Hugo es real, es más, te está esperando a unos pocos metros de aquí. Anda, Raquelilla, soy tu agente pero también somos amigas. ¿Te quedaste en Madrid porque esperabas encontrártelo?
Raquel no podía ni pestañear. Sí, ella lo sabía y estaba claro que Rosa acababa de descubrirla. Ella se había quedado en Madrid por él. En su fuero interno soñaba con un encuentro casual. Un encuentro como el vivido minutos atrás. Sí, no lo podía negar, al menos, no así misma. Sería estúpido negar una evidencia. Ella había soñado en más de una ocasión con aquel encuentro.
No había podido borrarlo de su mente. Los días vividos a su lado seguían estando bien presentes. Días, sí, días, sólo fueron días. Un par de decenas que no llegaban a formar un mes, ni siquiera el de febrero.
?Sí, tienes razón. Estoy en Madrid por él pero esto es un secreto entre tú y yo.
?Muy bien, soy una tumba. Sólo una cosa más, ¿verdaderamente es como Hugo? ?Preguntó con una sonrisa socarrona.
?Eso no te lo voy a contar, ja ja ja. Y salimos ya, debe pensar que me he caído por la taza del váter.
Raquel se puso la chaqueta y tras despedirse de la dueña y empleadas de la librería salió en busca de Roberto, que la esperaba apoyado en un coche ante la puerta.
?Un momento, Roberto. ?dijo retrocediendo sobre sus pasos y entrando nuevamente en la librería. ?Rosa, hablamos el lunes.
?Sin problemas. Pásatelo bien. ?contestó con cierto tono irónico en la voz.
?Gracias, lo mismo te digo. Hasta luego. ?Raquel se despidió volviéndose a encaminar hacia Roberto. Roberto la observaba detenidamente. Dos años hacía que no se veían y parecía que había sido ayer. Raquel estaba tal y como la recordaba. No había cambiado nada. ?¿Vamos?
?Cuando quieras. ¿Te apetece ir a cenar o te están esperando en casa?
?Eh. No. Quiero decir que vale, a cenar. Hoy apenas he comido por los nervios de la presentación del libro.
?Pues, vamos que te invito.
Caminaron en silencio durante un buen rato. Tantos recuerdos se agolpaban en sus cerebros, tantas sensaciones estaban a flor de piel, tantos besos y caricias venían a sus mentes. Sus miradas se cruzaron y se sonrieron. Tenían tanto que decirse y, sin embargo, ninguno de los dos era capaz de comenzar la conversación.
Roberto la miró de reojo. Raquel lo descubrió y le sonrió.
?Sabes?dijo Roberto rompiendo el hielo. ?, cuando mi madre se enteró que la Raquel a quien ella leía eras tú se puso como loca.
Raquel sonrió.
?Bueno, pero ella no me conocía.
?Pero sí había oído hablar de ti.
?Imagino?contestó notando un nudo en el estómago al volver a recordar aquellos días.
?Es aquí?comentó Roberto ante la puerta del restaurante. ?, a ver si tenemos suerte y tenemos una mesa. Si no probaremos suerte en el de aquella esquina.
Tuvieron suerte y consiguieron mesa. Raquel pensaba que iba a ser imposible porque era uno de los restaurantes de moda en Madrid. Raquel había oído hablar muy bien del sitio pero nunca había ido. Le gustaba. La decoración estaba cuidada al máximo, sólo faltaba que la comida estuviera a la altura del local.
?Debemos estar de suerte porque el restaurante está lleno. ?comentó Raquel ante los divertidos ojos de Roberto. ?¿Qué pasa? ¿Qué he dicho?
?Me arriesgué. Nada más enterarme de tu presentación me lancé al vacío y reservé la mesa. ?Confesó ante la atenta mirada de Raquel.
?¿Y si te hubiese dicho que no?
?Hubiese anulado la reserva con gran dolor de mi alma y de mi corazón. ?respondió echándole mucho teatro.
?Mira que eres tonto.
?Veo que sigues confundida con la utilización del verbo ?ser? y del ?estar?. Tantos años en Inglaterra te estás pasando factura con tu propia lengua. ?Rio haciéndola sonrojar.
Raquel se escondió tras la carta. Hizo alarde de estar concentrada en la lectura de los platos. Sintiéndose con fuerzas de volver al exterior con la llegada del camarero.
?¿Para beber? ?Preguntó el camarero.
?¿Vino?
?Por mí, perfecto.
?Bien. ?contestó dedicándole una sonrisa.
Roberto estaba indeciso entre un par de vinos, terminando por pedirle consejo al camarero, que esperaba junto a la mesa.
?Bueno, cuéntame, ¿qué es de tu vida?
?Más o menos, como siempre, salvo que ya no doy clases de español en Londres.
?Eso, ¿cuándo os habéis venido?
?Me vine hace un año. Tras el éxito de la primera novela, firmé un buen contrato con la editorial y decidí tirar la casa por la ventana y dedicarme únicamente a escribir.
?¿Y bien?
?Sí, no me puedo quejar. Tengo un par de columnas en un par de revistas, además de esto.
?Lo sé, mi madre te lee. Vale, yo le rateo las revistas y también te leo. ?dijo guiñándole un ojo. ?.Gracias, uhm, gracias, está muy bueno. ?dijo al camarero que acababa de servirle el vino. ?¿Brindamos? ?Le preguntó a Raquel una vez volvieron a estar solos.
?Sí, claro.
?Por nuestro reencuentro. ?Brindó con ella. ?¿Niños?
?¿Niños?
?Sí, que si habéis tenido niños.
?No, no. Tú, sí.
?¿Yo? ¡Nooo! ¿Por qué lo dices?
?Como tu madre se ha quedado con las nietas.
?Sí, las gemelas de mi hermano.
?Ah. ¿Casado?
?No. Sigo igual que siempre. Mismo trabajo, misma casa, mismos amigos, misma ciudad. Ningún cambio en mi vida desde la última vez. ¿Por qué no te has puesto en contacto conmigo en este año?
?Pues, no sé. La verdad es que este año se me ha ido muy rápido.
?Bueno, igual a Fran le molesta. Pensándolo mejor, imagino que no, si no ahora no estarías cenando conmigo.
?Roberto, ya no hay ningún Fran. ?dijo sonriéndole al camarero que les acababa de traer los platos.
?Lo siento. ?contestó sintiendo una tremenda alegría interior. ?.¿Qué pasó? Bueno, si puedo preguntar.
?¿Qué pasó? Buena pregunta, quizás, que nunca debimos casarnos.
?¿Y eso? Creía que estabas enamorada.
?Yo también lo creía. Me apresuré a decir que sí. Tenía que haberlo conocido mejor.
?No te entiendo.
?Un celoso compulsivo.
?Pero?
?No, no pasó nada. No te preocupes. No pongas esa cara de susto. ?Lo interrumpió Raquel.
?¿Por qué no me llamaste?
?¿Para qué, Roberto?
?Para hablar, vernos. No sé.
?No quería regresar al pasado.
?¿Ni siquiera al pasado conmigo?
?Roberto, estaba muy enfadada contigo, ¿crees que es normal hacer lo que hiciste?
?Era lo que necesitaba, lo que sentía?
?Y justo lo necesitaste el mismo día de mi boda. No se te ocurrió llamarme un mes antes, una semana, unos días?
?¿Qué hubiese ocurrido de haberlo hecho así?
?No lo sé. Probablemente, me hubiera casado igual. Creía estar enamorada de Fran.
?¿Creías? ¿No lo estabas?
?Sí, supongo que sí.
?¿Sólo lo supones?
?Joder, Roberto, déjalo. No removamos el pasado.
?Señorita, éste es el segundo ?joder? en el mismo día. ?Bromeó Roberto para cambiar el tema. ?.Volvamos al tema libro.
?¿Qué quieres saber?
?Nunca me pasaste el manuscrito.
?Lo sé. Nos habíamos alejado cuando lo terminé.
?Cuando terminaste Tenías que ser tú.
?Sí, Tenías que ser tú.
?Curiosa elección, ¿no? ?comentó haciéndole un guiño.
Raquel notaba que volvía a sonrojarse. No era difícil que Roberto entablara una conexión entre el título de su novela y su canción.
?Me gustaba el título.
?Ya, imagino. ¿Quieres decir que no tiene nada que ver con nuestra canción??dijo burlón.
?Igual.
?Está usted un tanto parca en palabras para ser una célebre escritora.
?Célebre es mucho decir.
?No seas modesta, tengo entendido que Tenías que ser tú ha sido todo un éxito. Has sido nombrada escritora revelación.
?He tenido suerte. A ver qué ocurre con ésta ahora.
?Ya verás que va bien pero volvamos a Tenías que ser tú.
Raquel lo miraba fijamente. Sí, Roberto se estaba divirtiendo con aquella especie de interrogatorio.
?Hugo.
?¿Qué?
?¿Muchas similitudes con alguien a quien conozco bien, no?
?Joder, tú también.
?Señorita, esto empieza a ser serio. Éste es el tercer taco de la noche. ?Apuntó sin poder evitar la risa. ?¿Quién más encuentra esas similitudes?
?Rosa.
?¿Rosa?
?Sí, Rosa, mi agente. La acabas de conocer. Cuando te ha visto me lo ha dicho.
?Ajá, entonces no son cosas mías.
?A ver que no son rasgos extraños pero, vale. Muy bien, igual sí te tenía en mente. Acabábamos de conocernos cuando comencé la historia.
?Ya, en un ascensor.
?Vale, muy bien, en un ascensor.
?Ajá.
?Vale ya con los ajás. Sí, muy bien. Nosotros nos conocimos en un ascensor pero nuestro encuentro no tiene nada que ver. Los protagonistas viven en ese edificio. Tres. Tres veces se quedan encerrados en el ascensor y bueno, nosotros no tuvimos un encierro erótico festivo.
?Porque no nos quedamos una hora más.
?¡No seas tonto!
?Ya sabes mi respuesta. No lo soy? lo estoy.
?Vale, muy bien.
?Entonces reconoces que de haber permanecido una hora más en el ascensor hubieses sucumbido a mis encantos.
?No. No. No. Si hubieses intentado algo te? ¿por qué me miras así?
?Raquel, sabes que pocas horas después así fue pero vale acepto que sólo coincide el ascensor. Ahora, otra pregunta, ¿alguien más conoces nuestra manera de conocernos?
?Sí, ¿de quién crees que tenía celos Fran? Cuando leyó el libro se enfadó. Por mucho que le expliqué que no eras tú, que no era nuestro encuentro, él insistía e insistía. Se puso tan pesado que le dije que hasta ahí habíamos llegado.
?No sabía nada.
?¿Cómo ibas a saberlo?
?Pero una cosa? la novela salió publicada al mes de casarte.
?Sí.
?¿Quieres decir que sólo estuviste casada un mes?
?Sí.
?¿Por qué?
?Acabo de explicártelo.
?No, eso no. ¿Por qué no me llamaste?
?No lo sé. Sí, sí, lo sé. Yo seguía estando en Londres y tú aquí. No creí que la novela fuera un éxito, que la editorial me diera un adelanto por mi nuevo libro. Luego un par de revistas contactaron conmigo para las columnas y me di cuenta que podía dedicarme única y exclusivamente a escribir. Terminé el curso escolar y me vine.
?A Madrid.
?A Madrid.
Elva Marmed