Tenías que ser tú. Capítulo 31.



Estaba nervioso. No, estaba más que nervioso. Saber que Raquel estaba en Madrid aunque solo fuera por unas horas lo tenía hecho un flan. Deseaba tanto volver a verla. No esperaba nada de ella. Incluso estaba preparado para ser rechazado por completo. Su última conversación no había sido de lo más acertada. No soñaba con besos y abrazos. Sólo quería volver a hablar con ella. Saber que no había sido un sueño, darle la enhorabuena por su éxito y preguntarle un par de cosas sobre Tenías que ser tú.

?Igual no ha venido sola. Igual Fran ha aprovechado para venir a Madrid pero me voy a arriesgar e invitarla a cenar. ?le comentaba por teléfono a David. ?. Tengo la reserva si me dice que no?sí, te llamo y cenamos juntos. Sí, sí. Te mantengo informado.


?Si no recibo WhatsApp  o llamada doy por hecho que todo va sobre ruedas y estás con ella. La podrías invitar a mi boda. Es patético que el padrino vaya sin pareja.

?Gracias por la parte que me toca. Muchas gracias por calificar mi vida de patética. Sí, que sí. Hala, te dejo que estoy llegando a la librería. Joder, la ventisca que se ha levantado, ¿de dónde salen tantas hojas? ¡Ni que estuviésemos en otoño! Te dejo. Sí, pesado.

Roberto respiró profundamente mientras guardaba el móvil. Miró extrañado a la acera de enfrente. ¿Cómo era posible que todo el aire estuviera concentrado en ese lado de la calle? Casi podía jurar que aquel remolino de hojas lo seguía y acompañaba. Se paró en el escaparate. Observó los carteles, los libros y la vio a ella sonriendo firmando libros y charlando amigablemente con todos los que se acercaban hasta ella.

Estaba aterrado. No sabía si entrar o no. Tanto había soñado con volver a verla y ahora sus piernas parecían no responderle. Roberto no puedes irte ahora. Tienes que entrar y saludarla. Debes cerrar este capítulo de tu vida, se decía así mismo intentando convencerse. Debo estar volviéndome loco porque juraría que el viento me está obligando a entrar.

?¿Qué haces? ?preguntó Rosa.

?El boli se me ha caído debajo de la mesa, creo que es un intento de fuga por su parte. Ahora mismo mis dedos y muñecas harán lo mismo. ?bromeó mientras se metía bajo la mesa.

Roberto entró sacudiéndose las hojas que se le habían pegado al traje. Sus ojos miraron sorprendidos a la calle. Ya no hacía aire. Todo había vuelto a la normalidad. Es más no vio ni una sola hoja de árbol en la acera. Loco, me estoy volviendo loco.

Rosa se rió de las ocurrencias de Raquel cuando lo vio entrar. Sus ojos se quedaron clavados en el sonriente chico, que estaba en caja. Aquellos ojos oscuros, aquella mirada, su incipiente barba de un par de días, todo él, le era familiar. ¿De qué lo conocía? Iba elegantemente vestido, probablemente, acababa de salir de trabajar de alguna oficina. Sí, la corbata lo delataba, se había aflojado el nudo.

Rosa no se había percatado que aquel rostro conocido llevaba un rato observando desde la cristalera. Decidiéndose entre entrar o no. No sabía cómo sería recibido. Tampoco creo que me eche a patadas, pensó mientras contemplaba a Raquel firmando libro tras libro con su eterna sonrisa en los labios. Si has llegado hasta aquí entras, no tienes nada que perder, Roberto, si no te irás con un par de libros firmados y ya. Eso no te lo va a negar, pensaba sin quitarle un ojo de encima.

Sigue estando tan guapa como siempre, el matrimonio no le ha sentado mal. Pena que no viviéramos en la misma ciudad, en el mismo país?, pensaba mientras pagaba los dos ejemplares que acababa de comprar.

?¡Joder! ?Exclamó Rosa en voz alta al percatarse de qué lo conocía.

?¿Qué ha pasado? ?preguntó Raquel saliendo de debajo de la mesa con el moribundo bolígrafo.

?El que se está acercando podría ser Hugo.

?¿Hugo? ¿Quién es Hugo?

?¿Cómo que quién es Hugo? Hugo. Tu Hugo. Tu creación. Uno de los personajes de tu novela.

?¿Qué? ?dijo terminando de salir de la mesa y dándose un cabezazo contra la silla. ?¡Mierda!

?¿Desde cuándo dices palabrotas, Raquel? ?Preguntó sonriente el recién llegado.?¿No vas a saludarme? Digo yo que tras tantos años sin vernos al menos merezco un par de besos de mi amiga la escritora.

?Sí, claro. ¿Cómo estás Hu?, Roberto? ?Preguntó mientras su amigo se acercaba a ella para dejarle un par de besos acompañado de un cálido abrazo.

?No tan bien como tú. Estás estupenda.

?No esperaba verte por aquí.

?¿Y por qué no? Vivo aquí, ¿lo recuerdas? La que está fuera de su ciudad eres tú.

?Te equivocas, hace más de un año que vivo aquí.

?Vaya. No lo sabía. En realidad, si no es por mi madre no me entero que habías publicado. Te lo tenías muy calladito. No me comentaste nada la última vez que nos vimos.

?Sabías que escribía.

?Sí, pero no tenía idea que te iban a publicar. Y tu primera novela salió hace dos años, justo el tiempo que no nos vemos.

?Ya, me enteré que me publicaban al poco de? y, bueno?

?Ya, entiendo. Bueno, ¿me firmas el libro para mi madre?

?¿Ha venido?

?No, iba a venir. Es tu más fiel lectora pero se ha quedado con las nietas.

?Las nietas.

?Sí, es lo que tiene ser abuela.

?Ya, imagino.

?Toma y éste es para mí. ?comentó mirándola fijamente a los ojos mientras dejaba la novela sobre la mesa.

Raquel se quedó mirando las manos de Roberto. Siempre le había gustado sus manos, sus largos dedos rematados en aquellas uñas perfectas. Con cuidado fue acercando el libro hacia ella mientras Roberto mantenía sus desafiantes dedos sobre él. Le devolvió la sonrisa mientras fingía hacer fuerza para quitar sus dedos del libro. Abrió el libro por la primera página y sin pensárselo dos veces empezó a escribir la más larga dedicatoria de todas las que había hecho aquella tarde.

?Aquí tienes. Saludas a tu madre de mi parte. Me hubiese gustado saludarla.

?Y a ella verte.

?Gracias por haber venido. ?comentó mientras una señora se acercaba con un nuevo ejemplar que firmar.

Roberto se hizo a un lado para que Raquel pudiera proceder a la nueva firma. Raquel sentía su mirada mientras hablaba con aquella nueva lectora. ¿Qué estás esperando, Roberto? ¿Por qué vuelves a aparecer en mi vida?, pensaba mientras volvía a levantarse de la silla. Parecía que había acabado por hoy, al menos, no quedaba nadie en la librería. Sólo estaban ella, Rosa, la dueña y sus dos empleadas y Roberto.

?Bueno, saludas a tu madre de mi parte.

?Lo haré. ¿Vas a hacer algo ahora? Podríamos ir a tomarnos algo y ponernos al día de todos estos años.

?Tampoco tantos. Sólo dos, cualquiera podría pensar que hace una eternidad desde la última vez que nos vimos.

?Entonces, ¿aceptas mi invitación?

?No puedo, he quedado con Rosa. ¿Verdad, Rosa?

?No, por mí no lo hagas. Nosotras nos vemos a menudo. Ve con él, sin problemas. ?respondió Rosa notando el agradecimiento en la mirada de Roberto mientras los ojos de Raquel suplicaban ayuda.

?Genial. ¿Tienes para rato aún? ?Preguntó Roberto.

?No, ya cerramos. ?contestó la dueña de la librería uniéndose al grupo. ?Raquel, muchas gracias por haber estado hoy con nosotras. Ha sido todo un éxito.

?Gracias a ti por haber montado todo esto. La verdad es que no me esperaba una acogida como ésta.

?Pues, mejor será que vayas acostumbrándote. Esto es lo que te espera a partir de ahora.

?¿Nos vamos, entonces?

?Dame un minuto, necesito pasar por el baño primero. ?Le comentó Raquel a Roberto.

?Ok, te espero en la puerta.

?Vale, salgo enseguida.

Raquel recogió sus cosas de la mesa y fue al baño seguida de cerca por Rosa, a la cual le picaba la curiosidad de saber quién era Roberto. Necesitaba saber qué relación había o había existido entre ellos. Debía haber sido alguien importante en la vida de Raquel, las miradas entre ellos los delataban. Sin hablar del jueguecito con el libro. Y, luego estaba aquel parecido, más que razonable, con Hugo. Raquel podía hacerse la loca pero Roberto había sido su fuente de inspiración para crear a Hugo.

?Déjame tus cosas si quieres para que no hagas malabarismos en el baño.

?Gracias, Rosa. ?Sonrió Raquel. ?.Pero,  no has venido por eso, ¿me equivoco?

?Uhm, no sé cómo puedes ser tan mal pensada.

?¡Líbreme Dios de ello! ? Rió Raquel dejándole la chaqueta y el bolso a Rosa para entrar en el baño.

Rosa la esperaba apoyada en el lavabo. La curiosidad la estaba matando, así que nada más salir Raquel la asaltó a preguntas.

?¿Quién es? ¿No me negarás que te has inspirado en él para crear a Hugo? ¿Fuisteis novios?

?Uauh, muchas preguntas para haber venido sólo a ayudarme con mis cosas, ¿no?

?Anda, no te hagas de rogar. Cuenta.

?A ver, es un amigo al que no veo desde hace un par de años.

?¿Amigos?

?Bueno, pudimos haber sido algo más pero él vivía aquí y yo en Londres. Ninguno tenía intención de mudarse y, bueno, apareció Fran.

?Ya. ¿Él es Hugo?

?La verdad, Rosa, no me había dado cuenta de ese detalle. No he sido consciente que comparten rasgos.

?Pura casualidad, ¿quieres que me lo crea?

?¿Por qué no? Imagino que habrá sido mi inconsciente. Supongo que te pones a describir y sin darte cuenta utilizas personas a las que has conocido.

?Ya.

?¿Cubierta tu curiosidad?

?No, ¿por qué no sabía que vives ahora en Madrid?

?Pues, no lo sé. Perdimos el contacto al casarme. ?dijo mientras se repasaba el maquillaje.

?¿Por qué elegiste Madrid en vez de volver a Valencia?

?Me gusta Madrid y, bueno, Valencia está a cuatro horas de coche.

?¿Sólo por eso?

?¿Por qué? ?Preguntó abriendo la puerta del  baño.

?No, por nada. ?contestó Rosa. ?.Bueno, por nada no, ¿no sería por él?

?¿Qué? ?Raquel volvió a cerrar la puerta del baño.

?A ver, guapita. Escribir lo puedes hacer aquí, en Londres, en Valencia y en Tombuctú. El sitio es lo de menos para escribir. Tú ya tenías todo medio solventando con el éxito de Tenías que ser tú, nos enamoraste a todas de Hugo. Todas queríamos tener a un Hugo en nuestras vidas y ahora voy y descubro que Hugo es real, es más, te está esperando a unos pocos metros de aquí. Anda, Raquelilla, soy tu agente pero también somos amigas. ¿Te quedaste en Madrid porque esperabas encontrártelo?

Raquel no podía ni pestañear. Sí, ella lo sabía y estaba claro que Rosa acababa de descubrirla. Ella se había quedado en Madrid por él. En su fuero interno soñaba con un encuentro casual. Un encuentro como el vivido minutos atrás. Sí, no lo podía negar, al menos, no así misma. Sería estúpido negar una evidencia. Ella había soñado en más de una ocasión con aquel encuentro.

No había podido borrarlo de su mente. Los días vividos a su lado seguían estando bien presentes. Días, sí, días, sólo fueron días. Un par de decenas que no llegaban a formar un mes, ni siquiera el de febrero.

?Sí, tienes razón. Estoy en Madrid por él pero esto es un secreto entre tú y yo.

?Muy bien, soy una tumba. Sólo una cosa más, ¿verdaderamente es como Hugo? ?Preguntó con una sonrisa socarrona.

?Eso no te lo voy a contar, ja ja ja. Y salimos ya, debe pensar que me he caído por la taza del váter.

Raquel se puso la chaqueta y tras despedirse de la dueña y empleadas de la librería salió en busca de Roberto, que la esperaba apoyado en un coche ante la puerta.

?Un momento, Roberto. ?dijo retrocediendo sobre sus pasos y entrando nuevamente en la librería. ?Rosa, hablamos el lunes.

?Sin problemas. Pásatelo bien. ?contestó con cierto tono irónico en la voz.

?Gracias, lo mismo te digo. Hasta luego. ?Raquel se despidió volviéndose a encaminar hacia Roberto. Roberto la observaba detenidamente. Dos años hacía que no se veían y parecía que había sido ayer. Raquel estaba tal y como la recordaba. No había cambiado nada. ?¿Vamos?

?Cuando quieras. ¿Te apetece ir a cenar o te están esperando en casa?

?Eh. No. Quiero decir que vale, a cenar. Hoy apenas he comido por los nervios de la presentación del libro.

?Pues, vamos que te invito.

Caminaron en silencio durante un buen rato. Tantos recuerdos se agolpaban en sus cerebros, tantas sensaciones estaban a flor de piel, tantos besos y caricias venían a sus mentes. Sus miradas se cruzaron y se sonrieron. Tenían tanto que decirse y, sin embargo, ninguno de los dos era capaz de comenzar la conversación.

Roberto la miró de reojo. Raquel lo descubrió y le sonrió.

?Sabes?dijo Roberto rompiendo el hielo. ?, cuando mi madre se enteró que la Raquel a quien ella leía eras tú se puso como loca.

Raquel sonrió.

?Bueno, pero ella no me conocía.

?Pero sí había oído hablar de ti.

?Imagino?contestó notando un nudo en el estómago al volver a recordar aquellos días.

?Es aquí?comentó Roberto ante la puerta del restaurante. ?, a ver si tenemos suerte y tenemos una mesa. Si no probaremos suerte en el de aquella esquina.

Tuvieron suerte y consiguieron mesa. Raquel pensaba que iba a ser imposible porque era uno de los restaurantes de moda en Madrid. Raquel había oído hablar muy bien del sitio pero nunca había ido. Le gustaba. La decoración estaba cuidada al máximo, sólo faltaba que la comida estuviera a la altura del local.

?Debemos estar de suerte porque el restaurante está lleno. ?comentó Raquel ante los divertidos ojos de Roberto. ?¿Qué pasa? ¿Qué he dicho?

?Me arriesgué. Nada más enterarme de tu presentación me lancé al vacío y reservé la mesa. ?Confesó ante la atenta mirada de Raquel.

?¿Y si te hubiese dicho que no?

?Hubiese anulado la reserva con gran dolor de mi alma y de mi corazón. ?respondió echándole mucho teatro.

?Mira que eres tonto.

?Veo que sigues confundida con la utilización del verbo ?ser? y del ?estar?. Tantos años en Inglaterra te estás pasando factura con tu propia lengua. ?Rió haciéndola sonrojar.

Raquel se escondió tras la carta. Hizo alarde de estar concentrada en la lectura de los platos. Sintiéndose con fuerzas de volver al exterior con la llegada del camarero.

?¿Para beber? ?Preguntó el camarero.

?¿Vino?

?Por mí, perfecto.

?Bien. ?contestó dedicándole una sonrisa.

Roberto estaba indeciso entre un par de vinos, terminando por pedirle consejo al camarero, que esperaba junto a la mesa.

?Bueno, cuéntame, ¿qué es de tu vida?

?Más o menos, como siempre, salvo que ya no doy clases de español en Londres.

?Eso, ¿cuándo os habéis venido?

?Me vine hace más de un año. Tras el éxito de la primera novela, firmé un buen contrato con la editorial y decidí tirar la casa por la ventana y dedicarme únicamente a escribir.

?¿Y bien?

?Sí, no me puedo quejar.  Tengo un par de columnas en un par de revistas, además de esto.

?Lo sé, mi madre te lee. Vale, yo le rateo las revistas y también te leo. ?dijo guiñándole un ojo. ?.Gracias, uhm, gracias, está muy bueno. ?dijo al camarero que acababa de servirle el vino. ?¿Brindamos? ?Le preguntó a Raquel una vez volvieron a estar solos.

?Sí, claro.

?Por nuestro reencuentro. ?Brindó con ella. ?¿Niños?

?¿Niños?

?Sí, que si habéis tenido niños.

?No, no. Tú, sí.

?¿Yo? ¡Nooo! ¿Por qué lo dices?

?Como tu madre se ha quedado con las nietas.

?Sí, las gemelas de mi hermano.

?Ah. ¿Casado?

?No. Sigo igual que siempre. Mismo trabajo, misma casa, mismos amigos, misma ciudad. Ningún cambio en mi vida desde la última vez. ¿Por qué no te has puesto en contacto conmigo en este tiempo?

?Pues, no sé. La verdad es que este año se me ha ido muy rápido.

?Bueno, igual a Fran le molesta. Pensándolo mejor, imagino que no, si no ahora no estarías cenando conmigo.

?Roberto, ya no hay ningún Fran. ?dijo sonriéndole al camarero que les acababa de traer los platos.

?Lo siento. ?contestó sintiendo una tremenda alegría interior. ?. ¿Qué pasó? Bueno, si puedo preguntar.

?¿Qué pasó? Buena pregunta, quizás, que nunca debimos casarnos.

?¿Y eso? Creía que estabas enamorada.

?Yo también lo creía. Me apresuré a decir que sí. Teníamos que habernos conocido mejor.

?No te entiendo.

?Nada. No debimos habernos casado.

?Pero?

?No, no pasó nada. No te preocupes. No pongas esa cara de susto. No pasó nada malo entre nosotros. Fran es un amor. ?Lo interrumpió Raquel.

?¿Por qué no me llamaste?

?¿Para qué, Roberto?

?Para hablar, vernos. No sé.

?No quería regresar al pasado.

?¿Ni siquiera al pasado conmigo?

?Roberto, estaba muy enfadada contigo, ¿crees que es normal hacer lo que hiciste?

?Era lo que necesitaba, lo que sentía?

?Y justo lo necesitaste el día antes de mi boda. No se te ocurrió llamarme un mes antes, una semana, unos días?

?¿Qué hubiese ocurrido de haberlo hecho así?

?No lo sé. Probablemente, me hubiera casado igual. Creía estar enamorada de Fran.

?¿Creías? ¿No lo estabas?

?Sí, supongo que sí.

?¿Sólo lo supones?

?Joder, Roberto, déjalo. No removamos el pasado.

?Señorita, éste es el segundo ?joder? en el mismo día. ?Bromeó Roberto para cambiar el tema. ?.Volvamos al tema libro.

?¿Qué quieres saber?

?Nunca me pasaste el  manuscrito.

?Lo sé. Nos habíamos alejado cuando lo terminé.

?Cuando terminaste Tenías que ser tú.

?Sí, Tenías que ser tú.

?Curiosa elección, ¿no? ?comentó haciéndole un guiño.

Raquel notaba que volvía a sonrojarse. No era difícil que Roberto entablara una conexión entre el título de su novela y su canción.

?Me gustaba el título.

?Ya, imagino. ¿Quieres decir que no tiene nada que ver con nuestra canción??dijo burlón.

?Igual.

?Está usted un tanto parca en palabras para ser una célebre escritora.

?Célebre es mucho decir.

?No seas modesta, tengo entendido que Tenías que ser tú ha sido todo un éxito. Has sido nombrada escritora revelación.

?He tenido suerte. A ver qué ocurre con ésta ahora.

?Ya verás que va bien pero volvamos a Tenías que ser tú.

Raquel lo miraba fijamente. Sí, Roberto se estaba divirtiendo con aquella especie de interrogatorio.

?Hugo.

?¿Qué?

?¿Muchas similitudes con alguien a quien conozco bien, no?

?Joder, tú también.

?Señorita, esto empieza a ser serio. Éste es el tercer taco de la noche. ?Apuntó sin poder evitar la risa. ?¿Quién más encuentra esas similitudes?

?Rosa.

?¿Rosa?

?Sí, Rosa, mi agente. La acabas de conocer. Cuando te ha visto me lo ha dicho.

?Ajá, entonces no son cosas mías.

?A ver que no son rasgos extraños pero, vale. Muy bien, igual sí te tenía en mente. Acabábamos de conocernos cuando comencé la historia.

?Ya, en un ascensor.

?Vale, muy bien, en un ascensor.

?Ajá.

?Vale ya con los ajás. Sí, muy bien. Nosotros nos conocimos en un ascensor pero nuestro encuentro no tiene nada que ver. Los protagonistas viven en ese edificio. Tres. Tres veces se quedan encerrados en el ascensor y bueno, nosotros no tuvimos un encierro erótico festivo.

?Porque no nos quedamos una hora más.

?¡No seas tonto!

?Ya sabes mi respuesta. No lo soy? lo estoy.

?Vale, muy bien.

?Entonces reconoces que de haber permanecido una hora más en el ascensor hubieses sucumbido a mis encantos.

?No. No. No. Si hubieses intentado algo te? ¿por qué me miras así?

?Raquel, sabes que pocas horas después así fue pero vale acepto que sólo coincide el ascensor. Ahora, otra pregunta, ¿alguien más conoces nuestra manera de conocernos?

?Sí, Fran. Precisamente, al leer el libro comenzó nuestra ruptura.

?No sabía nada.

?¿Cómo ibas a saberlo?

?Pero una cosa? la novela salió publicada al poco de casarte.

?Sí.

?¿Cuánto tiempo estuvisteis casados?

?Menos de un mes.

?¿Por qué?

?Acabo de explicártelo.

?No, eso no. ¿Por qué no me llamaste?

?No lo sé. Sí, sí, lo sé. Yo seguía estando en Londres y tú aquí. No creí que la novela fuera un éxito, que la editorial me diera un adelanto por mi nuevo libro. Luego un par de revistas contactaron conmigo para las columnas y me di cuenta que podía dedicarme única y exclusivamente a escribir. Desde que pude marcharme del colegio me vine.

?A Madrid.

?A Madrid.

?¿Postre? ?interrumpió el camarero.

?Yo no gracias, estoy llena.

?No, gracias.

?¿Café?

?Sí.

?Que sean dos. ?Aclaró Roberto. ?¿Te acuerdas de David?

?Sí, claro. No he tenido mucho trato con tus amigos pero sí que me acuerdo de él.

?Se casa el próximo fin de semana.

?Le das la enhorabuena de mi parte.

?Se lo diré mañana, tenemos la despedida de soltero. Soy el padrino.

?Uauh, ¿y eso?

?Resulta que han cambiado los roles, él ha elegido el padrino y  ella la madrina.

?Bien, al fin y al cabo, cada uno elige a quien quiera.

? Además, se casa con mi hermana.

?No sabía que eran novios.

?No lo eran cuando nos vimos la última vez.

?Entonces, en realidad, eres padrino por parte y parte.

?Sí, también es cierto. Bueno, te he contado todo esto porque voy a ir solo a la boda. ¿Vendrías conmigo?

?Roberto, yo.

?¿Qué? Como amigos, ¿no crees que es muy triste que el padrino vaya solo a la boda? De hecho, David me ha llamado patético.

?No pongas esa carita.

?¿Qué carita? Ésta? ?Preguntó poniendo ojitos de pena. ?¿No vas a acompañar a este pobre desparejado?

?Bueno, no te prometo nada. Me lo pensaré. Además, la semana que viene tengo un par de presentaciones fuera de Madrid.

?Porfa, no dejes que vaya solo.

?Ya veremos. ?dijo mientras notaba la mano de Roberto sobre la suya. ?.Te he echado mucho de menos. ¿Estás saliendo con alguien?

?¿Qué? ?Preguntó Raquel. Estaba desconcertada por la oleada de recuerdos, sensaciones que habían recorrido su cuerpo con el simple contacto de aquella mano.

?¿Si sales con alguien? ?Preguntó con una amplia sonrisa.

?No. Ahora mismo estoy centrada en mi trabajo.

?Una pena. Bueno, aunque para mí no.

?¿Qué?

?Uhm, has perdido facultades en estos dos años. ?Rió Roberto. ?.Una pena para el género masculino, una suerte para mí que hayas estado tan centrada en tu trabajo.

?Ja, lo que tú te crees. Hoy me has pillado fuera de juego. Espérate a que recargue pilas esta noche y mañana te cuento un cuento.

?Uhm, eso quiere decir que mañana nos vemos.

?Ja ja ja, no eso quiere decir que he de recargar pilas y te recuerdo que mañana tienes despedida de soltero. Además, eres el padrino, no puedes faltar y yo tengo planes para mañana.

?El que no puede faltar es el novio.?dijo con un guiño mientras le pedía la cuenta al camarero. ?.Podríamos desayunar juntos.

?¿Desayunar? No, mañana pienso levantarme tarde. ?contestó al tiempo que un color le iba y otro le venía. ?. No, ni lo sueñes. Eres tonto, ¿no has cambiado nada en dos años?

?Ja ja, estás corta de reflejos. Me encanta. Te puedo ganar cuando tú eras la que tenías respuesta para todo. ?dijo sin poder evitar la risa. ?¿Vamos?

?Sí. ?respondió al tiempo que se levantaba.

?¿Vamos a tomar algo?

?Roberto, prefiero ir a casa. Estoy cansada, de verdad.

?Muy bien, te llevo a casa. Las señoritas delante. ?contestó cediéndole el paso.

Pasearon en silencio uno junto al otro hasta llegar el coche, que estaba aparcado a mitad de camino entre la librería y el restaurante. Roberto abrió el coche y le mantuvo la puerta para que entrara y sentara. Raquel lo observó pasar por delante del coche, quitarse la chaqueta y dejarla en el asiento de atrás. No podía creerse estar allí con él, era como si el tiempo no hubiese pasado. Tenía la impresión de haber entrado en una máquina del tiempo y haber vuelto al pasado. A su pasado juntos. Juntos sin estarlo. Nada más poner el coche en marcha se encendió la radio. Sí, estaba en el coche de Roberto, la música era inconfundiblemente de su gusto.

No pudo evitar sonreír al recordar la primera vez que se subió a su coche y sonó el jazz. Sí, ¿qué le había dicho? Sí, algo así como: ?Ésta es tu manera de ligar?, más adelante descubrió que no, verdaderamente, le gustaba el jazz, el soul, el blues pero, sí, de alguna manera ella también había estado en lo cierto y le servía para ligar.

?¿Y dónde vive la señora? ?Preguntó Roberto despertándola de su ensoñación.

Nada más darle la dirección Roberto puso rumbo a casa de Raquel. Ambos iban en silencio. Raquel parecía estar concentrada en ver caer las gotas de lluvia sobre el cristal. Roberto, de cuando en cuando, la miraba. Era increíble tenerla allí. Pensaba que ya no la volvería a ver. Estaba convencido que ella seguía viviendo en Londres y, que sus viajes a España se reducían a Valencia. Estaba gratamente sorprendido con tenerla en Madrid. A unos kilómetros de su casa. Se habían conocido por casualidad y ahora el destino los había vuelto a cruzar, quizás, estuvieran destinados a encontrarse.

?Es ahí. ?dijo Raquel nada más girar en su calle.

Roberto aparcó en doble fila. No había ni un solo sitio libre en toda la calle.

?¿Nos vemos mañana?

?Te recuerdo que tienes despedida.

?Vale, el domingo. Podríamos comer juntos.

?No puedo, de verdad, mañana llega una amiga de Londres a pasar unos días.

?Vale, vale, pero podríamos vernos un ratito o que se venga con nosotros. ¿La conozco?

?¿A Jelly? No, no la conoces. ?respondió mientras Roberto le ponía cara de pena. ?.Está bien. No te prometo nada. Hablamos

?¿Sigues teniendo mi número?

?Sí.

?¿Por qué no me habías llamado?

?Ya te lo he dicho, además, te hacía emparejado y no sabía si sería buena idea vernos.

?¿Por qué no? Somos amigos, ¿no?

?Sí, pero?¿crees que a una chica le gusta enterarse que su novio queda con, con? con lo que demonios fuéramos nosotros?

?¿Y eso qué es? ¿No hay palabra que nos defina?

?Uhm, tal vez pero no me gusta.

?Je je je, cierto, no dices tacos. Ja ja ja, aunque hoy te he escuchado un par de ?joder?.

?Bueno, que sueñes con los angelitos. ?dijo a modo de despedida Raquel.

?Buenas noches, preciosa. ?contestó Roberto acercándose a ella y dejándole un cálido beso en los labios.

Raquel se quedó petrificada. Si el simple contacto de su mano la había removido por dentro, el beso había hecho que explotaran todos sus sentimientos, sensaciones. Se miraron fijamente a los ojos. Sus miradas lo decían todo. Se sintió tentada a volverlo a besar. Se contuvo. Cogió su bolso y salió del coche.

?Buenas noches. ?Le repitió desde la puerta. La distancia la hacía sentirse más segura.

?Buenas noches. ?contestó.

Roberto permaneció parado hasta verla entrar en el portal de su casa. Vio encenderse la luz de la escalera y casi podía jurar escuchar el taconeo de Raquel subiendo las escaleras. Estuvo parado un buen rato. Vio la luz del tercer piso encenderse. Imaginó que era Raquel llegando a su casa. Se quitó el cinturón de seguridad para poder llegar a su chaqueta en el asiento trasero. Rebuscó en los bolsillos hasta encontrar su móvil. Pulsó la ?R? en la agenda hasta encontrar su nombre. Allí estaba: Raquel.

Un sinfín de recuerdos le vinieron a la mente. Su última llamada. Aquella llamada tardía al descubrir que definitivamente la perdía. Aquella llamada desesperada. Aquel último intento?

No se lo pensó. Marcó el número. Al segundo tono escuchó su voz mientras veía su silueta por la ventana.

?Raquel, ésta vez no voy a llegar tarde. ?dijo mientras escuchaba su respiración al otro lado de la línea. ?.Buenas noches.

Cortó el teléfono dejándolo caer sobre el asiento del copiloto. Acababa de salir un coche. Un sitio quedaba libre. Aparcó. Cogió el móvil y su chaqueta antes de bajar. Comprobó que el coche estaba bien cerrado. Respiró profundamente antes de dirigirse al portal de Raquel.  ¿Tercero derecha o izquierda? No podía arriesgarse y despertar a alguien. Marcó su número. Antes del segundo tono escuchó su voz.

?¿Me abres?  Estoy en la puerta. ?Escuchó el pitido del portero automático. Empujó la puerta para abrir y entró.

Roberto no esperó el ascensor. Estaba ansioso por llegar a casa de Raquel. Subió los tres pisos corriendo. Llegó casi jadeando a la puerta. Estaba en buena forma pero no acostumbraba a subir corriendo por las escaleras. Una sorprendida Raquel lo esperaba en la puerta.

?¿Qué pasa?

?Pasa que llevo dos años queriendo verte y no me puedo ir así sin más.

?Entra un momento. No es hora de estar hablando en las escaleras.

Roberto entró detrás de Raquel agarrándola de la cintura.

?¿Qué haces?

?Raquel?

?Roberto, ¿de verdad, crees que puedes volver a presentarte en mi vida y hacer cómo si nada hubiese pasado?

?Raquel, sé que?

?¿Sabes qué? ¿Sabes cómo me quedé cuando me llamaste para decirme que ya no había nada más entre nosotros? ¿Eres consciente que de haber esperado un poco más nada de esto hubiese pasado? ¿Eres consciente que huyendo del dolor me casé con alguien haciéndole daño? ¿Eres consciente que te comportaste como un maldito gilipollas? Y sí, he vuelto a decir un taco y tú eres el culpable de ello. Roberto, no. Ni sueñes llegar y entrar en mi vida así sin más. No voy a volver a pasar por lo mismo.

?Lo sé. Raquel? escúchame. Sé que la jodí. Sé que metí la pata. Tú lo pasaste mal pero ¿crees que yo lo pasé mejor?

?Lo que tú te buscaste.

?Sí. Lo sé. Estoy muy arrepentido de todo. He pagado caro mi error pero joder Raquel? no podía soportar tu imagen cuando te marchabas y la situación no tenía pinta de cambiar. ¿Crees que no busqué posibles trabajos en Londres? ¿Cómo crees que me sentí cuando te vi en Peñíscola con Fran? ¿Cómo crees que me sentí al saber que te casabas? Sí, tenía que haber reconocido que te quería, que estaba enamorado de ti pero tú no me lo ponías fácil. Estabas con Fran. Raquel ?Roberto la cogió por sendas manos. ?, dime que no has sentido nada al verme. Dime que no te ha gustado pasar estas horas conmigo. Dime que no has pensado ni un solo momento en volver a estar conmigo. Dime que no estás en Madrid por mí.


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Raquel comenzaba a sentir un ligero hormigueo en la mano. ¿Cuántos ejemplares de su novela llevaba firmados? No tenía ni idea. Muchos. Más de los que se hubiese podido imaginar en el mejor de sus sueños. Levantó la mirada y contempló maravillada la aún larga cola frente a la mesa. ¿Quién le iba a decir a ella que iba a lograr aquel éxito con sólo dos novelas en el mercado? Sonrió sinceramente a la ...

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Fran respiró profunda y pausadamente tres veces. Notaba como sus pulsaciones se aceleraban con la simple idea de imaginar a Raquel al otro lado de la puerta. Cada vez lo tenía más claro. Sí, había sido una mala idea invitar a Raquel. ¿Sería capaz de actuar con normalidad? ¿Tratarla como a una amiga? Fran, relájate, es una amiga. Sólo una amiga que viene a cenar, pensaba mientras sostenía el pomo d ...

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**** Empezaba a quitarse la ropa cuando le vino a la mente el recuerdo de aquellos besos. ¿Qué acababa de pasar en el ascensor? Nunca antes había hecho una locura como aquella. ¿Cuándo se había lanzado él sobre una casi completa desconocida? Sus amigos alucinarían si les contara su aventura. Seguro que Leo no me cree. Diría "te lo estás inventando chaval" . Normal, ni yo me c ...

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_¿Y has quedado con Fran? _Sí, ¿por qué me miras así? No estoy cometiendo ningún crimen. _No, no. Por supuesto que no_corroboró Valerie_, pero tú sabes que Fran se siente atraído por ti. Eso lo tienes claro, ¿verdad? _Sí, sí lo tengo claro pero también sabe él que yo no tengo la luz verde encendida. Yo no creo que exista nada de malo en aceptar su invitación. No creo que vaya a ver posibilidades d ...

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La risa de ambos resonaba en la habitación. A penas habían dormido un par de horas pero allí estaban buscándose mutuamente las cosquillas. Fran estaba eufórico. No tenía planeada su propuesta de la noche anterior pero mucho menos la respuesta afirmativa de ella. De vuelta a la habitación había tenido que aguantar las ganas de tocar en las puertas de sus amigos para contarles la noticia. ¿Quién le ...

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