Hoy escribo siguiendo la iniciativa propuesta por Marta Modi en su blog La Libreta Roja. Y, ¿en qué consiste? En que cada blogger cuente qué echaría de menos si tuviera que dejar su país de residencia. Creo que es un tema bastante habitual entre los que nos hemos trasladado o hemos pensado hacerlo en algún momento. A menudo sale en conversaciones con los más allegados. De aquí y de allí.
Supongo que es algo que le pasa a todo el que emigra. Cuando vuelves a tu antigua ciudad sientes que, de algún modo, ya no perteneces a todo aquello y echas de menos tu nueva ciudad. Pero cuando estás en tu nueva ciudad, recuerdas detalles de la antigua y también añoras algunas cosas. No sé si es algo que desaparece con el tiempo. Tampoco sé si es algo del todo negativo. Imagino que depende de cada persona y de sus circunstancias.
El caso es que, si tuviera que irme de Alemania, creo que estas son las cinco cosas que más extrañaría:
1. Las bicicletas
Cuando llevaba una semana viviendo en Münster compré mi primera bicicleta. Al principio pensé que, tal vez, en los días de lluvia y frío me acordaría del metro y el autobús de Madrid y decidiría aparcarla. No fue así. Cada día voy en bicicleta a trabajar, a hacer la compra, a tomar algo, a hacer gestiones… Y la sensación de libertad que siento es realmente reconfortante. El aire en la cara y el olor a naturaleza que hay en toda la ciudad me relajan mientras pedaleo. Aunque mentiría si no admitiera que es un poco aparatoso moverse cuando llueve porque hay que utilizar ropa impermeable (abrigo y pantalones o poncho) que hay que quitarse y ponerse cada vez que se entra en un sitio y que, además, no transpira. Pero el balance general sigue siendo positivo y, de momento, sigo moviéndome en dos ruedas.
2. La organización
Siempre que se habla de Alemania se hace referencia a uno de los estereotipos más repetidos: la mente cuadriculada de los alemanes. Es cierto que por estos lares hay normas para casi todo y no sólo en el ámbito burocrático. Aspectos de la vida cotidiana como el descanso o los ruidos en la vivienda también tienen unas reglas que, si se desconocen, pueden llevar a algún tipo de roce en la convivencia. El problema es que, mucha gente, da por sentado que todo el mundo tiene que saberlas o molestarse en buscarlas y salvo que se pregunte de forma directa por ellas, es complicado saber si quiera que existen.
Pero la organización de los alemanes se aplica igualmente con las citas. Obviamente estoy generalizando y siempre habrá excepciones aunque, por lo general, se planifican las cosas con tiempo y es usual estar hablando de viajes, médicos y cenas con amigos un par de meses antes de su celebración. Hay quien se echa las manos a la cabeza, asombrado con tanta antelación. Personalmente me parece bastante práctico y ha hecho que desempolve mi agenda.
3. Los Flohmärkte
No sé si es algo que exista en toda Alemania, pero en Münster hay multitud de mercados y mercadillos al aire libre. En ellos se vende prácticamente de todo, aunque es habitual que estén organizados por temáticas como, por ejemplo, comida, antigüedades, libros o mercados de pulgas, que abarcan casi cualquier cosa. Suelen proliferar con la llegada del buen tiempo, así que el ambiente es distendido. Resulta divertido descubrir a los alemanes como nunca nos los presentan: relajados y hasta con malos modales. Muy curioso.
4. La naturaleza
El primer casero que tuvimos nos habló de un parque cerca de nuestra casa. Me vino a la cabeza el típico: con un poco de tierra, un poco de césped y algunos columpios. Una tarde decidimos salir a explorar y pensé que tenía que haber una palabra diferente para aquello, porque era mucho más que un simple parque. El lugar al que se refería era el Wienburgpark, con 26 hectáreas, un lago, patos, árboles y verde por todas partes. No es el único espacio así en Münster.
En pleno centro hay un cinturón verde, cerrado al tráfico, por el que sólo pueden ir bicicletas y peatones. En die Promenade pasean liebres, roedores, cuervos y un montón de animales más. A mí, me sigue pareciendo asombroso. Y si la ciudad se queda pequeña se puede coger la bici y recorrer un poco de campo en Münsterland.
Pero la naturaleza también está presente en detalles como pequeños jarrones con flores frescas en cafeterías y restaurantes o salas de espera de médicos y empresas.
5. Las bebidas sin alcohol
No bebo alcohol desde hace años y, frecuentemente, resultaba un inconveniente en Madrid. Pese a que había bares especializados en zumos y batidos, normalmente quedaba con la gente en un bar “normal”. A la hora de pedir algo sin alcohol no hay demasiado donde escoger, más allá del típico refresco con gas, una cola o algún zumo que otro.
En Alemania hay infinidad de refrescos con gas y sin él con sabores clásicos (naranja, limón y cola) y con otros realmente curiosos como melón, yuzu o gengibre. También hay combinaciones muy curiosas que usan especias como el estragón y otros que utilizan verduras como el pepino. Además de bebidas embotelladas, en muchos bares sirven los famosos Schorle, de zumo y agua carbonatada, o cóckteles sin alcohol. Muy, muy fan de que haya tantas opciones.
Y tú, ¿qué echarías de menos?