Llegado el día nos levantamos a las 4 de la madrugada, nos esperaban en el coche nada menos que 11 horas de viaje! Así que qué voy a contar de esta parte del viaje... que no sea aburrimiento y más aburrimiento hasta pasado Madrid, a partir de aquí la autovía ya era desconocida para nosotros. Entrados a Castilla y León me llamaban la atención todos esos pueblos medievales en medio de los campos que se veían desde la autovía, todos con su pequeña iglesia románica y su nido de cigüeña en lo alto del campanario. No se, fue chocante para mi (he visto poco mundo vale?) Pero es curiosa de qué manera cambia tanto el paisaje en un país tan relativamente pequeño.
Se hizo la hora de comer y ¡Ay dios, llevamos 9 horas de viaje, aún quedan 2! y paramos en Ponferrada a comernos un bocadillo. Aquí ya se respiraba ambiente del norte. La estación de servicio estaba rodeada de montañas verdes y pasaba un río (aunque seguía haciendo el mismo calor que en el sur...) pero lo que más nos indicaba que ya estábamos cerca de Santiago de Compostela eran los peregrinos que veíamos pasar andando.
Día 1: Santiago primera impresión
Por fin llegamos a Santiago de Compostela. La primera impresión de Santiago desde el coche me encantó. No llevamos ni 10 minutos dentro de la ciudad y yo ya estaba enamorada sin saber por qué. Serían las ganas de llegar, junto con el buen día que hacía, junto con la cantidad de edificios bonitos que veía por las calles... Encontramos fácilmente nuestros apartamos porque estaban muy bien situados, justo detrás de la plaza del Obradoiro. Íbamos con las expectativas muy altas con los apartamentos y no nos decepcionaron. ¿Lo mejor? Las vistas, siempre me enamoro de las vistas, mejor dicho, yo me enamoro de todo. Usamos nuestra primera tarde para echarnos una buena siesta para recargar las pilas de tantas horas de coche y a las 6 de la tarde nos fuimos a la catedral a ver la misa del Botafumeiro. Después de tanto tiempo
¿Qué es eso del Botafumeiro? es el icono de Santiago de Compostela junto con su catedral. Se trata de un incensario enorme que necesita de 8 personas para moverlo por la nave de la catedral por un sistema de poleas. Esta peculiaridad solo se ve aquí en algunas misas especiales y esta tradición sigue desde la Edad Media, cuando los peregrinos llegaban con todos sus sudores y olores a la catedral. Era tal la peste que dejaban que tuvieron que idear alguna forma de ambientar la catedral.
Sí es cierto que éramos más los turistas y peregrinos en aquella misa que gente corriente, y todos sabían a qué hora había que estar para pillar sitio. La catedral se abarrotó de gente y a penas podías moverte. A pesar de llegar 1 hora antes, tuvimos que quedarnos de pie y hacernos hueco entre los hombros de la gente para ver el espectáculo del Botafumeiro. Ver el Botafumeiro de un lado para otro, con lo enorme que es, parecía que iba a hacer un agujero en el techo de la catedral (varias veces a salido volando
Acabada la misa salimos por el lateral de la catedral a la plaza de Praterías. Había taaaanta gente que era imposible ver la catedral y como nos quedaban 5 días allí, decidimos dejarlo para otra ocasión. Por es nos fuimos a callejear por el casco antiguo de Santiago. Entre turistas y más turistas, estudiantes, religiosos... todos dábamos una alegría y un ambiente a las calles muy agradable. Calles en las que los bares estaban pegados unos con otros, los restaurantes, todos con su marisco puesto en el escaparate, tenían varios tenedores de calidad, tiendas de souvenirs... estábamos rodeados de cosas que no dejaban de recordarnos dónde estábamos.
¿Y dónde sentarnos para cenar? Era todo made in Galicia y por cierto, no muy barato. Pero joé, era la primera noche, el primer día... pues en la terraza que más nos gustó y un buen plato de pulpo a feira al canto para terminar el primer día. Pronto a descansar porque al día siguiente empezaban las rutas por carretera!