No soy una experta, ni muchísimo menos, pero en el tiempo que llevo adiestrándome, voy descubriendo y sintiendo lo beneficioso que es el mindfulness, y estoy aprendiendo cosas que creo que pueden interesaros y seros de utilidad. De ahí el motivo de esta serie de entradas.
Qué es la meditación
Qué no es la meditación para mí
Antes que nada, quisiera empezar diciendo qué no es la meditación para mí.
La meditación para mí no es difícil, no es no pensar en nada, no es rigidez ni esfuerzo, y no es conseguir dejar la mente en blanco, básicamente porque esto es imposible. No podemos dejar de pensar, al igual que no podemos dejar de respirar o parar el latido de nuestro corazón.
Intentar parar la mente sólo nos generaría lucha y conflicto.
Qué es la meditación para mí
La meditación para mí es justo lo contrario:
Es un tiempo que me regalo en el que dejo estar y siento (cómo están mi mente y mi cuerpo).
Yo no soy una experta, ni muchísimo menos, pero en el tiempo que llevo practicando, voy descubriendo y sintiendo lo beneficiosa que es la meditación, y estoy aprendido cosas que creo que pueden interesaros y seros de utilidad. De ahí el motivo de esta serie de entradas.
Meditación y mindfulness
Para mí, además, la meditación está entrelazada con la atención plena, o mindfulness. Hay expertos que dicen que no son lo mismo, y no lo pongo en duda, pero meditar implica intentar estar aquí y ahora, poniendo atención a la respiración, al cuerpo, a las sensaciones… Y el mindfulness, básicamente, persigue lo mismo: tratar de poner atención plena a lo que se hace, se dice, se siente… en el momento presente.
Entonces, ¿cuál es la diferencia?, ¿que una es con los ojos cerrados y la otra abiertos? Pues creo que ni si quiera eso, porque se pueden hacer meditaciones observando lo que nos rodea y podemos tener un momento mindful cerrando los ojos mientras nos duchamos y sentimos cómo el agua recorre nuestra piel.
Así que sí, cuando camino desde mi coche hasta el edificio en el que trabajo y me quedo mirando a un par de pájaros persiguiéndose y haciendo cabriolas mientras pían con jolgorio, y para mí en ese momento no hay nada más a parte de la sonrisa que me arrancan esos animalitos, siento que estoy en estado mindful o meditativo (una micro meditación, tal vez).
En definitiva sería:
Todo aquello que me permite salir del piloto automático, coger perspectiva y ver y sentir las cosas como realmente son, sin interpretar, sin juzgar.
Qué me ha aportado la meditación
Al principio de empezar a meditar, cada vez que mi mente se iba del objeto de meditación (aquello a lo que estás prestando atención para concentrarte: respiración, sonidos, partes del cuerpo, etc.), me cogía unos cabreos monumentales conmigo misma. También era realmente incómoda la sensación de que se me hubiera dormido una de mis piernas cruzadas o que me picara alguna parte del cuerpo.
Una vez, una compañera de meditación comentó: no puedo centrarme en la respiración, me voy a los sonidos de la calle. Nuestro profesor le contestó: ¿y si tu objeto de meditación hoy fuera ese, el darte cuenta de que te has ido al ruido exterior?
Otro día alguien comentó: uf, no soporto que se me duerma una pierna, bueno supongo que al final del curso conseguiremos hacerlo bien. A lo que mi profesor agregó: ¿y si no ocurre?, ¿por qué hay que perseguir un objetivo?, ¿por qué no podemos ser como los niños y simplemente disfrutamos jugando sin intentar alcanzar una meta?
Cada día nos refuerza la siguiente idea:
No hay meditación bien hecha ni mal hecha.
Yo hay veces que me voy del objeto de meditación 200 veces y otras 200 millones de veces, y no siempre son pensamientos importantes sino minucias como que me tengo que acordar de poner la lavadora, algo que he visto en la tele, etc. Como he dicho antes, al principio me enfadaba muchísimo conmigo misma, después pasé a decirme mentalmente, con dulzura: “vuelve”, y ahora simplemente, ni me digo nada: me descubro pensando o recordando y simplemente vuelvo al objeto de meditación. Además, como suele decir mi profesor:
El darte cuenta de que te has ido, ya es curativo en sí.
Esto quiere decir que lo importante es salir del piloto automático.
Tanto si en la práctica me he ido 200 veces como si me he ido 200 millones veces:
Al final siempre me siento agradecida por el tiempo que me he dedicado.
Si tuviera que resumir muy brevemente algunos de los beneficios que me ha aportado la meditación, serían:
Aprender a observar.
A dejar estar, a no luchar.
A ser más flexible.
A no juzgar.
A ser menos crítica conmigo misma, más indulgente.
A ser menos autoexigente y perfeccionista.
A bajar de la mente al cuerpo.
A lograr espacios de silencio (entre pensamiento y pensamiento).
A concentrarme más y mejor.
Y el más importante: cada vez consigo en mayor medida hacer o sentir estas cosas de manera natural en mi día a día sin estar meditando.
Meditación y constancia
Al hilo de lo anterior, para ver los resultados y sentir los beneficios, como casi todo en la vida, se requiere de constancia.
Al igual que en el deporte, no podéis pretender que vuestro cuerpo esté tonificado ejercitándolo una vez al año y, al igual que en el ejercicio físico, debéis ir incrementando la duración o intensidad de las sesiones, poco a poco.
Yo desde que empecé en serio con la meditación en octubre de 2018, medito todos los días de lunes a viernes, dos veces al día, sin contar la clase de los martes por la noche.
Tengo dos alarmas en el móvil, una por la mañana y otra por la tarde, todos los días a la misma hora, en momentos en que sé que voy a estar sola y que nadie me va a interrumpir. Cuando suena, dejo lo que estoy haciendo y me pongo a meditar.
Hace un momento, por ejemplo, mientras escribía esta entrada, ha sonado la alarma, la he parado, he guardado el documento, he meditado, y he vuelto a trabajar.
En cuanto a la duración de mis meditaciones, sin contar las que hago en clase, suelen ser de 10 minutos. Empecé con 5 minutos, me costaba comenzar y se me hacían eternos. Poco a poco pasé a 7, y ahora ya hago 10 (10 por la mañana y 10 por la tarde).
Me gustaría poco a poco, en la medida de lo posible, ir incrementando el tiempo de meditación y hacerlo también los fines de semana. Esto último es un poco más complicado porque mis findes suelen ser bastante ajetreados. Pero estoy segura de que conseguiré ambas cosas porque cuanto más medito más siento sus beneficios y más necesito/me gusta meditar. A veces, incluso adelanto la hora de meditar o (me) dedico más tiempo haciendo una meditación guiada más larga.
Cómo medito yo
Aunque ya lo he ido adelantando un poco a lo largo del post, yo medito de varias maneras:
De lunes a viernes medito 10 minutos por la mañana y otros 10 por la tarde. Para ello utilizo Stop, Breathe & Think, una aplicación gratuita para meditar con audios en español e inglés, de la que ya os hablé en una entrada anterior. Ahora mismo mi objeto de meditación es el “conteo por ramilletes” que ya os explicaré.
Los martes por la tarde/noche voy a clases de meditación. Las sesiones son de una hora y hacemos dos meditaciones con un descanso entre medias.
A veces, en lugar de meditar por mi cuenta, lo hago con meditaciones guiadas, utilizando vídeos de YouTube. En futuras entradas os diré cuáles son mis favoritos.
Finalmente, aunque he de reconocer que últimamente se me olvida y no lo hago demasiado, practico la meditación andando que también os explicaré cómo se realiza.
Y hasta aquí la entrada de hoy. Ahora solo falta que cojáis vuestra esterilla o vuestro zafú (si no tenéis os recomiendo esta y este), o cualquier silla, y empecéis a meditar un ratito todos los días. Deseo de corazón que mis palabras ayuden a mucha gente a mejorar sus vidas (como lo ha hecho la mía desde que medito). Si logran aunque sea cambiar la de una persona, habrá merecido la pena el esfuerzo de escribir esta entrada
Y vosotros, ¿cómo lleváis el tema de la autocrítica y del perfeccionismo?, ¿soléis regalaros momentos para vosotros?
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Pínealo para después