Quizá solo se trate de encontrar a quien te sigue mirando cuando tú cierras los ojos- Elvira Sastre
Poco se habla sobre lo mucho que solemos hablar de cosas que no entendemos. De pequeña me enseñaron que “siempre habla el que más tiene que callar” entre otras frases lapidarias, de esas que tanto le gustan a uno que yo me sé, como que las palabras se las lleva el viento o la tan manida “por la boca muere el pez”. ¿Será posible que hablemos tanto de todo sin tener ni idea de nada? Sí. Y tanto que sí. Porque la única forma de parecer inmunes a algo es simular que sabemos mucho sobre ello y que ni nos pillará de nuevas, ni nos dejará atontados si nos toca. ¿Un claro ejemplo? El amor.
Años de consejos, de palabrería entre copas de vino, de conversaciones en las que lo más común es algo como esto (cabe destacar que todas o casi todas ellas incluyen un “tía”. Si no, como que no es lo mismo):
-Pasa de él, tía. (Sin más. Y te quedas tan agusto. Tras ello se hace el silencio y ya como que no sabes cómo seguir, pero alguna otra amiga te salva del trago añadiendo alguna otra perla como: “sí, sí, pasa de él, totalmente”)
-No te merece, tía. (Esta puede incluir un “es un capullo” o “inmaduro/incapaz/tullido emocional”)
-No muestres tan pronto tus sentimientos, se irá corriendo, tía. Pasa de él (bis) y ya verás como va detrás él. (habló la que a la tercera cita estaba buscando nombre para la prole… )
-No hables con… ¿pero qué haces escribiéndole tía? ¡Que alguien le quite el móvil a esta chica de una XXXX vez! (Esta casi siempre lleva detrás un “es la última vez, lo prometo. Si pasa de mi, ya le bloqueo para siempre”)
-¿Que ha hecho qué? Yo no sé cómo aguantas. Si yo fuera tú… (bla bla bla. Todas tenemos una opinión que dar a la amiga de turno, pero para nosotras mismas nunca es aplicable porque “cada relación es un caso”, claro)
-Pasa de él, tía. (Se repite tanto que merecía también el cierre de esta lista).
Años de no entender nada, de tratar de averiguar lo que llena la cabeza de los niños/chicos/hombres, de buscar respuestas a mensajes no contestados o a respuestas tipo “OK”, “Vale ”, “”, “Bien”, “Bss” o “Ya hablaremos” (¿Solo a mi me parece odioso el emoji que solo sonríe? ¿No le veis algo de falso/perverso? Vale, estoy loca). Años de preguntarnos entre todas por qué este pasa de una o por qué este deja de repente a la otra. O por qué ese del que tanto te pillaste en su día te mareó tanto para luego no querer nada. O por qué alguien puede dejar de querer como el que se cambia de camiseta de un día para otro. Años de pantallazos, de horas al teléfono, de ese mensaje que no quieres que llegue de tu amiga necesitando apoyo urgente. Años de colgarnos de memos y de ser muy memas también nosotras. Años de soñar con el chico perfecto sabiendo muy en el fondo que ni existe él, ni existe una versión perfecta de nosotras misma. Pero por soñar… que no quede.
Años de hablar por hablar, de salvarnos las unas a las otras y de tratar de entender que todo es mucho más simple de lo que parece. De emborracharnos, de despotricar, de mandar whatsapps de los que arrepentirse al día siguiente… y sobre todo, de volver a empezar.
Supongo que todo eso hace falta. Todo ese proceso tan GRRRRRR a veces (no he encontrado mejor forma de definirlo, lo siento). Todos esos rollos raros, tíos tontos y películas mentales sin pies ni cabeza. Es necesario para crecer y distinguir mejor (aunque algun@s no aprenden ni con cien años y mil palos). Pero ahora que tengo poco más de 29 y que llevo muchos “pasa de él, tía” a mis espaldas, puedo decir, a día de hoy lo que realmente pienso.
Aunque siempre hable quien más tenga que callar.
Aunque por la boca muera el pez.
Sobre todos los “jo tía”, los “espera, que seguro que contesta” y los “igual está ocupado, tía” les digo a mis diferentes “yos” del pasado y a los de mis amigas, que no hay peor engaño que el que se hace a una misma. Ni jo, ni ja, ni ya contestará, ni “es que estará ocupado”. Quien quiere está, contesta, busca tiempo entre sus mil ocupaciones para dedicártelo a ti: solo a ti. Quien te quiere o a quien le gustas, te busca, te trabaja (que cada cual entienda “te trabaja” como quiera) y te cuida. Quien quiere estar en tu vida, lucha por abrirse paso, se curra su parcela, paga su alquiler, se lleva los trastos allá donde estés aunque os separen kilómetros. Quien quiere, no se queda en el episodio piloto: te regala, como poco y si todo va bien, la primera temporada. No hay mejor momento que ese en el que entiendes que el amor, en realidad, es fácil. Porque si de primeras no es fácil… mal vamos.
Ahora creo que sé que entre mirar al pasado o enfrentarte a lo bueno que venga, siempre hay que ser valiente y apostar por quien te haga sonreír. Por quien hable de ti sin saber si tú hablarás de él. Por quien mire tus fotos como primer ritual al despertarse. Por quien te escriba. Porque me dijo un buen amigo hace muy poco, un buen amigo que también escribe, que nos merecemos a alguien que nos escriba con el mismo amor con el que nosotros lo hacemos. Tal vez sea el mejor regalo para un escritor. Tal vez.
Porque cuando chocan dos mares es imposible querer pararlo.
Es como si te atropellaran.
Archivado en: Relatos Tagged: amigas, Amor, blog, Relaciones, sentimientos