Seguro que sí. Porque las cosas que más creemos que necesitamos en realidad nos pasan inadvertidas. Y las que necesitamos de verdad las cuidamos tanto, las escondemos tanto, las evitamos tanto que acaban tan al fondo, que acabamos pasando el resto de nuestra vida buscándolas. Un regalo especial. Una carta importante. Un contrato. Unas notas del colegio. Un amor. Un drama que maquillas de simple contratiempo para restarle valor. Un algo que te llena y te vacía, como botella de agua, como vaso con licor. Y nunca más. Y siempre detrás, tratando de llegar hasta ese lugar en el que están, sin saber bien dónde las dejaste.
¿Alguna vez has pensado “esto ya lo he vivido” o “no sé por qué pero siento que algo está yendo mal”? ¿Alguna vez te has mirado en el espejo y te has sentido raro, como fuera de tu cuerpo, como si todos los años que has vivido hubieran pasado en cinco minutos? ¿Alguna vez has sentido a un desconocido muy cercano y a alguien muy cercano como un desconocido?
¿Alguna vez has querido a alguien hasta que le has tenido y has tenido a alguien hasta que le has empezado a querer? Puede que sí.
¿Alguna vez has estado pendiente de alguien que pasaba de ti y has pasado de quien sí te ha mostrado interés? Quien más y quien menos sabe a qué me refiero… ese “ni momento, ni lugar”, “ni contigo ni… contigo tampoco”. Ese sentir que te da algo si el móvil no vibra, pero desquiciarte también cuando lo hace y no… y no es él. Y sabes que nunca jamás será él. Y muy en el fondo deseas, que aunque no sea amor y sí soledad, que nunca deje de vibrar aunque a ti no te vibre el corazón cuando eso suceda.
¿Alguna vez has querido estar solo y con alguien al mismo tiempo por temor a los domingos por la tarde de sofá de dos plazas con una solo ocupada? Seguro que sí… porque todo lo que nos pasa, todo lo que hacemos, todo lo que nos hacen, se junta en una batidora llena de noches locas, amores raros y momentos eternos que gira sin parar, que nunca se apaga, que nunca te deja respirar del todo. A ratos un poco. Pero poco más. Solo somos seres que necesitan ser amados, que necesitan amar, que quieren compañía y besos en el cuello. Pero como la cobardía puede más… pues no hay nada más.
Ay el amor. Tanta palabra para tan poco sentimiento. Tanta letra para tanto miedo.
¿Alguna vez te has sentido atado de pies y manos sin saber adónde ir ni qué hacer con tu vida? Y has pensando que te quedabas atrás, que todo el mundo giraba menos, que todo tu entorno crecía menos tú. Creo que todos nos hemos sentido un poco así a veces.
Y no pasa nada.
Porque todo frenazo sirve para arrancar con más fuerza, incluso para despegar.
¿Sabes? Todas esas preguntas no solo te las has hecho tú. Todos esos miedos, no solo los has tenido tú. Todos, aunque seamos felices casi siempre, nos rayamos cual disco, nos mareamos solos, nos falta el aire cuando pensamos en ciertas cosas sin respuesta o con una respuesta que no nos gusta, como cuando tomas una decisión a cara o cruz y… acabas tirando la moneda mil veces hasta que sale lo que quieres. Todos buscamos lo que tenemos delante porque andamos tan absortos que ni prestamos atención. Todos anhelamos encontrar lo que yace escondido en nuestro corazón. Y no pasa nada.
Y ojalá seguir comiéndonos la cabeza, pensando en soluciones que solo son parches, queriendo a personas que no nos convienen y amando a otras que tal vez, con algo de suerte, acaben siendo inolvidables.
Ojalá seguir mareándonos, preguntándonos cosas, haciendo tonterías y aprendiendo de ellas, porque solo así seguiremos sintiendo que estamos vivos. Que respiramos. Que estamos. Que nos pinchan y sale sangre. Que nos mueven y nos tambaleamos. Que nos tocan y se nos eriza la piel. Porque solo así tienen sentido los poemas, las melodías, las historias que se cuentan para no dormir, las vidas que se cruzan para brindar por las benditas coincidencias que hacen que todo parezca real.
Porque solo respirando, viene todo lo demás. No sientas miedo a ese demás. Solo celebra la vida y recuerda que de los palos todos salimos, pero de no sentir, de no mojarte, de no echar la carne en el asador y de arriesgar por quien merece todas tus alegrías… de eso sí que no se recupera nadie.
Respira.
Y sé feliz.
M.
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