Que nos gustan los cabrones, dicen. Que pasen un poco de nosotras. Que nos hagan un poco sufrir. ¿EN SERIO? ¿En qué momento alguien comenzó a decir eso? Y lo más importante: ¿Por qué se ha extendido tanto? ¿Por qué hay crías jovencísimas que siguen viendo el amor de esa forma? Esa afirmación justifica demasiadas cosas insanas, demasiada diferencia, demasiado machismo. Genera inseguridades, ratos de angustia, caras de perro, miedos absurdos y… una lista de cosas mucho peores. ¿En qué cabeza cabe que a una mujer le guste un chico por el mero hecho de su pose de rebelde sin causa pasada de moda, de imbécil inmaduro que esconde sus carencias afectivas tras los mensajes a los que no sabe ni cómo contestar por su incapacidad emocional? ¿Qué persona con un mínimo de inteligencia cree que a una chica le gusta que le hagan daño y que ENCIMA así es como se enamora?
No, amigos. Así no va el juego. No nos gustan los cabrones.
No nos gustan. Aunque algunos queráis creerlo y otros nos lo queráis meter en la cabeza para seguir
No nos gusta estar esperando una respuesta, ni una frase que nunca llega. No nos gusta que nos queráis para un ratito, pero que para el siguiente queráis a otra. No nos gusta que nos lleven de la mano como un trofeo al que mostrar, ni que luchen contra dragones por nuestro amor. El rollo héroe todopoderoso ya huele. Nos bastaría, en cambio, con que estuviérais cuando decís que vais a estar. Con que contestárais a cosas a las que es de imbéciles no contestar. Con que diérais la talla y poco más.
Ahora vais y decís otra vez que nos gustan los malotes. A ver quién se lo cree.
Y tú, amiga mía que todavía te tragas eso de que solo puedes enamorarte de un cabrón, abre los ojos porque lo que vas a leer te interesa…
Piensas eso porque el sentimiento de “ni sí ni no” o de “ni contigo ni sin ti” es muy potente. Engancha de tal forma que crees que esa ansiedad que te genera el estar pendiente de un hilo es amor. Pero no es cierto. No es amor. Es tu miedo a perder una ilusión lo que lo magnifica hasta el punto de taparte la vista y hasta el sentido común. Es la inseguridad que te genera el tener y no tener a la vez lo que hace que creas que le quieres y que no habrá nadie a quien sientas como a él. Pero verás: no es verdad. Aunque solo con el tiempo te darás cuenta. De primeras, cuando te valores un poquito más. Y de segundas, cuando llegue un tío de verdad. Uno de los buenos. Porque hazme caso. cuando llegue a tu vida uno de esos, te darás cuenta de lo equivocada que estabas con respecto a muchas cosas.
Cuando llegue uno de esos chicos buenos, terminarás de abrir los ojos. Ten cuidado: prepara unas gafas de sol, porque puede que tanta luz de primeras te ciegue. Pero cuando te acostumbres a vivir lo que siempre has querido pero que habías terminado por olvidar, te darás cuenta de todo lo que has aguantado sin necesidad. Y vendrán a tu memoria uno a uno los idiotas que creíste que serían de verdad, aquellos por los que lloraste o te sentiste pequeñita. Aquellos de cuando pensabas que ese rollo era el que te iba, el de los malotes. Vaya por Dios.
Y entonces le mirarás a él. Su sonrisa. Sus manos siempre buscándote. Sus todos, sus sís, sus aquí estoy, sus “cómo estás hoy”, sus “buenos días”, su… qué se yo, su estar, ser y respirar. Su vida preparada para compartirla a jornada completa, sin restricciones ni medidas. Su tiempo, su casa abierta, su plato de más, su edredón a medias, su cogerte si te caes y dejarse coger si pasa a la inversa. Entonces le mirarás y no sentirás miedo. Ese miedo a ser rechazada por mostrar tus sentimientos. Ese miedo a que corra bien lejos si descubre tus defectos. Todo eso, dejará de existir. Y entonces, hazme caso, recordarás este post y todo eso que no echarás de menos.
Que nunca jamás echarás de menos.
Por todos los hombres buenos.
Por ti.
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