Vamos a saltarnos el paso de juzgar u opinar sobre si es correcto o no, para ir a lo que de verdad nos importa. Cuando eres la tercera parte de la ecuación tienes dos formas de afrontar la situación: puedes creer que eres especial porque eres la razón de su engaño, o sentirte lleno de inseguridades, pensando que en cualquier momento todo lo que tenéis, todo lo que tienes, puede desaparecer.
Pero, por favor, párate a pensar un segundo. ¿Qué es lo que tienes realmente? Un montón de secretos, engaños y mentiras, un montón de mensajes que nadie más conoce, un montón de escapadas secretas. Te aferras a esos momentos robados en salas de cine a las horas menos concurridas, en baños públicos, en pasillos oscuros de discotecas, en cualquier lugar en los que no podáis ser descubiertos. Pero mientras tanto dejas que la vida pase ante tus ojos. Mientras ellos celebran sus aniversarios, salen a cenar, se dejan ver en público y envejecen juntos, tú te quedas parado, estancado, con el corazón en un puño. Y te dices a ti mismo que es amor, que es algo real, te empeñas en creerlo, porque si no lo crees tú, ¿quién lo hará? Necesitas creerlo más que nada. Siempre esperando. Esperando a que pase algo, algo que nunca va a llegar. Esperando a dejar de ser esa tercera persona, y poder convertirte en protagonista.
Pero no es así. Jamás lo será. Nunca será real porque los momentos robados no hacen una vida. Así que no tienes nada. Estás solo en esto. Y comprendes que tienes que pararlo. Porque tú más que nadie acabas de entender que eso de donde caben dos, caben tres es la mayor mentira que existe. Has dado todo de ti, has intentado serlo todo, pero al final no has sido suficiente. Porque no siempre podemos decidir con qué nos quedamos. Así que decides dejarle ir.
No te queda otra que desear que sea feliz, aunque sea sin ti. Pero, sobre todo, deseas que te eche de menos, a rabiar, aunque no pueda decirlo en voz alta, porque sois un secreto que solo vosotros conocéis. Y ahora solo te quedan miradas en paradas de autobús, en rincones donde nadie más puede veros, miradas que dicen todo lo que nadie sabe, que un día fuiste la otra o el otro.
Y en un último instante de esperanza recuerdas que Yasmina Khadra dijo: aquel que deja escapar la más bella historia de su vida solo vivirá con arrepentimiento, y todos los suspiros del mundo no lograrán aliviar su alma. Y quieres creer que tú eras esa bella historia y que en un futuro serás la causa de todos los suspiros y arrepentimientos del mundo, pero que para entonces tú ya habrás pasado página.
Piensas con total seguridad que quien engaña, quien ama a una segunda persona, es porque, realmente, no ama a la primera.
Quieres creer, que de haber sido tú quien es infiel, habrías elegido otro camino.
Pero esa es otra historia.
Fdo. La Otra