Etapa 1 del Camino Lebaniego: de San Vicente de la Barquera a Quintanilla

Tras más de 200 kilómetros de caminata por el Camino del Norte, por fin nos encontrábamos frente a San Vicente de la Barquera, dispuestos a afrontar la etapa 1 del Camino Lebaniego y comenzar esta aventura.

foto de las vistas de san vicente


Primera étapa del Camino Lebaniego: prólogo

Es pleno año jubilar para los peregrinos que se dirigen a Santo Toribio en lugar de a Santiago de Compostela.

A pesar de ello, pocos fueron los peregrinos del albergue de San Vicente que tenían en mente proseguir por la alternativa lebaniega.

paisaje marinero


playa


fachada del albergue de peregrinos
Albergue de peregrinos de San Vicente de la Barquera

Una pareja muy joven de romeros alemanes y un trío de mujeres mucho más maduras, fue nuestra primera y única compañía en los primeros pasos hacia Santa Toribio.

La Puerta del Perdón del monasterio nos esperaba a todos abierta por ser año jubilar. Aquí la reliquia no es la tumba del apóstol, sino el segmento de la cruz de Cristo más grande que se conserva en el mundo.


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De nuevo, un camino más virgen ante nuestros ojos, donde a buen seguro el trato que se nos dispensará será más acorde con el sano espíritu original del peregrino.

Siempre la novedad del viajero resulta más fresca cuando el lugar que se visita es ajeno a las modas de masas. Esto nos resultó incentivador a la vez de excitante.

Reminiscencias del Camino de Invierno

La última vez que tuvimos una sensación parecida, fue hace más de cinco años cuando decidimos tomar el Camino de Invierno, como alternativa al Camino Francés, ante la fortaleza templaria de Ponferrada.

No pocos peregrinos del Camino Francés nos alertaron en aquel momento de nuestro error al tomar una alternativa al Cebreiro, aunque persistimos en un empeño que nunca nos defraudó.

Tampoco el Camino Lebaniego nos defraudaría. Muy al contrario, nos cautivó con sus virtudes y aún defectos de juventud como camino de peregrinación.

foto de flecha y cruz del camino


Saliendo de San Vicente en busca del río Nansa

Día lluvioso desde el mismo principio de etapa. Finas gotas nos alcanzaban, suficientes para refrescar un ambiente de cielos plomizos, donde el sol se escondía pero su calor se acumulaba.

Pequeño pero agradecido bochorno para comenzar. Da gusto andar durante el estío bajo este suave manto de lluvia fina que en nada entorpece tu andar.

peregrina con abrigo rojo caminando sola


Enseguida ese frescor se multiplicó al introducirnos en las umbrías del boscoso valle que el río Nansa había esculpido durante su dilatadísima vida.

Enseguida reconocí las hileras de avellanos que protegían la exigua vereda por la que transitábamos. De esa madera están hechos los mejores bordones para peregrinos de casta.

La luz de comienzo tenue, empezó a oscurecerse aún más al penetrar en la espesura de un bosque que se nos antojaba impenetrable.

camino atravesando el bosque


Senda fluvial del río Nansa

El ruido del agua siempre nos acompañó durante casi toda la jornada, aunque en este tramo reconvertido ahora en paseo fluvial, era aún mucho más patente por la constante cercanía del cauce.

Casi lo podías tocar una y otra vez con la suela de las embarradas botas.

Absolutamente recomendable disfrutar de este espectacular paseo por la senda fluvial del río Nansa, se decida o no hacer el Camino Lebaniego.

noelia en un arroyo
Senda fluvial del Río Nansa

Los pasos complicados por el desnivel o la frondosidad de la vegetación, fueron salvados por sendas escaleras de madera colocadas muy oportunamente, diría casi con cariño.

Nosotros las agradecimos y mucho, pues la noche anterior estuvo lloviendo con generosidad, y el suelo estaba  demasiado embarrado en tramos con pendiente.

Y aquí ya se sabe, de perdidos al río, pero también de resbalón al río seguro.

peregrina apoya en un puente con río debajo


Tanto era así, que una vaca que pasaba cerca de nosotros, se resbaló a nuestro paso, y estuvo a punto de pagar su enfado con el poncho rojo que cubría nuestra mochila y cuerpo.

Tras el susto, decidimos ese día no comer carne de novilla cántabra, como agradecimiento por salir de una pieza de aquel entuerto.

Y eso que en días anteriores tuvimos la suerte de probarla, ¡está realmente buenísima! Muy recomendable para los carnívoros, y los menos también, si se acompaña con unos pimientos fritos.

Las bocanadas de aire puro y fresco se sucedían, creando una sensación en nuestros pulmones de absoluta comunión con el ambiente.

manantiales


Del río Nansa a Quintanilla

La senda fluvial más o menos acaba a los 7 kilómetros desde su inicio en Muñorrodero, muy plácido a pesar de la humedad del suelo y las escalinatas de algunos de sus tramos.

De Cabanzón a Cades

El camino sobre tierra mojada se acabó en ese mismo instante y comenzó el asfalto que no nos abandonó hasta la llegada a Quintanilla como final de nuestra particular etapa.

Avanzamos por carreteras viradas hasta la aldea de Cabanzón donde hicimos un primer descanso obligado.

Torre de Cabanzón
Torre de Cabanzón

Ya llevábamos un buen saco de kilómetros encima y tocaba un pequeño almuerzo con productos de la tierra: queso de Liébana, pan y agua de manantial.

Sin embargo, un paseo por carretera que en cualquier otro lugar podría resultar gravoso y pesado, en este ocasión se convirtió en toda una experiencia sensitiva.

noelia apoyada en un muro admirando el paisaje


De Cades a Quintanilla

Arribamos a Cades y a su pequeño albergue de peregrinos. Guardábamos aún fuerzas, así que decidimos despedirnos de un grupo de peregrinos que pernoctaban allí y proseguir camino arriba.

cades


peregrina caminando por sendero en aldea
Pueblo de Cades

Poco a poco la carretera se fue encajonando, creando un desfiladero de peñascos ciclópeos salpicados por un sinfín de arboledas que nacían sobre los mismos peñascos.

La mirada hacia arriba era impresionante, pero competía en igualdad de vértigo y belleza con la de mucho más abajo. Sin límite vertical para nuestros sentidos.

paisaje entre montañas


En el fondo más profundo, un río impetuoso se abría paso violentamente entre gigantescas moles de piedras blanquecinas.

Nos hacíamos cada vez más y más pequeños ante el descomunal paisaje.

Todo un espectáculo vertical donde el peregrino se encuentra situado en el mismo epicentro, contribuyendo a dar equilibrio a una escena de la naturaleza más salvaje.

Nunca una carretera pasó tan desapercibida a los ojos de un caminante.

Sólo el ocasional paso de algún coche, nos recordaba que debíamos ceñirnos al lado izquierdo de la calzada.

El resto, silencio y ecos de una naturaleza que sólo empieza a asomarse.

Al fondo, los primeros picos del macizo oriental de los Picos de Europa nos esperaban con los brazos muy abiertos.

mochilas de caminantes
Mirador de la Palombera

Conscientes de lo que nos esperaba en los próximos días, decidimos hacer noche en la aldea de Quintanilla.

Tomar aliento, descansar y empezar a soñar muy despiertos.

barca en el mar con las montañas detrás


peregrina por sendero verde
Fotografía de Woman To Santiago

¿Qué te parece la etapa 1 del Camino Lebaniego? Para nosotros fue toda una experiencia.

Esperamos que te animes a hacer este camino y a consultarnos cualquier duda que tengas

.

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