Aquel día partimos de San Vicente de la Barquera, una villa de Cantabria mimada por sus costas y habitantes que hacen las delicias de aquellos peregrinos que deciden pernoctar en su más que acogedor albergue.
Los primeros rayos de sol de aquella mañana de verano creaban para nosotros la ilusión de montañas nevadas sobre la espléndida Cordillera Cantábrica. Y es que el Camino de Santiago del Norte discurre protegido por ella mientras te empuja al mar. Una primera etapa corta para acomodar mochila y cuerpo a un camino accidentado que pocas treguas te otorga, salvo las de contemplar una bellísima costa sobre los numerosísimos miradores naturales que descubres a su paso. Un paseo de apenas 17 kilómetros nos separaba de Unquera y del Principado de Asturias, cuyo recorrido hasta Gijón nos dispusimos a descubrir.
Vistas de San Vicente de la Barquera desde el Camino del Norte
Este tramo donde la costa aparecía tímida en la distancia, nos dio a conocer paisajes más rurales, muy cuidados a pesar de lo sencillo que se vislumbraba la vida de sus habitantes, dedicada principalmente a los pastos y el ganado. Nos llamó gratamente la atención el cariño con que casas aisladas, aldeas y pueblos se integraban en un paisaje de prados, bosques, colinas, ríos y arroyos.
El tiempo pasa muy deprisa cuando las fuerzas están intactas y la visión te cautiva. Llegamos a Unquera temprano para comer en un local apartado entre callejuelas, antes de buscar refugio en Vilde, un pequeño oasis a la orilla del río Deva y fuera de las rutas turísticas, donde pudimos degustar una cena con platos típicos de esta tierra y disfrutar de un enconado campeonato de bolos entre los vecinos de las aldeas más próximas. Más natural, más autóctono, posible pero muy difícil. Un lugar ideal para descansar.
Fotos de Woman To Santiago
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