—Sois fácil de contentar —comentó el hombre de pelo pajizo—. Estabilidad, un sueldo, salir de una pieza... Muy mal han tenido que hacerlo los Von Khanstein para convertiros en esa fábrica de odio.
—Eso es una guardería. Aún llevan pañales.
Un hombre de porte elegante subió las escaleras, vestido de negro. Estaba claramente fuera de lugar en aquel ambiente y se le veía incómodo, con la mirada de las gentes del lugar fijas en él. Al dar con Eliane, se acercó con rapidez a ella y le susurró algo al oído. Enthelion los miró como si no le importara el contenido del sobre que aquel caballero le entregaba a su acompañante antes de marcharse.
—¿El divorcio de vuestro agresor o noticias para mí?
—Que la Luz me libre de casarme alguna vez —comentó ella mientras leía, sin alzar la mirada.
Su rostro se tornó serio, pidiéndole una cerveza a la camarera cuando ésta se acercó a llevarse las jarras vacías de la mesa. En cuanto volvió con una llena, le dio un par de largos tragos a la bebida.
—Venga, desahogaos. Soy un buen confesor. No sabéis la cantidad de gente que me ha contado sus secretos.
Aquello logró arrancar una risa de la muchacha, quien se negó a revelarle a su compañero el contenido de la carta recibida.
—Seréis testigo de secretos que harían caer a la Casa, ¿y no sois capaz de hacerme más amena la tarde?
Le clavó la mirada. Enthelion clavó los codos sobre la mesa y se había acercado a ella. Casi parecía estar suplicándole, pero Eliane sabía que no era así. No era sino un papel que interpretaba y sus sonrisas carecían de sinceridad. Todo en él eran apariencias, y aquello le gustaba. Le hacía sentirse segura. En aquello eran muy parecidos. Finalmente le tendió el sobre y se terminó la cerveza mientras el hombre leía el contenido de la misiva.
A la atención de la señorita Talbot;
Se le informa de que su padre, el señor Sir Thomas Hawke, ha sido hallado sin vida en su dormitorio por causas naturales. Según su testamento, usted pasará a poseer todos sus bienes. Entre dichos bienes se encuentra su fortuna, que asciende a quinientas doradas, y una finca en el barrio de los enanos.
Había permanecido impasible frente a Enthelion, quien tal vez temía que abandonara su servicio a la Casa Landcaster. Sin embargo, una vez sola en la casa que acababa de heredar, y en la que había estado algunas tardes junto a su progenitor, se vino abajo. Apenas conocía a aquel hombre ni tampoco estaba segura de que fuera su padre, aunque todas las piezas encajaban, detalles que sólo su madre y ella sabían. Era un hombre de negocios que quería pasar cada vez más tiempo con ella, recuperar el tiempo perdido como le gustaba decir. Thomas había ayudado a Eliane a mezclarse entre la gente importante, cómo hablar y cómo actuar. Era calculador. Sabía qué quería conseguir y lo obtenía. Carecía de enemigos y era toda la familia que a la muchacha le quedaba. Su madre había fallecido recientemente a manos de Favreau, un pirata con el que había mantenido una larga relación de once años y del que huía cuando llegó a la capital. Recordó la nota que había encontrado en la entrada, pasada por debajo de la puerta, y que había guardado en el bolsillo de su pantalón. Se enjugó las lágrimas y la leyó.
Te dije que te arrebataría todo lo que querías. ¿Quién será el siguiente, tu nuevo noviete, Lysena, tal vez el rubiales...? Haré que lo pierdas todo antes de acabar contigo.
Estaba firmado con una F, la particular rúbrica del pirata. Ya estaba cansada de huir. Recordó una de tantas conversaciones con Enthelion. Él podía ayudarla, así que a él acudiría.