Ourense se encuentra en el fondo de un encajonado valle, que el río Miño ha esculpido con el paso de los años y de los peregrinos.
Cuando descubres la ciudad bajo tus pies, la primera tentación es centrar tu vista en el imponente puente de piedra romano.
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Sientes el deseo de cruzar aquel milagro de la antigüedad que une ambas orillas desde hace más de mil años.
En este post vamos a contarte nuestra experiencia por el Camino desde Ourense y sus etapas oficiales.
Etapa primera: de Ourense a Cea en 22 km
Es este puente romano, punto de salida de la ciudad antigua y el de partida hacia uno de los tramos del Camino de Santiago Sanabrés más auténticos.
Puente romano de Ourense
Miramos hacia arriba desde la profundidad del valle y comenzamos a entender la dimensión de la cuesta que nos espera.
Subimos a buen ritmo al estar más frescos durante esos primeros kilómetros de Camino.
Aún mantienes intacto el ánimo y la ilusión, necesario para lo que nos espera.
Ermita de San Marcos da Costa
Arriba a lo lejos, la ermita de San Marcos da Costa te aguarda con inimaginables vistas al meandro del Miño partiendo Ourense en dos mitades enfrentadas.
Ya no queda rastro del lejano puente romano en el horizonte, ahora caminamos por corredoiras que se abren paso entre centenarios bosques de carballos.
Toda una delicia andar sobre su alfombrado piso de musgo, hierba, hojas y agua discurriendo bajo tus botas.
Tras doce kilómetros con la mirada casi siempre puesta hacia arriba, nos tocó un descanso en Tamallancos.
Un rincón donde el sol alivió nuestras espaldas mojadas, mientras reímos en torno a una mesa colonizada por el aperitivo de la mañana.
Tras dar buena cuenta del almuerzo con el mejor de los apetitos, aún nos quedaba el último tramo de etapa por disfrutar.
Nos los tomamos con más calma de lo habitual, recreándonos con las corredoiras que unen parroquias y aldeas en una interminable sucesión de escenas de la Galicia más rural.
Alargamos esa mañana hasta encontrar ese pequeño local de comidas caseras donde saben tratar a conocidos y viajeros por igual.
Un cocido gallego selló el día como no podía ser de otro modo, con el aliciente añadido de un breve paseo hasta la pequeña pero acogedora aldea de Pazos, muy cerca de Cea donde ya teníamos previsto pasar la noche.
Segunda etapa: de Cea a A Laxe en 32 km
Apenas un par de kilómetros nos separaban del desayuno, hoy retrasado hasta contar con el delicioso pan de Cea.
Nos supo a gloria, además de avituallarnos con un par de empanadas gallegas muy difíciles de elegir entre zamburiñas, atún, carne o bacalao con pasas.
El objetivo fue descubrir el monasterio de Oseira y montar un espontáneo picnic bajo la sombra de sus muros.
Con semejantes viandas y aquellas frondosas corredoiras, las cuestas hacia el monasterio se hicieron más cuesta abajo.
Solos antes una naturaleza exuberante, nos abrimos paso a través de arroyos, regatos y bosques de robles casi, casi, impenetrables en aquella primeriza primavera.
Pasamos de un valle a otro sin enterarnos, sólo quedaba perseguir el nuevo cauce hasta las primeras siluetas de las torres del monasterio.
De nuevo, un paraíso congelado por el tiempo y la naturaleza. Una sensación de pertenecer a otra época nos embargó.
Todo un reino perdido que nosotros estábamos recuperando gracias a la gran memoria del Camino de Santiago.
Penetramos lentamente por su recinto. A medida que avanzábamos nos hacíamos más y más pequeños.
Nos hacíamos en definitiva un poco más peregrinos, dando un poquito más de sentido a este viaje.
Nos tomamos un buen rato para visitar sus estancias, rincones y secretos en el más escrupuloso de los silencios que la naturaleza otorga.
Tras la obligada visita, el picnic esperado con las viandas horneadas en Cea. ¡Aquello supo a gloria peregrina!
Después un último adiós al monasterio desde una loma muy cercana, y una bajada tranquila de nuevo buscando otro valle hasta Dozón y A Laxe.
Vistas del Monasterio de Oseira
Etapa tercera: desde A Laxe a Ponte Ulla en 30 km
Recuerdo este tramo como un largo paseo entre los paisajes rurales de la Galicia interior.
Se nos hizo muy corto a pesar de los continuos subibajas del terreno, que nos guiaba a partes iguales por tierra y asfalto.
Recuerdo igualmente el monumental Pazo de Bendoiro, que tuvimos la gran suerte de conocer gracias a la amabilidad de sus dueños.
Anduvimos en esta etapa tras la búsqueda de corrientes de agua, subiendo y bajando sus valles fluviales.
Deza, Toxa y Cervañiño fueron las corrientes que cruzamos en aquellos días repletas del agua del deshielo.
Pero aún nos quedaba la mayor, la del valle del río Ulla, por otro lado conocida como aquella que trajo el cuerpo del apóstol hasta Iria Flavia.
Aquí sin embargo, nos encontrábamos río arriba, buscando uno de esos puentes medievales que hacen historia en el Camino de Santiago.
Allí estaba el Puente sobre el río Ulla, exactamente igual que para aquellos peregrinos de épocas muy remotas.
Recuerdo bañarme bajo sus arcos hace ya algún tiempo, y en un verano muy caluroso, cuando acometimos por primera vez el Camino de Invierno que coincide con esta vía ya a estas alturas de Camino Sanabrés.
Me acuerdo también de Ilda, y su pequeño negocio de hostelería junto al río, donde probamos por primera vez la croca de ternera en una velada infinita.
Buen sitio para descansar, disfrutar y velar armas para la última etapa de este Camino.
Cuarta etapa hasta Santiago de Compostela en 20 km
Un largo y lento caminar final hasta la Plaza del Obradoiro. No pesan las piernas sino las experiencias vividas que se resisten a acabar.
Apenas a cuatro kilómetros pasado Ponte Ulla nos encontramos con una pequeña joya del Camino Sanabrés.
La capilla de Santiaguiño
Ermita de Santiaguiño do Monte
Como me encanta la historia, no podía dejar pasar este lugar por su connotación histórica con la llegada del apóstol a España.
Se trata del sitio donde los bueyes que traían al apóstol se pararon, en busca de mejor sitio donde enterrar los restos de Santiago.
Junto a la misma capilla, existe una fuente donde aparecen detalles esculpidos del traslado, además del apóstol y sus discípulos Teodoro y Anastasio.
¡Nos os perdáis este pequeño tesoro del Camino!
Poco más que escribir por hoy, salvo que si elegís esta vía, os encontraréis con la mejor y más cuidada entrada a Santiago de Compostela.
Todos los Caminos hacia Santiago deberían acabar con una entrada así al casco antiguo de Compostela.
Sin duda una de las alternativas menos transitadas y conocidas, pero con un importante valor paisajístico y cultural.
¡Buen Camino peregrinos!