Aunque no ha pasado mucho tiempo desde que escribí una entrada sobre los diferentes puntos de inicio para hacer el Camino de Santiago, me apetece detenerme un poquito más sobre esta cima legendaria.
¿Empezar tu Camino desde la cumbre del Cebreiro, o previamente, dar un paso más atrás y emprender su subida desde la vereda del río Valcarce?
En algunas buenas ocasiones para seguir avanzando, es mejor dar un paso atrás para coger un mayor impulso.
En mi opinión carece de sentido emprender el Camino Francés en la propia cima, sin haber disfrutado de la clásica subida al Cebreiro.
Pocas veces tamaño esfuerzo sobre el Camino se ve tan justamente recompensado. El lugar, sus vistas y contexto histórico no pueden ser gratuitos.
La etapa previa: un paso atrás para tomar impulso
No ha pasado ni un año, cuando nos encontrábamos sobre el puente medieval que atraviesa el río Burbia en Villafranca del Bierzo.Apoyados sobre su barandilla metálica, el rugir de sus aguas bravas se hacía sentir con fuerza en un julio caluroso muy escaso de lluvias, toda una delicia para los sentidos.
Algo más atrás, un peregrino de piedra testigo de la historia reciente del Camino Francés, nos indicaba la senda a seguir, como si ésta no hubiera cambiado en mil años.
Elevo una última mirada tras de mí, nos despedimos de Villafranca que nos regala su bella silueta bajo un sol de justicia. Hacia el este, despunta el Castillo de los marqueses de Villafranca, más al norte se eleva la iglesia de San Francisco, y justo al oeste, la colegiata de Santa María de Clunia.
Escondida entre la madeja urbana de casas, apenas visible si no sabes lo que buscas, se encuentra la joya peregrina de Villafranca del Bierzo, la iglesia de Santiago Apóstol con su famosa Puerta del Perdón.
La Puerta del Perdón
Cabe recordar llegados a este punto, sobre todo para aquellos peregrinos de largo recorrido que llegan caminando desde tierras navarras, la existencia de otro lugar en el Camino donde el perdón se hace visible. Estamos hablando de la primera parada absolutoria antes de Villafranca: el Alto del Perdón tras cruzar Pamplona.Si aún te encuentras con fuerzas y puedes seguir caminando, te aconsejamos que continúes camino hasta la iglesia de Santiago en Villafranca, donde si las fuerzas te faltan o el cuerpo dice basta, tienes la siguiente oportunidad de bajarte del Camino y obtener a cambio las indulgencias por adelantado antes de llegar al Compostela.
Este templo románico de Villafranca dedicado al Apóstol fue construido hace casi 900 años en piedra de sillería, un hermoso edificio que nos cautivó por su sencillez, historia y leyenda.
El elemento más legendario de este templo es su conocida Puerta del Perdón, a imagen y semejanza histórica de su hermana mayor en la Catedral de Santiago de Compostela.
Se abre también sólo en Año Santo para esos peregrinos derrotados por el ensañamiento físico del Camino, aquellos que perdieron su salud y las posibilidades de llegar sanos y salvos a Compostela.
De esta forma este templo románico se convierte en un hito importantísimo del Camino de Santiago, donde obtener el jubileo sin traspasar la Puerta del Perdón ubicada en catedral compostelana.
En el valle del río Valcarce
Después de la despedida de Villafranca, nos dispusimos a afrontar la mítica etapa del Camino de Santiago Francés en la península ibérica; con casi 28 kilómetros, no sólo parece difícil por la distancia a salvar, sino también por un perfil que pica constantemente hacia arriba.Nada más cruzar el puente sobre el río Burbia, nos topamos con la disyuntiva de seguir por el valle o comenzar a subir por la alternativa de la aldea de Pradela.
Alargar la etapa por encima de 30 kilómetros no nos seducía demasiado, y aunque la variante montañosa huía de la carretera en un principio, en apenas 10 kilómetros enlazaríamos de nuevo con el cauce del río.
Así que reservamos nuestras energías para el tramo final de la etapa, disfrutar es el objetivo y no morir en el intento, para los últimos 8 kilómetros donde la senda picaría sin descanso hacia arriba, especialmente en sus 6 primeros.
Mientras tanto nos esperaba un largo paseo embutidos en el interior del valle, cuyas laderas resultaban difíciles de perfilar debido a la frondosidad de sus bosques repletos de viejos robles y castaños, algunos de ellos deben haber visto pasar peregrinos durante siglos.
Primero transitamos por la aldea de Pereje, después salvamos las parroquias de Trabadelo, La Portela, Ambasmestas y Vega de Valcárcel.
En esta última aldea finalmente nos regalamos un frugaz desayuno al abrigo de una panadería, cuyo horno aún emanaba un delicioso olor y calor que nos condujo hasta allí casi con los ojos cerrados.
Aún nos faltaban dos aldeas por atravesar antes de que la senda picara hacia el cielo, casi 4 kilómetros de falso llano por las parroquias de Ruitelán y Las Herrerías.
La Gran Ascensión
Está bien escrito, sí, efectivamente con mayúsculas. Estamos tocanso el último tramo de la etapa mítica del Camino Francés. 8 kilómetros hacia el cielo sin apenas descanso para unas piernas que ya llevan veinte metidos en la mochila.Los remansos de agua, casi estancada del río en Las Herrerías, escondían una tregua que se iba a terminar pocos metros más adelante.
Un bosque nos ocultaba la senda pedregosa que subía empinada sin ni siquiera un sólo horizonte de referencia. Hundidas las miradas en las piedras del suelo, soportando el peso de una mochila que tiraba en sentido contrario, superamos esos 3 primeros kilómetros que se hicieron interminables.
Otro remanso de paz nos esperaba, casi diríamos un oasis en mitad de un desierto donde la arena se había revelado en piedra de nuevo.
Una sombra bajo el sol radiante y una fuente para la sed fueron más que suficiente recompensa al esfuerzo liberado. Este tipo de descansos saben a gloria y merecen más de mil puertas del perdón juntas.
Nos encontrábamos en La Faba, cuando aún me esperaban algo más de 2 kilómetros de senda con fuertes pendientes y firme irregular.
El siguiente tramo hasta la parroquia de Laguna de Castilla fue aún más duro que el anterior. La senda seguía picando impenitente hacia arriba y las fuerzas flaqueaban por los excesos pasados.
La tormenta perfecta se pergeñaba, las rampas del Cebreiro junto con el calor estival hacían su agosto. Amenazaba una pájara ciclista en el Tourmalet de los peregrinos. Al final afortunamdamente no apareció, encontramos buena compañía con quien distraer el tiempo, regatear los esfuerzos y el serpenteante trazado.
Un nuevo oasis a la vista, un bar donde tomar algo líquido que refrigere el sobrecalentado motorcito de nuestros pies, y descansar bajo la sombra de un viejo establo rehabilitado como cenador. Un espejismo muy real para fortuna nuestra.
Los últimos 2 kilómetros de ascensión nos pareció un delicioso paseo sobre las nubes, debido a la altura alcanzada y que el paisaje se abrió sobre las cimas peladas de arbolado.
Cruzamos la línea fronteriza imaginaria entre dos antiguos reinos medievales de Galicia y León. Por fin nos dispusimos a hacer cima y noche en la celebrada aldea de O Cebreiro.
O Cebreiro
Nos encontrábamos en la mítica aldea del Cebreiro, con la sierra de los Ancares ante mis botas. El cansancio no me robó ni un gramo de satisfacción personal por la travesía salvada.1.300 metros de altura sobre un paisaje montañoso infinito nos hacían flotar como una nube más. De repente nos sentíamos más ligeros, entregados a la aventura peregrina en uno de los lugares legendarios del Camino Francés.
El trazado medieval de sus callejas nos transportaba a tiempos muy remotos; sólo el trasiego de los visitantes y turistas entre las tiendas de souvenirs nos despertó momentáneamente de la idílica escena.
Un buen trago de agua cristalina nos llenó de la energía perdida, nos dispusimos a encontrar los aposentos en aquella aldea rebosante de historias, mitos y leyendas del Camino de Santiago.
Santuario de Santa María la Real del Cebreiro
Fue el primer lugar que visitamos tras una ducha reconfortante. No era para menos, estábamos impacientes por reencrecer la historia viva del Camino.El templo fue uno de los primeros hospitales de peregrinos que data nada más y nada menos que del siglo IX, muy pocos años después del descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago en Compostela.
Dentro de sus gruesos muros de piedra se sitúan dos importantes leyendas del Camino Francés, la del Santo Grial de Galicia y la de la tumba del padre Elías, párroco de este mismo templo.
El Santo Grial
La leyenda de esta copa románica dio fama y prestigio al hospital, multiplicándose el número de peregrinos en busca de reliquias sagradas.Esta leyenda nació en un duro día de invierno, donde un feligrés desafiando a la tempestad, decidió acudir a la llamada de misa. El capellán que oficiaba la misa desdeñó la pequeña hazaña del parroquiano, y en ese preciso instante sobrevino el milagro, el vino de la copa se convirtió en sangre y la ostia en el cuerpo de Cristo.
El clérigo cayó fulminado y las campanas de la torre del cenobio tocaron por sí mismas. Hasta aquí la leyenda, porque el Grial en cuestión pudimos observarlo ese día en el mismo lugar del milagro.
El padre Elías Valiña
Estamos hablando de los años 70 en España, cuando se formó otra de las leyendas del Camino de Santiago, o mejor dicho, uno de sus personajes más audaces.Este párroco tuvo un sueño, despertar al Camino de Santiago de su larguísimo letargo.
Se armó de unos botes de pintura amarilla sobrantes de la señalización de carreteras, el Códice Calixtino como única guía y la flecha amarilla como su firma para poner sentido y dirección al Camino de Santiago.
Y desde Roncesvalles a Compostela se propuso pintar con flechas amarillas la ruta histórica del Camino Francés, de tal manera que un peregrino podría recorrer su trayecto sin perderse en el intento.
El final de esta historia ya la conocemos, y sus consecuencias las estamos saboreando hoy en día cientos de miles de peregrinos al año.
El gran descenso
Dormimos del tirón toda la noche como era de esperar, hasta que el ruido de los peregrinos más madrugadores nos despertó sin mayores contemplaciones.Tras la repetitiva diana de todas las mañana, desayunamos con gran apetito y dispusimos descender hasta el valle del río Oribio, durante una etapa de 20 kilómetros con final en Triacastela.
Los 8 primeros kilómetros fueron de nuevo otro auténtico paseo por las nubes que cubrían los valles de los Ancares bajo nuestras propios pies.
A pesar de que andábamos en plena época estival, la altitud refrescaba el entorno por donde transitábamos hasta que finalmente el sol ascendió muy por encima del horizonte, entonces la tregua para los más madrugadores acabó y el sol comenzó a impartir su habitual justicia de todos los días.
Después de afrontar el Alto de San Roque y el del Poio –cota máxima de la etapa con 1.335 metros– iniciamos el vertiginoso descenso hasta el pueblo de Triacastela.
Poco agradecidas sendas para las rodillas, los tendones rotulianos chirriaban a cada paso, incluso en los momentos de zigzag para sortear con truco las duras pendientes.
21 kilómetros de etapa dejaron huella en nuestras piernas, que necesitaron un descanso extra durante aquella magnífica tarde en Triacastela.
La alternativa por el Monasterio de Samos
Al día siguiente escogimos la alternativa del monasterio de Samos, más llana y a la vez más larga que la de San Xil, aunque con el aliciente irrenunciable de dormir en el interior de un monasterio jacobeo sobre el Camino Francés.Fueron 25 kilómetros de bosques primarios de robles, castaños e incluso de avellanos con los que se hacen los bordones de peregrino.
Posiblemente una de las etapas de más auténtica naturaleza del Camino Francés a través de los valles del río Oribio y Sarria, trazando paralelismos con la Ruta de Napoleón en Pirineos.
La ciudad de Sarria corresponde célebre final de etapa y comienzo de los famosos 100 últimos kilómetros de Camino Francés con derecho a Compostela, un reconocimiento quizá demasiado fácil en detrimento de aquellos peregrinos que vienen caminando desde más allá del Cebreiro.