Desde octubre sin pasar por aqui, mi pequeño blog. Mi pequeño, mi niño: nunca te olvido aunque no siempre te haga caso. A mi pesar, has pasado a ser a ratos como ese familiar al que quieres, pero que acabas descuidando sin querer o como ese amigo al que prometes un café que nunca llega. Pero nunca dudes de mi amor por ti, de verdad.
Creo que hasta hoy no me he dado cuenta de todo lo que ha pasado este año. Entre el agobio de no llegar, mis poses de sobrada que no necesita ayuda y la falta de un rato para dejar la mente en blanco… aquí estamos, como dos personas sin memoria que al cruzarse, notan en la mirada una magia incomparable a otra, pero que no pueden explicar. “Pues no sé, yo diría que en otra vida nos hemos encontrado“. Qué pena me da no escribirte tanto, qué pena el tiempo que ahora gasto en otras cosas menos importantes. A priori pueden parecer más grandes que tú, pero hazme caso cuando te digo que no es verdad.
Y ahora, mientras lo que he comprado en Mercadona reposa en el banco de la cocina sin hacer ruido, una fuerza inexplicable me ha llevado a poner Youtube y escuchar -después de unos mil años fijo- “Un millón de cicatrices” de El canto del loco. No sé por qué pero lo necesitaba. Igual que necesitaba volver a escribir en un espacio real, en mi mundo, en uno de los pocos lugares donde puedo ser yo misma.
¿Sabes? Cuando me preguntan qué significas para mi casi nunca sé bien qué contestar, pero creo que una de mis canciones favoritas de cuando era adolescente me ha dado la respuesta: Eres todas mis cicatrices y todas las flores que han nacido de ellas. Tú, que llegaste casi de broma y ayudaste a sacar una vocación dormida. Tú, que sanaste y diste refugio, alimento, soporte. Tú. Jamás podría venderte. Cómo vender una de las cosas que una más ama: su libertad.
Siento no escribirte tanto, no te puedo prometer que la cosa vaya a cambiar aunque sí decirte -con lagrimitas temblorosas en los ojos- que lo intentaré. Pero no te quejarás… te he recogido en un libro. Te he plantado para que crezcas en las manos que te cojan, para que nunca desaparezcas, para que no mueras. Y te he ampliado con una parte que ni tú ni yo creíamos que llegaría: es una parte que ha provocado alguien que nos quiere de verdad, con todo el corazón, sin reservas, sin excusas, sin gilipolleces.
Tú, que has sido hogar tanto tiempo, que has recibido a mucha gente con las puertas de par en par, ahora te pido que le dejemos entrar a él. No te pongas celoso de que quiera a alguien además de a ti, a fin de cuentas tú ni eres humano, pequeño blog. Cuando le conozcas, cuando pase, ya verás que no me equivoco cuando te digo que llevábamos preparando esta casa toda la vida para dejarte entrar a él.
No me enrollo más, solo decirte que mira qué portada más bonita tenemos.
Esto es solo en principio.
Y no, esta vez no le hablo al blog.
Mañana nos vemos en Madrid presentándolo y muy pronto disponible para que podáis comprarlo, informaré nada más se pueda, palabrita.
Tengo tantas emociones que no caben en un puñetero teclado de teléfono móvil, pero necesitaba escribiros, necesitaba contaros lo que me traía entre manos este tiempo y que espero que se convierta en algo muy especial para vosotros.
Y para ti.
Post Data. A mi abuela Carmen. Mañana pensaré mucho en ti.