Allí sentada frente a él, en el restaurante de su amigo, no pudo evitar comparar lo que ella estaba contando con lo que había pasado con Chloé.
Pero él amaba a su mujer, jamás le habría hecho daño. No, él no era como ese impresentable del que ella estaba hablando, él nunca habría tratado así a Chloé. Pero ambas eran tan parecidas... las dos habían desaparecido... las dos...
Su rostro se ensombreció y se dio cuenta de que ella había parado de hablar y le miraba con esos enormes ojos azules llenos de lágrimas que los hacían aún más grandes.
Era como si tuviera delante a su mujer... si fuera ella le preguntaría ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? ¿Qué he hecho para que me abandones? ¿Has vuelto para quedarte?
Bajó la cabeza para no tener que enfrentarse a esos ojos que le estaban observando, pero sabía que ahora no se trataba de él, no se trataba de Chloé, se trataba de ella, esa persona que le había apoyado en todo y que ahora necesitaba su apoyo. Esa mujer que le estaba contando sus secretos más íntimos y que necesitaba su ayuda. La miró y le dijo:
— Él está aquí ¿lo sabes? Te está buscando. Y aquí no le parará ninguna orden de alejamiento.