Desde que consigo recordar, siempre me ha gustado observar lo que sucede a mi alrededor, ya sea el paisaje, los fenómenos atmosféricos, la naturaleza... y cuando fui más mayor, las personas y su comportamiento. A ello contribuye tal vez mi carácter reservado y reflexivo, el que me guste más oír que hablar y que disfrute con los silencios y la soledad... tal vez. Pero a mis "ta y tantos" de hoy considero que todos esos momentos han ido llenando el cofre de oro de mis vivencias.
Una de las razones por las que me gustan las películas de época es por la capacidad que tienen de trasportarnos a una época donde todo -absolutamento todo- seguía un ritmo más pausado que el nuestro. Habrá quien piense que era un ritmo lento, incluso "lentorro" dirían algunos... puede si lo comparamos con lo vertiginoso de nuestros días, aunque yo no dejo de preguntarme si esta velocidad tan propia de nuestro siglo nos lleva a alguna parte o si es tan sólo un correr por correr... Como decía aquel humorista "si hay que ir se va, pero ir pá ná...", pues eso: si hay un sentido para esta aceleración pandémica que me lo expliquen y me pongo el turbo desde ya; pero si nos vamos a comportar como ovejitas en rebaño, corriendo de aquí para allá sin propósito ni rumbo, como decía Mafalda, "que paren el mundo que me bajo aquí".
En realidad todos nos bajaremos algún día, antes o después la "señá de la guadaña" (con todos mis respetos) nos visitará para darnos el billete de ida... pero mientras se nos esté permitido vivir, creo que tenemos que hacerlo intensa y conscientemente. Aprovechando cada minuto, cada segundo; saboreando los días, los meses, los años. Aprovechando todo lo que ella, la vida, pone en nuestro camino y que muchas veces, por esa prisa que todo lo contamina, no sabemos ver ni valorar. Es verdad que a veces las cosas se nos ponen difíciles, pero también es verdad que otras muchas somos nosotros los que las complicamos porque no sabemos -y no queremos aprender, en ocasiones- simplificar y relativizar. ¡Cuántas veces he oído decir que la vida es corta! Y ¡cuántas veces he pensado que tal vez somos nosotros los que la acortamos porque no sabemos vivirla intensamente!
En esta vida todo lleva su tiempo y hay tiempo para todo, si sabemos organizarnos. Y puede que no tengamos tiempo de hacer toooooodo lo que nos proponemos... pero es que hay que ser realistas y no querer abarcar más de lo humanamente posible. Que esa es otra... mil proyectos en un año... ¡pues como que no! Como decía, todo lleva su tiempo y en la naturaleza encontramos abundantes ejemplos, sólo tenemos que aprender de ellos.
Saborear el día a día ayuda a tener vivencias y éstas pueden convertirse en experiencias si tomamos conciencia de ellas, o sea, si no las dejamos pasar, si vivimos el presente con intensidad. Vivimos obsesionados por el futuro que vendrá pero no somos conscientes de que lo único seguro que tenemos es el momento presente. El futuro vendrá... o no, pero el presente ya está aquí. Creo, sinceramente, que si aprendemos a vivir el momento la vida siempre nos parecerá larga. Y también provechosa, porque al final, la duración de la vida no viene determinada por el número de años que hayas vivido, sino por la intensidad con que lo hayas hecho. Y con las experiencias que hayas conseguido atesorar.