Reconozco que no soy mucho de televisión, no sólo porque la programación me parece penosa, sino porque me molestan bastante los ruidos fuertes y el continuo parloteo de la caja tonta. Parece que los directivos de contenido no conocen el valor de los silencios, de la música relajante (ya no digo clásica, por aquello de los gustos, me conformaría con que fuese "tranquilita") o de la programación edificante... pero en estos días y por circunstancias personales, me he visto obligada a contaminarme un poquito con las "maravillas" de la TV. Y lo que he encontrado ha sido ¡circo en estado puro! Pero de los malos, malos, malísimos...
El grado de exhibicionismo, egocentrismo y sensacionalismo roza lo enfermizo en algunos casos. Salvo excepciones muy puntuales y escasas, los programas de televisión giran en torno al chorreo emocional-psíquico que conmueve, altera los nervios e incluso modifica el carácter de algunas personas. Y sinceramente, yo no alcanzo a ver para qué sirven todos estos minutos de atención y sofá, en mi opinión, desperdiciados. Se podría alegar que es pasar el rato, diversión, una forma de relax... pero cuando se oyen los gritos, los lloros, los lamentos y las discusiones que abundan en casi todos los canales, ¿qué forma de relax es ese que saca lo peor del ser humano y lo exhibe sin ningún tipo de pudor? ¿Cómo puede relajar la humillación pública de determinados personajes, el escrutinio de la vida privada o los juicios paralelos que se ofrecen como espectáculo de masas?
Hace ya muchos años el filósofo Jorge Ángel Livraga alertaba de la vertiginosa pérdida de valores que se estaba produciendo en la sociedad y no faltaron, en aquellos tiempos, los que se mofaron acusando al profesor de alarmista e catastrofista. Hoy esa pérdida de valores es una realidad y no es necesario ser filósofo para sentirla: la vivimos todos los días, en todos los ámbitos. Y el tiempo ha demostrado la validez del pensamiento del profesor Livraga y su conocimiento profundo de la condición humana. Vivimos inmersos en la política del "todo vale" y como Alicia en el País de las Maravillas, todo parece estar al revés: la virtud no se lleva y lo que está de moda es lo vulgar y chabacano. Y a fuerza de tanto verlo y repetirlo, damos por válido lo que en realidad es inaceptable. Los malos modos, las palabras vulgares, el pensamiento soez, la intrusión en la vida del otro... son, y lo serán siempre, indicios de una gran falta de educación.
En el circo todo es válido y prima el espectáculo, y en eso parece haberse convertido la vida de muchas de las personas que diariamente se asoman a nuestros hogares de mano de la televisión. Que cada uno puede hacer con su vida lo que mejor le plazca es cierto; pero no debemos permitir que utilicen un medio tan poderoso como la televisión para adoctrinar a la sociedad en el consumismo más feroz y soporífero. Seamos, cada uno de nosotros, actores de nuestra propia vida pero no bufones inconscientes sin capacidad de elección.
Carmen Morales