Entonces éramos tres en el equipo. Mi pareja, una amiga estadounidense y la peregrina que os escribe refrescando sus propias vivencias.
Con Heidi en el pequeño puerto artesanal de Pasajes
Comenzamos en la estación de autobuses de Irún, donde nos reunimos por primera vez. Tras tres días caminando por el País Vasco, dimos por finalizada nuestra sociedad en Zumaia.
Estaba así planeado; Heidi seguiría sola hasta Compostela, una vez aprendida una mínima rutina peregrina, y nosotros regresaríamos a Madrid.
Si queréis conocer un poquito más de la experiencia de Heidi en su Camino del Norte, aquí tenéis el link de su historia en nuestro blog.
El compromiso con Heidi consistió en hacer de cicerones durante un largo fin de semana, pero la inevitable despedida tres días después fue más dura de lo que hubiésemos querido.
Abandonar el Camino cuando acabas de entrar se me hizo muy amargo, pero despedir a una buena compañera de viaje fue lacerante.
La bella Zumaia
Zumaia permanecía en el mismo colorido fotograma donde la dejé hace apenas un par de meses.Despedida de Heidi en la estación de Zumaia
Incluso Patxi, el dueño de la pensión donde iba a pasar la noche, me reconoció nada más verme; me cedió exactamente la misma habitación donde dormí aquel día de junio.
El casco viejo de Zumaia irradiaba vida ese domingo de agosto. Tras pasear por sus callejuelas, me alejé del bullicio, anduve hacia el largo y angosto callejón empedrado que moría muy cerca de la playa de Itzurun.
La playa de Itzurun
Desde una atalaya excavada en la roca, apoyé ambos codos sobre una endeble mesa de un chiringuito playero; mirando al mar, vacié mis pensamientos sobre un horizonte enrojecido por el ocaso del sol.Una camarera complaciente me despertó de mi pequeña hipnosis. Tenía hambre y ella pareció escuchar mis pensamientos.
La cena fue liviana y resultó en una magnífica velada a la luz de la luna, amenizada con el sonido de un mar absolutamente en calma.
Apenas llevaba unas horas en aquel lugar, sin haber dado apenas unos pasos, y ya había conectado con el Camino de Santiago casi, casi entrado en su mundo sin retorno.
Senda del Camino de Santiago del Norte cerca de Zumaia
Sobre el horizonte dos faros ponían límite a una costa torturada por los conocidos Flysch. Cientos de kilómetros por delante. Todos y cada uno de ellos me esperaban, me estaban llamando.
El sol se puso despacio sobre la línea infinita del mar. Hora de irse a la cama, Patxi no tardaría en cerrar las puertas de su particular chiringuito del centro.
Me acosté pensando en la ruta de los Flysch que me esperaba al día siguiente, que me conduciría hasta la ría que parte el pueblo de Deba en dos.
Sentada sobre los Flysch de Zumaia
Saliendo de Zumaia
Salí de Zumaia tras despacharme con buen desayuno a conciencia con muchísima calma. El lugar escogido cerca del canal del río invitaba a ello con descaro.Puente del canal sobre el río Urola cera de su desembocadura
Necesitaba acumular energías para un tramo muy especial que había escogido para hoy, algo más alejado de la senda oficial pero difícil de renunciar.
Primeras cuestas con pendiente nada moderada a la salida de Zumaia, poco a poco iba ganando altura sin mucho esfuerzo. Aquí todo sube o baja, no existen más que falsos llanos.
Atrás dejé el albergue de peregrinos de Zumaia. Se encuentra a la salida de la población, sin duda es un buen albergue histórico del Camino del Norte con un cuidado jardín donde disfrutar del entorno.
Vistas de Zumaia desde el Camino del Norte
Eso sí, el paisaje ayudaba a mitigar cualquier fatiga. Valía mucho la pena no picar la mirada hacia tus botas y elevarla junto a las montañas que me circundaban.
Apenas pasados 3 kilómetros, frente a la ermita de San Sebastián de Elorriaga, me encontré ante la tesitura ya planeada desde la noche anterior.
Seguir camino por la carretera local que hace de senda oficial del Camino del Norte, o bordear la costa de los Flysch. ¿Mar o montaña? ¡Nos vamos a la mar!
¿Mar o montaña? El Camino del Norte no renuncia a nada
La ruta marítima de los Flysch
Pero esto de los Flysch… ¿Qué son exactamente?Primero un espectáculo a cielo abierto de la naturaleza, una mezcla de roca y mar en perfecta alineación.
Es un libro abierto de historia geológica de la tierra; una formación única de capas rocosas, unas mucho más duras que otras, resultando un proceso de erosión muy característico.
El resultado es mejor verlo que describirlo con palabras, sobre todo desde arriba, sobre el acantilado que a modo de balcón natural hace las delicias de los peregrinos que optan por esta alternativa.
Acantilados sobre la costa de los flysch de Zumaia
La decisión como dije estaba tomada: bordear la costa por uno de los parajes más inhóspitos y singulares del Cantábrico.
No fui la única peregrina en este empeño, alargando la etapa en dureza y distancia: una pareja belga, un trío de chicas alemanas y dos mujeres francesas bien entradas en años.
Con esta compañía fui en busca de lugares más salvajes, y claro, poco a poco la dureza del terreno nos fue poniendo a cada uno en nuestro sitio, dentro de una hilera que se iba estirando por momentos como un chicle.
Subida de peregrinas por la costa de los Flysch
Tuvimos ese punto de sufrimiento que te unge de gloria al final de una etapa épica. El sol y la brisa se turnaban para dorar nuestras pieles impregnadas de polvo, sudor y salitre a partes iguales.
A subidas sin retorno seguían descensos sin fondo. Abajo, sobre la orilla castigada, la mar nos enseñaba sus dientes afilados mordiendo el agua y conformando el hipnótico paisaje Flysch.
La ruta tiene nombre para los senderistas, la GR 121 que bordea buena parte de esta costa cantábrica. Aquí toca subir y bajar para disfrutar y descubrir estas mandíbulas de sal y roca.
Senda del Camino del Norte cerca de Deba
De Deba a Mutriku
Tras 9 kilómetros de caminata no sin falta de mucha pericia sobre los límites de una senda inhóspita, comenzamos a descender suavemente en busca de un entrante de mar que acogiera un puerto seguro donde descansar las piernas y recobrar energías.Este puerto de mar pertenece a la población de Deba, final de mi corto pero intenso tramo costero. Llegué hasta la misma arena de su bulliciosa playa, tras una bajada demasiado empinada donde la mochila me empujaba hacia el mar.
Llegada a la playa de Deba por el Camino del Norte
Encontrado mi sitio en la tumultuosa playa con rasgos de auténtico chiringuito playero, la camarera me hizo hacer un tramo inédito del camino hasta la barra.
No tenían servicio de terraza, así que me tocó ir y venir hasta construir una mesa repleta de varios “pintxos” muy variopintos.
Tras mojar mis maltrechos pies con el agua de mar, regar mi estómago con una copa de vino y cargar el estómago con sendos pinchos, me incorporé al camino con energías renovadas.
Flecha amarilla sobre un mojón de piedra típico del País Vasco
Quería llegar a buena hora para recorrer el pueblo marinero de Mutriku, donde tenía reservada mi merecida noche de descanso.
No me equivoqué, no me decepcionó el pequeño viaje dentro del Camino del Norte. Mutriku se me mostró escalonado, sus casas abarrotan un angosto entrante de mar.
Mutriku vista desde una de sus atalayas
Un cuidado casco antiguo moría en un puerto donde flotaban mansamente un centenar de pequeñas embarcaciones de pesca y recreo.
Tal eran las pendientes en este pueblo, que para transitar de un vecindario a otro, tenías que coger más de un ascensor público.
Encontramos sitio donde dormir en la parte alta. Tenía mucho encanto la angosta ensenada vista desde tan arriba.