Ubicado Llanes sobre el mapa del Camino del Norte, que hasta entonces sólo habíamos visto sobre un papel, nos dispusimos a abandonar la bella población marinera a pie, en busca de la costa y su mar abierto.
Camino del Norte desde Llanes.
¿Te vienes?
Mejor referencia y guía para el Camino de Santiago que el mar, se me antoja muy difícil de mejorar.
Siempre a nuestra derecha, unas veces empujados por la brisa, otras frenados y las más, refrescados cuando el calor ahoga a caminantes, peregrinos y viajeros.
Esta vez el Camino del Norte desde Llanes nos regaló un viaje sin tregua en su cambiante climatología.
Un sol de justicia a la salida de Llanes, una brisa potente en su continuación por playas y acantilados cortados a cuchillo por el mar Cantábrico, hasta llegar a las sombrías de los ríos encajonados abriéndose paso hacia al mar en perfecta comunión con nosotros.
A partir de aquí, las nubes bajas auguraron niebla donde abismo y mar confluían en el Camino del Norte. Los ecos del mar nos alejaban del precipicio, más abajo las olas alertaban de rocas enfrentándose a un mar bravío.
Poco a poco, esos ecos iban disolviéndose al acercarnos desde muy arriba a playas donde sólo los más valientes se daban el primer baño de la mañana.
Playa de Torimbia
No éramos los únicos peregrinos en su recorrido por el Camino de Santiago. En bici nos pasaban fulgurantes como si fuéramos balizas en medio de la neblina.
No me imagino hacer el Camino del Norte desde Llanes tan deprisa. Precisamente, es mi pausado caminar quien me marca el ritmo de vida que en estos días de rutas más me gusta disfrutar.
Parece como si al caminar bordeando la costa, el mar te obligara a ralentizar el paso y avivar tus sentidos.
Poco a poco empezamos a ascender una loma de un verde intenso que no parecía tener fin. Llevábamos ya encima buena parte de la etapa a las espaldas, y las piernas empezaban a dar los primeros síntomas de cansancio.
Como si éstas lo intuyeran, el descanso estaba próximo. Al final de la cima una torre gris y puntiaguda se empezaba a vislumbrar como un faro en un mar verde esperanza.
La Rectoral de Pría prestaba sus muros para un magnífico albergue de peregrinos del Camino del Norte con unas vistas increíbles. Una alegría para la vista, un descanso para los pies y un rincón para conversar con peregrinos venidos de variopintos lugares.
El más pequeño de los peregrinos apenas tenía un año, y daba vida a la mochila de sus padres cargada de risas, llantos y algún que otro pañal con sobrepeso.
Tras un breve alto en el albergue, decidimos proseguir hasta la pequeña aldea de Cuerres.
Poco antes de llegar, en Belmonte de Pría, nos encontramos con una grata y colorida sorpresa: un muro de piedras una a una cuidosamente decoradas bordeaban el Camino de Santiago, dando la bienvenida al pequeño espacio que Víctor había creado para el deleite del peregrino.
El alto era obligado, y la conversación que nos brindó sobre las historias del Camino del Norte que por allí circulaban fue de lo más refrescante.
Muro de piedras decorando el Camino en la aldea de Belmonte de Pría
Los bufones de Pría hoy no bufaban, el mar retornó a la calma despojándonos de su grandioso espectáculo sonoro.
Cuando el mar es bravo se introduce con toda su fuerza bajo el acantilado, empujando hacia arriba hasta encontrar una abertura en la roca, por donde inyecta un imponente chorro de agua viva capaz de elevar a una persona decenas de metros hacia el cielo.
Mejor escuchar que acercarse sin conocimiento a la zona horadada de agujeros en días de tempestad.
De nuevo, un puente medieval sobre el Camino del Norte nos señalaba la dirección a seguir.
Creo que es uno de mis momentos favoritos en el Camino de Santiago. Cuando cruzo uno de estos puentes, tengo la certeza de que paso por las mismas piedras que antaño pisaron los primeros peregrinos allá por la edad media.
Me paro bajo el susurro del río, echo un vistazo a ambos lados del empedrado, y siempre descubro detalles que hacen de estos pasos únicos.
Puente medieval de Cuerres
La aldea de Cuerres ya estaba a la vista. Allí teníamos previsto acabar esta etapa del Camino del Norte que iniciamos en Llanes. Descansamos, pero poco, pues nos hablaron de la playa de Guadamia, un estrecho entrante de mar por donde alimentar a los bufones de Pría. Mereció la pena el breve paseo. La marea estaba tan baja que nos permitió pasear por su fondo arenoso marino.
Encajonados entre acantilados que casi se besan, sentados sobre la arena, mirando por el tubo natural que la naturaleza había edificado hasta el mar, nos sentimos pequeños pero a la vez felices por el mágico final de etapa que el Camino nos había regalado.
Camino del Norte. (De Llanes a Cuerres)
Fotografía de Woman To Santiago
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