Contiene spoilers, porque a veces es necesario.
La segunda cita es importante siempre, tal vez más que la primera. Con François Ozon, admito no sin cierta vergüenza, este fue mi segundo encuentro tras En la casa, ganadora de la Concha de Oro de este mismo festival en 2012.
Y ha sido una velada agradable, nos hemos reído, pero también ha sido intenso. Me ha gustado mucho cuando, mientras estábamos juntos, me he dado cuenta de que evitaría el manido recurso de las películas festivaleras por el cual se coge un tema complejo (el travestismo en este caso, el incesto o la demencia en otros) y se rodea de dolor y angustia, y tomaría un camino más relajado, con toques de humor. Su presencia estaba clara incluso cuando se fue al baño, en ese gusto por recurrir a los sueños y al lado más complejo de la mente humana a través de un montaje de calidad.
Mientras esperábamos el segundo (porque era una cena, aunque el pase fuese por la mañana) hubo cosas que sí y cosas que no. Sí a los actores, a esperar para tratar el tema sexual y a ese bar lleno de gente siendo ella misma durante un corto pero esperanzador periodo de tiempo. No a que utilizase cuchillo para cortar el huevo ni a la escapada campestre, que me resultó algo larga.
Y en el postre no me gustó que se marchase sin pagar, ni que el guion incluyese un repentino despertar de un coma a lo Ghost (que no hay coma en Ghost pero ya sabéis de lo que hablo) ni que forzase una relación que se podría haber dejado más en el aire. Pero es tan atractivo y simpático que volvería a cenar con él.
Yo también es que soy muy fácil.
En una frase: si Te quiero Philip Morrises tu película para estar a gusto con el mundo homosexual, esta lo será para entender a un travesti.
(Mañana entrevista en el blog con el director François Ozon y el actor principal Romain Duris)