En el año 2010, Ryan Reynolds ejecutó el clásico movimiento actoril llamado "un poco de cine de autor antes de mi próximo blockbuster". La primera parte, con Buried, del español Rodrigo Cortés, salió bien. Bien nivel Sundance. La segunda parte, Green Lantern, con mallas verdes por medio, no salió tan bien. Salió mal nivel adiós a la carrera que pensabas tener.
Años después, tras muchos papeles alimenticios que incluyen dos películas con Seth McFarlane, se nota que aquí Reynolds se la juega. Principalmente en su promoción, terriblemente personalista y también muy exigente. Pero en la apuesta, aunque no lo quieran admitir, también están el resto de súper amigos. Porque Deadpool tendrá que demostrar si el cine de superhéroes es moldeable y le permite jugar con otros géneros y públicos, o está destinado a repetir satisfactorias pero de sobra conocidas estructuras y temáticas y por tanto, al fracaso.
A simple vista, la cinta no es nada nuevo. Ya conocíamos superhéroes violentos (Watchmen), divertidos (Iron Man), divertidos y violentos (Kick Ass), rodeados de buenas bandas sonoras (Guardianes de la galaxia) e incluso hemos visto comentarios sobre lo absurdo que resulta todo el tema de las mallas y los saltos (Ojo de Halcón en La era de Ultrón).
Por ello, más allá de una buena dirección y buen guión repleto de humor negro al que estamos poco acostumbrados, lo que hace única a Deadpool no es la novedad, sino la acumulación. Sobrecarga tu cerebro de información, durante horas, para hacer de ella misma un espectáculo que merezca la pena. Y lo consigue, es tremendamente divertida. También cuenta con un protagonista de sexualidad compleja y varios momentos muy alejados del tópico masculino - femenino al que nos vemos expuestos constantemente, pero no se adentra demasiado en este terreno como para considerar un análisis más profundo con un único visionado.
A pesar de todas las evidentes conexiones con films recientes, queda una más. La crítica no está acostumbrada a considerar como válidas las alusiones posteriores a los grandes clásicos, y precisamente por ello dejo para el final una reflexión que navega entre lo terriblemente personal y lo justificadamente obvio. Resulta que uno de los primeros referentes de Deadpool, consciente o no (a veces los hay de estos), es cierta película de animación del año 2000. Un guión que se retrasó hasta seis años en su puesta en marcha, pasando por múltiples cambios. Libreto, que llegó en un momento en el que el estudio se encontraba estancado en la seriedad y falta de nuevas ideas. Un uso de la cinematografía muy diferente a lo acostumbrado por este mismo estudio: empleo de la cuarta pared, referencias al mundo real, narración omnisciente en primera persona. Una estrategia de distribución gamberra, con un divertido y ególatra protagonista. ¿Les suena?
En una frase: es El emperador y sus locuras del cine de superhéroes.