Hace unos meses decidimos hacer una escapada de lo más espontánea a Praga. Se trataba de mi primer viaje, después de un año de lo más difícil en el que por motivos de salud, las aventuras se quedaron aparte. Optamos por este destino porque se trataba de una ciudad que teníamos pendiente desde hace mucho tiempo y porque desde Berlín se puede llegar muy cómodamente cogiendo un tren. Cómodamente pensábamos nosotros, hasta que al llegar al andén nos encontramos con que faltaban la mayoría de los vagones de este. Para colmo, entre los que desaparecieron también estaba el nuestro. Al preguntar al revisor, nos dijo que lo sentía mucho pero que por problemas técnicos había el doble de viajeros que de asientos. Sin embargo, decidimos subirnos igualmente y pasarnos las cuatro horas del viaje sentados (y claro, consumiendo) en el vagón del restaurante donde había un camarero de lo más desagradable. Lo más gracioso de todo, es que nos habíamos dado el capricho de comprar billetes en primera clase. Pero a pesar de todo esto que os cuento, la experiencia en el tren resultó ser relativamente buena y cuatro horas más tarde llegamos a la estación de Praga. Allí cogimos un taxi (que resultó ser de lo más barato) hasta nuestro alojamiento situado en Hradčany, un distrito adorable y tranquilo a partes iguales.
Decidimos alquilar un apartamento muy bonito, situado en el barrio Malá Strana a pies del castillo de Praga. Por si os interesa, se llama MOOo by the Castle y ocupa un edificio antiguo del siglo XVI. No sé si por su nombre lo deduciréis, pero su diseño y decoración está basada en las vacas (foto 4). Si tenéis interés podéis ojearlo (o alquilarlo) en este enlace. Sinceramente, ¡os lo recomiendo! Justo delante teníamos el restaurante checo Santini Garden (Jánský vršek 323/13) que visitamos casi a diario. Está poco concurrido de turistas y nos encantaba almorzar tanto su sopa del día (baratísima y riquísima) como sus ensaladas perfectamente presentadas (fotos 2 y 7). Algo que también nos pillaba muy cerca y de lo que disfrutamos bastante, fue de los cafés con leche en la terraza de un Starbucks que en mi opinión, probablemente tenga las mejores vistas de todos los locales de esta cadena americana de cafeterías. Se encuentra justo enfrente del castillo, más conocido como Pražský hrad y que por cierto, deberías visitar a las doce en punto del medio día. Porque es justo a esta hora, cuando podrás disfrutar de un cambio de guardia muy entretenido justo en el primer patio de la plaza Hradčany. ¡Y con orquesta incluida!
Desde allí arriba, además de poder visitar el interior del castillo de la ciudad (foto 8) que a mi parecer es una maravilla, fliparéis con las vistas en panorámica sobre Praga. Se trata de un complejo de jardines, patios, edificios y palacios rodeados de una fortaleza con más de mil años de historia. Dicen que se trata del castillo antiguo más grande del mundo. ¡Y la verdad es que no lo dudo! Puedes acceder a él de manera gratuita tras pasar un control de seguridad o pagar en el caso de que quieras visitar al detalle sus edificios, museos e interiores. Si subís a última hora de la tarde, no os encontraréis apenas a nadie y podréis hacer fotos en la traquilidad, con una luz preciosa y un ambiente de lo más amable (foto 9). Algo que os recomiendo probar si se os apetece merendar, es el trdelník (foto 10) una dulce especialidad de la ciudad. Se trata de un rollo de masa dulce que se hace al fuego girando en una barra de metal y que acostumbran a venderlo relleno de crema o helado. Nosotros lo probamos en Trdlo (Mostecká 55/3), y la verdad es que estaba riquísimo (además de súper azucarado).
Otro lugar que merece la pena recorrer al atardecer es la calle Úvoz, desde donde también tendréis unas buenas vistas pero desde otra perspectiva. Además de eso, se trata de una calle llena de casas antiguas muy bonitas y desde la que podréis admirar el Monasterio Strahov (foto 13). Supongo que después de tantos descubrimientos, se os empezará a abrir el apetito. No os perdáis el restaurante The Mail Room Bistro (Maltézské nám. 480/8), donde sirven unos platos ríquisimos en los que apuestan por los productos ecológicos y locales. Porque si algo es Praga, además de una ciudad muy bonita y turística, es bastante barata. De ahí que os recomiende aprovechar esta ventaja, disfrutando al tope de esos locales con personalidad y comida de calidad que tanto me gusta recomendar.
¡Y hasta aquí llega el post de hoy! Si te ha sabido a poco, no te pierdas el próximo. Porque en él, te seguiré contando muchos más descubrimientos (y de los buenos) de esta increíble ciudad. Y por si te interesa, puedes consultar mi guía personal de Praga al detalle en las stories destacadas de mi perfil de Instagran. ¡Estoy segura de que te va a encantar!
¿Qué me decís? ¿Conocéis Praga? Si es así, ¿qué es lo que más os ha gustado de ella? ¿Coincidimos en algún descubrimiento? ¡Espero impaciente vuestros comentarios!
Y como siempre os espero en Twitter y Instagram, donde comparto mi día a día y un montón de recomendaciones más. Y si te gustan tanto mis looks como mi estilo decorativo, pásate por mi perfil de 21 Buttons desde donde los podrás comprar.