A lo largo de la estadía conocimos la ciudad de una forma más profunda que otras capitales, como también a la gente con la que pudimos interactuar en inglés. Desde pequeños mercados locales donde se vende cerveza, cerdo, pavo y salchichas, hasta el imperante retail lleno de sus tiendas para los distintos bolsillos.
Desde el arribo a la estacion de buses Florence pudimos ver que es una ciudad con mucha mejor infraestructura que un París, Roma o Bruselas. Existe una estación de buses establecida, el metro funciona, los trenes son limpios y no hay que preocuparse por el aire acondicionado (tiene un costo de 1.2 USD)
Por otro lado, nos tocó una primera visita al doctor por unos malestares físicos y pudimos comprobar que la salud en Praga funciona de maravilla, en menos de una hora ya te atienden y te hicieron exámenes para ver que puedes tener. Los doctores son amables y tratan de ayudar en la mayor cantidad de cosas que puedan, a pesar de no ser nativos de inglés se esfuerzan por entender y hablar.
Nos alojamos en Praga 10, un distrito que queda lejos del centro de la ciudad, pero en el que pudimos ver pocos contrastes en cuanto a edificios, gente y servicios. Nos recordó mucho Múnich y Amsterdam.
El centro de Praga se compone de la zona del pueblo antiguo, un barrio judío, la zona del museo y el metro Mustek. Cruzando el río Vltava se encuentra el Castillo de Praga, El Parlamento y la Catedral de San Vito. La belleza de la ciudad en términos estéticos deleita a cualquier viajero.
Sigan atentos mis publicaciones que luego iré publicando sobre Alemania y Polonia. ¡Gracias por leer!