El regreso (II)

El viaje había sido corto. No estaba muy lejos de Lordanel cuando había hablado con Thelandria, por lo que tomó el primer barco que partía rumbo a Teldrassil. La brisa marina le levantó el ánimo, aunque los recuerdos que traían consigo fueran amargos. Su corazón se encogía conforme se aproximaban a las raíces del gigantesco árbol. Hacía meses que no veía a Erglath y tenía ganas de abrazarle y ver cuánto había crecido. En cuanto puso el pie en el muelle, las dudas azotaron sus pensamientos con violencia. Los rumores de la Legión Ardiente la hacían volver a un lugar en el que ya no era tan bienvenida como antes. ¿Habrían envenenado la mente del pequeño al que tenía como a su propio hijo? Había hecho cosas horribles, sí, pero no se avergonzaba ni se arrepentía de ello. Había sido necesario sacrificar vidas de gente que no era de su pueblo con tal de que las amenazas a las que se enfrentaba llegaran a su fin. ¿Qué más daba que murieran un par de humanos si el enemigo moría antes de hacer peligrar aún más vidas? Era algo que ella había estado dispuesta a hacer y lo había hecho. Había cumplido con sus objetivos con éxito y era cuanto le importaba.

Nada más atravesar el portal apostado en la Aldea Ruttheran, se dirigió rauda hacia su casa. Las miradas de algunas compañeras centinelas la seguían con recelo, pero Deliantha las ignoraba. Que Sargeras se llevara sus almas si iban a juzgarla. En cuanto atravesó la puerta, unos rápidos pasos corrieron hacia ella y unos brazos rodearon su cintura.

—¡Madre, habéis vuelto!

Una sonrisa se dibujó en los labios de la elfa mientras le devolvía el abrazo al pequeño. Se arrodilló frente a él y observó su rostro redondo mientras le revolvía los verdes cabellos. Dejó la mochila de viaje en el suelo y sacó de ella un par de libros.

—Te he traído esto por tu cumpleaños, espero que te gusten.

El niño, que ya había cumplido los siete años, hojeó los libros. Estaban repletos de dibujos de animales con sus características, hábitat y todo tipo de información sobre ellos. Deliantha sabía del amor de Erglath por la fauna que pisaba Azeroth y, por ocupada que estuviera, siempre encontraba momentos para recordarle o para hacerse con algo que le pudiera gustar. Siempre que regresaba, el pequeño se mostraba entusiasmado, aunque el mejor regalo para él era volver a estar con ella. Hablaron largo y tendido de todo lo que habían pasado en los últimos meses. A Erglath poco le gustaba lo que ella hacía, pues el equilibrio debía mantenerse, pero no le reprochaba nada. Estaba convencido de que, cuando fuera mayor, podría guiarla por el sendero adecuado.

El manto estrellado cubría la ciudad. Erglath ya dormía, por lo que la mujer acudió a la charca tras el Árbol Quejumbroso, en la ciudad. Allí se daría un baño y se trataría las últimas heridas acumuladas, o eso creía que podría hacer. Vio la figura de un kaldorei y maldijo para sí su mala suerte, pero al acercarse le pareció reconocer el rostro. Se detuvo, estudiándole desde la distancia. ¿Sería él...? Sus pasos prosiguieron hasta el hombre, arrodillado frente a la charca mientras se limpiaba las manos. Se trataba de Dahrenaar, antiguo miembro de la orden y pareja de la fallecida Dalria. Hacía mucho que no se veían, y la última vez aún despertaba mariposas en su estómago. Ahora era distinto. Ella era distinta. Había cambiado y, si bien seguía pareciéndole atractivo, era como si careciera del encanto que en su día había llamado su atención. Se agachó a varios pasos de él y hundió las manos en el agua para mojarse la cara.

—Dicen que la Legión se aproxima, ¿qué creéis vos, Dahrenaar?

—Yo sé blandir un arma y servir al que era mi pueblo. No hago predicciones —sentenció mientras seguía limpiándose las manos.

Deliantha siempre le había oído hablar de que ponía su vida al servicio de su pueblo, pero jamás se había encontrado con él por ninguna parte. Le había buscado incluso para luchar junto a él, sin éxito. Se levantó y le observó, quedándose inmóvil cuando el elfo se aproximó con la mano temblorosa en alto, cerca de su rostro, bajándola pocos segundos después.

—No he hecho otra cosa en mi mísera vida.

Sabía que durante la Tercera Guerra había sido degradado por haber dado una orden que había acabado con la vida de varios compañeros suyos, sabía que odiaba a los demonios más que a nada. Sin embargo, no le había visto por Frondavil las veces que había habido actividad demoníaca por la zona. Si era cierto que la Legión iba a regresar, quería contar con él en la lucha, ¿pero estaba con la cabeza donde debía tenerla?

—No volverá —le dijo, refiriéndose a Dalria—. Nunca lo hacen.

Se dirigió tras el tronco caído para poder empezar a desnudarse y así darse un baño. No le importaba que la viera desnuda, bañada por la luz de Elune, pero no deseaba que viera sus cicatrices. Ni siquiera ella quería verlas. Dejó el arma y las botas a un lado tras sentarse en la humedad de la hierba cuando escuchó sus pasos tras ella.

—Eso ya está olvidado. He venido por los rumores, no persiguiendo fantasmas. No los creo, pero si hay un ápice de certeza en ellos, quiero estar cerca.

Los fantasmas eran difíciles de olvidar, ella lo sabía bien, pero confiaba en la palabra de aquel hombre. Confiaba más en él de lo que dejaba entrever, más de lo que confiaba en la gran mayoría de sus congéneres. Los encontraba débiles, pero con él coincidía cada vez en más cosas. Se quitó la pechera, dejando al descubierto el torso cubierto de vendas ya sucias. La poca piel que restaba desnuda estaba repleta de cicatrices, algunas más nuevas que otras.

—Hacedme llamar si sabéis algo sobre el tema. Si no hay nada de cierto, me iré por donde he venido.

—Lo mismo digo —replicó la mujer mientras se quitaba el cinturón.

—Que Elune os guarde, Deliantha.

La elfa le despidió mientras le oía marchar, aún de espaldas a él. Cuando ya estuvo desnuda, le vio pasar por la otra orilla hacia la ciudad de nuevo. Se metió en el agua sin prisa alguna y sumergió la cabeza para después intentar relajarse. ¿Qué habría de cierto en aquellos rumores? ¿Dahrenaar la acompañaría si se lo pedía o volverían a ir por libre, como solían hacer? Él había estado presente cuando la Legión Ardiente arrasó el Monte Hyjal, pero a ella le avergonzaba recordar cómo su padre se la había llevado de allí para ponerla a salvo cuando deseaba luchar junto a su madre. Tal vez habría muerto como hiciera ella, pero habría muerto luchando, defendiendo su hogar. Si ese era el destino que le aguardaba luchando contra la horda demoníaca, no dudaría en abrazarlo, llevándose antes a cuantos pudiera consigo.

Fuente: este post proviene de Blog de Alherya, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Si el despido de los directores Christopher Miller y Phil Llord no causaron suficiente revuelo, la nueva noticia es que Anthony Ingruber podría sustituir a Alden Ehrenreich en el papel principal de la ...

Mass Effect Andromeda es el cuarto título de la famosa saga de Bioware. Desde que saliera el esperado tráiler en la E3, hemos tenido una cantidad de memes para aburrir sobre fallos de animación. Cora ...

Muy bien, hemos dado con un servidor o una partida en la que queremos participar. ¿Pero cómo hacemos nuestro personaje? Para muchos la respuesta varía: los hace semejantes a sí mismos o improvisa sobr ...

He aquí un consejo para la siguiente No dejes que te arrastre a la oscuridad No le cuentes todos tus secretos Te dejará con el corazón roto Dirá lo mucho que te quiere para tenerte cerca y cuando esté ...

Recomendamos

Relacionado

Alherya Literatura Relatos cortos

Habían llegado rumores extraños de la ciudad al pueblo de refugiados del condado. Se decía que la Legión Ardiente iba a regresar y eso había encogido de miedo los corazones de la gente. Lo habían pasado muy mal a lo largo de su vida hasta que Lord Adkins Landcaster apareciera junto a su séquito y les diera un hogar y un trabajo dignos. Lady Eliane había enviado a algunos hombres a calmar los ánimo ...

Eliane Talbot Relatos cortos

Mary Ann había sido una buena madre, o al menos lo mejor que su condición le permitió. Eliane la miraba desde la cama, amamantando al pequeño de dorados cabellos. Su progenitora había decidido volver a su antigua vida con tal de ayudar con los gastos cuando ella pudiera quedarse con el pequeño. No quería oír la opinión de su hija, y sabía bien qué significaba aquello. Más de una vez se había queda ...

instantes de una historia

Hoy al despertar se sintió más ligera, sin miedo y con más fuerza. Hablar con él le había sentado bien. Era la primera vez desde hace mucho que había podido dormir y descansar durante toda la noche. Hoy tenía la mañana para ella, él había ido a recoger a Léa a casa de la hermana de la abuela de la niña y comerían allí. Decidió ir a desayunar a la cafetería de Amélie donde se pidió un tazón de café ...

Eliane Talbot Relatos cortos

— ¿Te han curao? La voz de Asmodeo captó su atención y la despertó de su ensimismamiento, sentándose junto a ella. Aquella forma de hablar estaba lejos de sorprenderla. Había tratado toda su vida con gente cuya educación había sido la calle, al igual que había tratado con gente adinerada desde que decidiera asentarse en Ventormenta y servir a la Casa Lyttelton. Una mujer de cabellos cortos y negro ...

instantes de una historia

Lo que veían sus ojos no lo asimilaba su mente. Quizás no había sido tan buena idea haberse ido del café a toda prisa antes de que él la detuviera. Eric... Eric... Eric... y... esa mujer del sombrero a la que había seguido hasta aquella tienda. Entonces se dio cuenta, Eric no quería que entrara a esa tienda, que la viera. Una mujer alta y delgada de cabello rubio y unos ojos enormes grisáceos que ...

instantes de una historia

París, la ciudad del amor. Para ella era un lugar en el que había vivido unos días inolvidables, y ahora le resultaba tan difícil estar allí, sin él. Se acordó que no había recibido más llamadas de él y suspiró. Por un lado, lo agradecía, pero por otro, necesitaba saber qué había pasado, una explicación, que le pidiera perdón,... Léa le sacó de sus pensamientos cuando le preguntó que si había esta ...

Relatos cortos

Nacida en alta mar, cerca de las costas de Tanaris a bordo de El Valeroso, un navío mercante que perdió el rumbo durante una copiosa tormenta. Una de las tantas historias que la joven cuenta sobre su origen es que su madre se enamoró de un apuesto marinero, que le entregó su cuerpo y que jamás le volvió a ver. Una de tantas, y la que más le gustaba, aunque jamás tenía forma de saber si era cierta ...

instantes de una historia

Mientras esperaba a que su jefe saliera del hotel donde se había visto por última vez a Chloé antes de que desapareciera, revisó los últimos mensajes de WhatsApp que había recibido en el desayuno y no había querido mirar en ese momento. La duda de que él estuviera en París le ponía cada vez más nerviosa. Su jefe salió por la puerta del hotel muy serio y ella le preguntó: — ¿Has averiguado algo? — ...

RELATOS ERÓTICOS

Inés recién había acabado los exámenes de sus parciales. Había sido unos meses bastante duros. Sentía la necesidad de liberarse por completo de todas las obligaciones en las que había estado inmersa esos últimos meses. Le encantaba leer al aire libre, así que tomó uno de sus libros de la estantería y se fue al parque. Inés era una joven que disfrutaba al máximo de los pequeños placeres. Ir a aque ...

Earthus aproximación apocalipsis zombi ...

Julio se acercó de nuevo al ventanuco, debía verificar que todo continuaba igual. Para ello levantó la persiana de plástico lentamente. Antes de atreverse a mirar cerró los ojos e inspiró. Sabía lo que le esperaba, sabía la imagen que iba a quedar registrada en su retina pero aún así esperó, deseó, rogó que esta vez fuese distinto, pidió por enésima vez volver a ver a los técnicos de mantenimiento ...