Cuántos peregrinos hacen el Camino de Santiago

Sin duda esto del Camino de Santiago es como mínimo un fenómeno social, pero ¿sabéis cuántos peregrinos transitan por sus rutas durante un solo año?

El Alto del Perdón donde peregrinos de todas las épocas siguen llegando

Posiblemente me dirás que son muchos, además de muy diversos orígenes y procedencias, lo cual no hace más que agrandar la leyenda de universalidad del Camino de Santiago. 

En este Camino tanto desde sus orígenes como hasta la actualidad, la cifra de peregrinos es considerable, y sin embargo ya no se trata tanto de cuántos, sino del cómo se integran.

No ha cambiado la llamada a viajeros atemporales que son seducidos para visitar la tumba del Apóstol, y sin embargo sí ha mutado el modo en que se relacionan con el Camino de Santiago contemporáneo.

Gráfica de la evolución del número de peregrinos ofrecida por la agencia Narua

Esta evolución que parece tan obvia debido al paso del tiempo que todo lo transforma, no es tan clara a la hora de definir el resultado final.

Pongamos una lupa por ejemplo sobre un albergue cualquiera del Camino Francés, hagamos una foto instantánea a modo de muestra sobre la totalidad de los peregrinos.

¿Puede el resultado ser extensible al resto de albergues y peregrinos que día tras día hacen parada en el Camino de Santiago? 

Decídelo tú tras el siguiente relato:

Érase una vez un albergue de peregrinos

Un albergue es un reducido ecosistema donde todos sus componentes se relacionan de manera más o menos desinhibida. 

No hay sitio donde esconderse, ni siquiera de uno mismo. 

En este pequeño espacio tienes lo mejor y lo peor de ti expuesto sobre la mesa. Lo tuyo, más lo del resto de peregrinos.

Una vez entendido que vas a convivir sin tapujos, voy a pasar a contarte una vivencia real sobre lo que aconteció en uno de estos albergues del Camino de Santiago.

Leyenda de un albergue en el Camino Portugués

Un relato del Camino

Disfrutaba de la última noche de uno de los veranos más calurosos desde que se tienen registros –según estadísticas recogidas sobre el clima de los últimos “ene” años–. 

La cosa entonces ya venía caldeada desde muy atrás…

Me encontraba de visita en el albergue de Carmen, cerca la peregrina aldea de Barbadelo, donde capilla, iglesia y topónimo ya fueron registrados en la primera guía del Camino Francés, el Codex Calixtinus redactada por Aymeric Picaud, allá por el siglo XII.

Cuatro kilómetros me separaban del barullo de Sarria; a este histórico albergue sólo llegan los peregrinos mejor documentados, aunque siempre cae alguno que otro despistado.

Albergue A Casa de Carmen en Barbadelo

Aquel día de autos llovía con generosa avaricia, a intervalos de sol y oscuros nubarrones tormentosos; porque recuerda que el apóstol aprieta pero no ahoga

Los hospitaleros andaban escasos de recursos y fuerzas, así que tiré de mi mejor espíritu peregrino para hacer un curso de voluntariado rápido sin paracaídas.

Con la caída de la tarde los primeros en llegar fueron una pareja de peregrinos coreanos. Padre e hijo venían desde Roncesvalles y afrontaban sus últimos cien kilómetros del Camino Francés.

Colegiata de Roncesvalles

Sonrieron cómplices al entrar, eso a pesar de la tromba de agua que les acaba de caer sobre sus osamentas; porque ni la mochila ni el poncho hacían desde hace tiempo su función de parapeto contra los elementos.

Casi de inmediato, recogí una llamada telefónica de dos peregrinas procedentes del este de Europa. Se encontraban de camino a Barbadelo en plena tormenta.

Pedían cama, pero sobre todo una lavadora y secadora para sacar adelante una colada que llevaban retrasando demasiado tiempo. 

Cada cual tiene sus prioridades dadas las circunstancias, aunque quizá no era el mejor día para secar.

Según colgaba el teléfono apareció un italiano también con evidentes síntomas de fatiga. 

Parecía uno de esos veteranos peregrinos de largo recorrido, que aprovechaba los otoños para hacer un Camino con mucha menos concurrencia.

Peregrina caminando en solitario por la Vía Francígena en la Toscana

Tras el italiano, apareció un pequeño grupo de tres jóvenes alemanes con la misma cara de sufrimiento que sus antecesores.

La comunidad del albergue aún distaba mucho de darse por cerrada; pocos minutos después vino otro joven extranjero que preguntaba por una litera próxima al trío alemán que acababa de arribar. Debieron conocerse en el Camino.

Si sigo haciendo memoria, posteriormente se presentó un veterano peregrino francés y un matrimonio ruso.

Los últimos que cerraron la comunidad del albergue fueron dos australianas, nieta y abuela; llegaron más que exhaustas. 

Ya resulta ciertamente duro el Camino a cierta edad, pero si además añades una lluvia intensa, un viento racheado y unos kilómetros de pendiente, ves con claridad el inmenso sacrificio de esta pareja de australianas.

Tras la tormenta siempre llega la calma al Camino de Santiago

La Comunidad del Albergue

Resumiendo: teníamos representado en aquel albergue a buena parte del mundo peregrino dividido por países, edades y culturas.

Tres alemanes, dos coreanos, dos rusos, dos australianas, dos eslavas, un italiano, un francés y un joven de nacionalidad desconocida.

Catorce peregrinos bajo un mismo techo, mochileros, compartiendo un mismo destino, y sin embargo, actitudes muy diferentes ante el Camino de Santiago.

¿Quién de ellos cumplió con los principios de un peregrino atemporal? 

Un peregrino viaja siempre ligero de equipaje, no exige y acepta lo que el Camino ofrece.

¿Tenéis un pronóstico? Se admiten apuestas sin moneda de cambio.

La tormenta perfecta

Cuando te toca luchar contra los elementos, el momento puede sacar lo mejor pero también lo peor de ti mismo.

El Camino sobre estos temas es bastante sabio; suele poner a cada uno en su sitio, desenmascara a turistas disfrazados separándolos de peregrinos o viajeros.

Peregrinas en la niebla sobre el Camino Francés

Las peregrinas eslavas

Las dos peregrinas eslavas llegaron en remojo, como casi todos. Sin excesivos preámbulos, las acompañé hasta sus literas para que no se enfriaran.

Ayudé en lo que pude hasta montar un hatillo de ropa sucia, que llevé personalmente hasta la lavadora. Ésta hizo su trabajo pero la secadora dejó de funcionar en el peor de los días posibles.

Con la ropa todo lo seca que permite un centrifugado, devolví el hatillo aún humeante de suavizante y olor a limpio.

Las quejas comenzaron con la pérdida temporal de un calcetín, después con la rotura de la secadora y para terminar con el caldo gallego.

Aquella noche de autos yo me tomé dos tazones de caldo –no a todo el mundo le gusta este típico plato gallego–,  mientras ellas degustaban el suyo, los dueños del albergue se ocupaban de secar sus ropas por iniciativa propia.

El calcetín apareció, las ropas se secaron y la cena como siempre saludable, exquisita y abundante. Ante esto, ni un sólo gracias.

Sábanas de un albergue secándose al sol

¿En qué parte del Camino se perdió aquello de que el peregrino acepta pero no exige?

Los dos coreanos

Padre e hijo viajaban con dos mochilones de peso, que día a día iban transportando de albergue en albergue.

Después de 25 días de Camino Francés, se podría decir que estaban perfectamente adaptados: sabían escoger albergues, las literas y hasta los menús del peregrino.

Amables, ordenados, pacientes y honrados. Hasta se tomaron con excelente humor que me olvidara del postre del vástago; y teniendo en cuenta cómo estaba el helado casero de chocolate, fue de agradecer.

Un trío de traca

Érase una vez un alemán, un francés y un italiano que coincidieron en un albergue de peregrinos sobre el Camino Francés.

Se sentaron juntos a cenar pero no intercambiaron ni palabra entre ellos. El inglés no era el fuerte ni del italiano ni del francés.

El francés, estaba más preocupado de las pinzas de la ropa que habían desaparecido, que de la comida.

El italiano se quejaba en cambio siempre de la comida, como si estuviera aún en el comedor del colegio; si el francés se había comido su trozo de pan, o que su pedazo de tarta de chocolate era más pequeño que la del alemán. Y así todo.

Yo creo que el alemán –siempre sonriente– acabó harto del despliegue de espíritu peregrino de sus dos comensales, y acabó charlando con la veterana peregrina australiana.

Una buena ración de caldo gallego, y que nunca falte

El matrimonio ruso

Venían en bicicleta, y la paliza que tenían en el cuerpo parecía de órdago. Encima estaba la lluvia, impenitente sobe los pedales.

Los situé un poco apartados de los demás, cerca de la terraza con vistas a la leñera y a la techumbre que protegía sus dos bicicletas embarradas.

Llegaron casi los últimos; no había más sitio techado donde secar las ropas, así que las distribuimos como pudimos entre literas y sillas.

La mujer rusa no quería ni hablar de la hora de salida del albergue por la mañana, sólo pensaba en dormir y descansar sin mirar más hacia su GPS.

Peregrinos en el Camino Francés por la Ruta de Napoleón

Una botella de Mencía, tinto de la tierra, y un plato vegetariano, eran todo el combustible que necesitaban para forzar la etapa del día siguiente.

A ese ritmo, o te fallan las fuerzas, o se colapsa la cabeza. Más que viajar eso parecía una agonía constante. La épica de la sinrazón.

¿Y de disfrutar cuándo hablamos?

Las peregrinas australes

Llegaron las últimas, con las nubes oscuras y la lluvia más recia. Y sin embargo al entrar, sonrieron como si vinieran de dar un paseo por la Toscana en primavera.

Caladas hasta los huesos, abuela y nieta desplegaron su mejor sonrisa y pidieron por favor un sitio donde guarecerse por esa noche.

Sentí la llamada del auténtico peregrino a tu puerta. Ésa que abres sin miramientos ante la sobrevenida visita de un buen amigo.

Abrimos el espacio de arriba, una habitación con dos camas sobre las que descansaban sendas colchas blancas con olor a limpio.

Aquello debió parecerles el paraíso terrenal en mitad de aquella tormenta, a la que habían vencido a base de tesón.

El número de veces que escuché la palabra gracias fue incontable. Las muestras de agradecimiento fueron siempre pocas para aquella pareja.

Peregrina en el Camino del Norte

¿Cuántos peregrinos confluyen en el Camino?

Volvemos a la pregunta que da título a este post. 

Aunque visto el relato yo plantearía la pregunta de la siguiente manera:

¿Son peregrinos todos los que confluyen en el Camino de Santiago?

Creo que es el Camino quien hace al peregrino. Puedes simplemente pisar la propia Ruta Jacobea, o por el contrario puedes entrar en ella.

Entonces, ¿cuántos peregrinos de verdad hacen el Camino? Seguramente ninguna estadística te podrá dar una cifra concreta.

Lo que importa es que te pongas en camino, y formes parte de esa otra estadística donde las cifras pesan poco y las vivencias mucho más.



¡Buen Camino!

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